“En marzo, mes internacional de la mujer, y en esta semana tan especial, basta a vuelo de pájaro, dar un recorrido por los evangelios, para maravillarse del valor de las mujeres durante el ministerio de Jesús en la tierra.
Si tomamos el evangelio de Juan (capitulo 4), resalta en primer lugar la Mujer Samaritana. Alguien sin valor para la mayoría, con una vida seguramente plena de fracasos emocionales, marginándose para no confrontar a sus vecinos. Ni se me puede ocurrir lo que habrá pensado cuando un hebreo le dirige la palabra y aún le pide un favor… En fin esta mujer en su encuentro con Jesús, y por su disposición a oír, se va de allí con una revelación que aún ni los discípulos habían tenido todavía: ella había hablado con el esperado Mesías! Y resulta ser la primera evangelista de la historia. Tal vez porque las mujeres somos comunicadoras básicamente… tal vez porque Jesús le quiso dar esa honra. Me gusta pensar lo segundo.
Un poco más adelante resalta otra mujer, muy diferente situación.
En el capítulo 8 nos encontramos con la Mujer Adúltera. Ella es utilizada cruelmente por los enemigos de Jesús, con el fin de probarlo. Avergonzada, pronta a ser sacrificada en su vergüenza, Jesús la envuelve en un manto de compasión, contención y cuidado. Y así protegida la devuelve a su vida. Sana su corazón, al evidenciarle en su momento de vergüenza y miedo, que sus acusadores no tienen autoridad para condenarla, porque sus propias conciencias los condenan.
Proseguimos, al capítulo 11, allí nos esperan María y Marta, hermanas tan diferentes, pero tan iguales en su amor por Jesús. Reciben por amor, en vida a su hermano Lázaro, fallecido cuatro días antes.
Capítulo 12, aquí dice que María misma, derrama en los pies de Jesús el perfume más fino y exquisito. La casa se llenó del aroma de adoración. Ella sin saberlo lo estaba ungiendo para el próximo paso de su ministerio.
En los capítulos 19 y 20 vemos mujeres, María, madre de Jesús, María Magdalena y otras a los pies de la cruz. Vemos esas mismas mujeres a la entrada del sepulcro el viernes, y el domingo. Las miramos corriendo llenas de gozo, las primeras en creer y anunciar la Resurrección.
Mujeres receptáculos de la gracia, la misericordia, la revelación, adoradoras, siervas fieles, creyentes evangelizadoras. Muchas pudieron liberarse de la pesada carga de su pasado en su encuentro con Jesucristo. Ellas fueron dignas del encuentro, creyeron, y sin mirar atrás avanzaron. Otras fervientes, amigas, cálidas, recibieron del amigo, lo que su corazón anhelaba y fueron instrumentos de bien en la vida del Maestro.
Doy gracias a Dios por ser mujer, y emparentada por la fe, con tal estirpe de antecesoras.
Gracias porque Él deposita en sus hijas, las resistencias para avanzar, por más complicada que venga la mano, solo tenemos que centrarnos en su persona.
Feliz Pascua de Resurrección amigas y que disfrutemos plenamente nuestra posibilidad de vivir como mujeres de Dios”.
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