Una nación que no respeta la vida, legalizando el aborto, lleva a la degradación moral y espiritual de sus habitantes.
Al legalizar el aborto en Uruguay, la sociedad en su totalidad asume una postura de desprecio a la vida humana. No tiene conciencia de que está aprobando la muerte de miles de seres humanos, pasa a no sentir culpa de la decisión de matar a seres indefensos que no tienen la posibilidad de decidir por su vida.
No levantar la voz es una actitud de indiferencia, es no interesarnos en nuestros destino, legado y trascendencia.
Cada año el número de abortos ha aumentado -salvo en los años 2019 y 2020-, llegando, al 31 de diciembre de 2023, según cifras oficiales, a 106.631 muertes violentas de niños por nacer. El valor que se le da a la vida en Uruguay, se desliza en una pendiente cuesta abajo en forma vertiginosa.
Nos hemos convertido en una sociedad donde la muerte violenta es algo normal, nos acostumbramos a que suceda; como pasa en la guerra, otro muerto más no nos asombra. Nuestra mente está cauterizada a tal punto que ya no hablamos de “aborto”, ya no hablamos del asesinato de un niño por nacer, hablamos de interrupción voluntaria del embarazo, o más sencillo aún, por su sigla: IVE, permitiendo que se disminuya la carga del valor de la vida, para que el asesinato sea admitido socialmente.
En conclusión, pasados 12 años de la aprobación, ¿qué nos está dejando la ley de aborto? Nos deja la muerte de miles de niños por nacer. Las autoridades políticas han permitido que un plan de muerte se instale en Uruguay. La consecuencia de esto, condujo a una mayor destrucción del hombre. Debemos hablar a favor de los que no pueden hacerlo por sí mismos, asegurarnos que se les haga justicia. Y, en memoria de los más de 106.000 muertos y de cada niño que será concebido, nuestra voz y hacer justicia habrán cumplido su objetivo si se deroga la ley de aborto.
La reflexión lleva la firma de las profesionales Gianella Aloise – Dina Boyadji – Viviana De Luca.
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