Aportes para transitar la emergencia.
El material elaborado por docentes de la Facultad de Psicología, con sustento en los acumulados de investigación en torno a las temáticas en las que trabajan, aporta múltiples miradas a los efectos que tienen, a nivel individual y comunitario, las medidas y prácticas de cuidados tomadas para prevenir la propagación del virus.
Aborda temáticas tales como las reacciones esperables a nivel cognitivo, físico, conductual y emocional ante la ruptura brusca de la cotidianidad, a cómo nos cuidamos sin descuidar a quienes se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad. También intenta responder a la pregunta ¿con qué recursos contamos para tramitar la emergencia y para abordar situaciones de vulneración de derechos? desde una perspectiva de género.
Compartimos el texto “Reacciones ante la situación de emergencia” por Graciela Loarche (Instituto de Psicología de la Salud).
Cuando un incidente crítico o evento extremo irrumpe en forma brusca en nuestra vida cotidiana se genera una ruptura del tejido social que impide funcionar con normalidad y para afrontar la situación las personas reaccionamos de diversas maneras. El cómo enfrentamos el día a día a nivel familiar y como comunidad, dependerá de nuestras vulnerabilidades y capacidades, por ello es importante tener en cuenta que las recomendaciones que los organismos y profesionales realizan refieren a generalidades que debemos adaptar a nuestra realidad.
Encontramos una vulnerabilidad física y material: vivir en zonas de riesgo, en la pobreza, acceso limitado a la educación, salud y recursos productivos. Una vulnerabilidad social y organizativa: estar o sentirse marginados del sistema económico, político y social; instituciones percibidas como ineficaces y sociedades con debilidad o sin redes sociales solidarias. También está la vulnerabilidad motivacional y actitudinal: personas y comunidades con barreras culturales, actitudes fatalistas y escasos niveles de participación.
Las experiencias extremas nos llevan a cuestionar el entorno y nuestra realidad personal, impactan sobre nuestra visión del mundo generando cambios que pueden ser negativos o positivos. Los negativos refieren al daño que se produce, los síntomas que generan y al aumento en grados de vulnerabilidad. Los impactos positivos se relacionan con mecanismos de resistencia, factores protectores o de resiliencia, aprendizaje y crecimiento a partir del evento.
Percibimos la pandemia por COVID-19 como amenaza a nuestra integridad física y psicológica, produce vivencias de caos y confusión, actitudes ambivalentes, nos sentimos incomprendidos por los demás y muchas veces no encontramos las palabras para narrar lo que nos sucede. Se quiebran nuestras creencias básicas sobre el mundo y las personas, y éstas son las que nos dan seguridad y una invulnerabilidad necesaria que nos permite tener el control de nuestras vidas y de un mundo que considerábamos predecible.
Estas rupturas nos desequilibran e impactan también en nuestra identidad. Pasamos a tener nuevas “etiquetas”: afectados, población de riesgo, en cuarentena, desempleados, excluidos, recluidos, teletrabajadores, trabajadores informales…
Y en un escenario de gran incertidumbre, donde no podemos controlar ni predecir a ciencia cierta cómo nos seguirá afectando, debemos movernos en lo personal, en lo familiar y como comunidad, frente a un futuro desconocido y que en gran medida depende de nuestras decisiones individuales y colectivas.
Animación
Reacciones esperables
Las reacciones que presentamos frente a la pandemia serán muy diversas, dependiendo de los factores de riesgo y protectores que tengamos a nivel personal y social. Lo que es muy importante es dimensionar esas reacciones como comunes ante un evento que es extraordinario. Por tanto la mayoría de esas reacciones y comportamientos no debieran mirarse desde la patología sino como adaptación y defensa ante una realidad que sentimos que no podemos controlar.
Estas reacciones pueden manifestarse en lo inmediato o luego de unos días. No todas las personas las presentarán y su intensidad puede ir variando. En la mayoría de los casos las personas pueden mitigarlas desplegando sus estrategias de afrontamientos personales y comunitarias. También depende de nuestra edad y nuestras historias, cómo hemos sobrellevado experiencias que nos han desequilibrado en otros momentos, de los grados de vulnerabilidad y capacidades.
Las reacciones más comunes a nivel cognitivo son: problemas de atención y concentración, dificultad para realizar tareas automáticas, olvidos, sentirse embotado, tener rumiación de ideas (dar vueltas sobre el mismo tema sin poder controlarlo), preocupación excesiva por uno mismo y por los demás.
Entre las reacciones físicas y más allá de los síntomas propios del COVID-19, podemos sentir frecuentemente dolor de cabeza, fotofobia, hiperventilación, alergias, falta de energía, sensibilidad frente a los ruidos.
A nivel conductual es frecuente la dificultad para realizar tareas rutinarias, verborrea o silencios prolongados, impulsividad, desinhibición o mayor aislamiento del necesario, dificultades para dormir o trastornos del sueño.
El impacto emocional también se manifiesta de diversos modos: angustia, miedo, agobio, enojo, tristeza, culpa y autorreproche, ansiedad.
Fuente Contenido: https://psico.edu.uy/
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