Durante décadas, se desconoció el porqué de la muerte masiva de larvas de abejas mielíferas de colonias ubicadas próximas a ríos y arroyos con abundante vegetación ribereña.
Una reciente investigación, en la que participaron investigadores de las FACULTADES DE QUÍMICA
Y DE CIENCIAS DE LA UNIVERSIDAD DE LA REPÚBLICA, INSTITUTO NACIONAL DE INVESTIGACIÓN AGROPECUARIA Y EL INSTITUTO CLEMENTE ESTABLE, permitió comprender que, detrás de este fenómeno, que genera pérdidas importantes en la industria apícola, hay una causa química, un árbol autóctono y un insecto involucrado.
Mal del Río es como se conoce a esta enfermedad que afecta a las colonias de abejas
mielíferas entre el final de la primavera y el comienzo del verano. Si bien en 1951 se mencionó
por primera vez en un artículo en el periódico La Mañana, los apicultores la desconocieron. La
situación cambió en los últimos años, a partir del reporte cada vez más frecuente de la
afectación de colonias que se encuentran próximas a cursos de agua de las cuencas de los
ríos Uruguay, Negro y Cuareim.
La enfermedad se detecta a partir de la muerte masiva de larvas de abejas al poco
tiempo de eclosionados los huevos. Si bien al comienzo las larvas logran continuar con su ciclo
vital, el Mal del Río avanza rápidamente y puede generar la pérdida total de las poblaciones.
De esta forma, las colonias pasan a tener excesivas reservas de miel y polen —probablemente
por no ser utilizados— y eventualmente se despueblan, porque no hay reemplazo de las abejas
viejas que mueren. Así, al final del verano, las colonias experimentan pérdidas importantes que
repercuten en el ambiente —por el rol que juegan las abejas como agentes conservadores de
la biodiversidad— y también en la economía, en la producción de miel.
Ahora, el equipo —integrado por investigadores del LABORATORIO DE ECOLOGÍA QUÍMICA
DE FACULTAD DE QUÍMICA, FACULTAD DE CIENCIAS, EL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES BIOLÓGICAS CLEMENTE ESTABLE Y EL INSTITUTO NACIONAL DE INVESTIGACIÓN AGROPECUARIA — halló que las abejas forrajeras (las que se encargan de llevar polen y néctar a la colonia) recogen las excreciones, en forma de mielecilla, de un insecto saltahojas (Epormenis cestri) que se alimenta de los árboles sarandí colorado y sarandí negro.
Al observar que las larvas de abeja de primer estadio alimentadas con esa mielecilla morían, los investigadores identificaron que los néctares de las colonias afectadas por la enfermedad tenían una toxina natural llamada xantoxilina. Esta sustancia fue encontrada en las partes aéreas de los sarandíes, así como en la melaza excretada por el insecto que se alimenta de esos árboles.
Este hallazgo entrega información fundamental para orientar la toma de medidas para controlar el Mal del Río y la afectación de colmenas.
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