Una delegación de la asociación civil Resistiré conformada por Yaraví Roig y Graciela Ferrari, concurrieron el pasado 21 de julio a la subcomisión de Presupuesto integrada con Hacienda de la Cámara de Representantes con el propósito de ser ser incluidas en la nómina de donaciones especiales o el apoyo a través del mecanismo de subsidios y subvenciones.
La misma trabaja en el departamento de Maldonado en la prevención del suicidio y en siete años de labor ya atendieron a unas 200 personas.
ROIG (Yaraví). Soy maestra, escritora y ahora soy la presidenta de la asociación civil Resistiré. La asociación civil Resistiré tiene este nombre tan patético por un motivo muy especial. Podríamos haberle puesto luz, esperanza, caridad, pero le puse Resistiré. El 12 de marzo del año 2016 falleció por suicidio mi nieta de 19 años. Era la única nieta que tenía, hija de mi único hijo, Agustín Roig. Era ese ser que todos tenemos; un ser luminoso en la vida. Los queremos a todos, pero hay alguien que nos llena la vida de luz, de alegría y de proyectos. Tenía 19 años y era la muchacha más bonita de Piriápolis, la más inteligente y la más generosa. Inmensamente generosa. Cuando sucedió el hecho fue como si un tsunami, como si un terremoto hubiese arrasado nuestras vidas. Todo se destruyó y es lo que les pasa a la mayoría de las personas a las que llamamos sobrevivientes; las que sobreviven a un suicidio. Somos sobrevivientes, ya no es la misma vida, es otra, hay que construirse una vida con esos palitos que quedaron del tsunami, con esos restos hay que volver a empezar si queremos seguir con esta vida física. Eso fue lo que hice luego de un tiempo de estar bastante… no puedo decir la palabra loca porque es estigmatizante, pero fueron unos meses muy duros, muy difíciles, muy dolorosos y dije: «No puede ser que la muerte de un ser tan maravilloso, sea en vano. No sirva para otras personas». Ella era muy generosa. Entonces nos juntamos con amigos, amigos de ella, familiares y organizamos la asociación civil Resistiré. Costó tiempo, la asociación civil lleva un proceso, finalmente logramos la personería jurídica en el año 2017 y en el año 2018 la personería 441/16, o sea, legalmente estamos autorizados a trabajar como sociedad civil. Durante ese tiempo -era maestra; soy maestra- el tema de suicidio se veía mucho en Piriápolis porque es un lugar blanco y negro; la luz y la oscuridad parece que coexisten. Siempre ha habido muchos suicidios en Piriápolis. Me puse a estudiar, no sabía nada del tema, por qué, qué había, las causas… nada. Me puse a estudiar, a hacer cursos, a hacer viajes, a conocer personas que sabían del tema, gente de la academia que me enseñaba y así fui andando, recibiendo gente en Piriápolis y ayudando, con otras personas que tampoco eran profesionales. Aprendí que cualquier persona puede prevenir un suicidio, no se necesita ser psicólogo ni psiquiatra para hacerlo, solo basta con saber ver a las personas y observar los cambios en su conducta para darnos cuenta que ese individuo está cambiando, algo le pasa y podemos preguntarle y escucharle. La escucha empática, sin juzgar y fraterna, puede salvar vidas. Estuve un año en Piriápolis, luego fue a la ciudad de Maldonado para buscar más ayuda para seguir con Resistiré. Conseguí algunas ayudas de la Intendencia de Maldonado, pero duró uno o dos años. Tenía dos psiquiatras, un asistente social, una doctora que eran funcionaros de la Intendencia a quienes se los derivaban unas horas a Resistiré, trabajábamos en la Policlínica Sarubbi, habíamos empezado muy bien, pero luego caímos. A las personas las derivaron a otros sitios y quedamos los mismos de siempre. Anduvimos itinerando por Maldonado, buscando un lugar para las personas en situación de riesgo.
El trabajo de Resistiré consiste en tres patas: una de ellas es recibir a las personas con ideas suicidas, a las personas que están en riesgo. Esas personas vienen porque saben que están mal y que Resistiré las escucha; también vienen traídos por sus referentes familiares. Aunque no lo crean, psiquiatras y psicólogos que los están tratando, los envían a Resistiré. Saben que Resistiré no está media hora escuchando ni da pastillas; si tenemos que estar dos horas escuchando a una persona que está sufriendo, lo hacemos.
En siete años de existencia, hemos atendido a 200 personas de forma directa.
Podríamos decir que hemos tenido 200 pacientes y nadie se ha suicidado; no hemos tenido ni un solo suicidio en nuestra asociación civil. Tenemos gente que nos ayuda; un día viene un psicólogo, trabaja un tiempo con nosotros, de forma voluntaria. La gente tiene que vivir y hay que pagarle, a veces se consigue un dinerito para pagarle al psicólogo porque hace tres meses que está atendiendo, pero no podemos… Por ahí conseguimos, alguien nos da y así estamos, yendo y viniendo, cambiando de profesionales. Sin embargo, siempre presentes, a pesar de todo, siempre presente. Quiero señalar otro aspecto de Resistiré: aparte de la atención personal, que es fabulosa, la gente va al psiquiatra, muchas veces se interna, está con medicación y luego que sale vuelve a Resistiré a seguir hablando con nosotros. Resistiré los recibe con los brazos abiertos a todos, como una familia. Esa es una pata de Resistiré. La otra pata de Resistiré es muy delicada, sumamente sensible: atender a los sobrevivientes de suicidios. Se les llama sobrevivientes a las personas que quedan después de este tsunami, a los que tienen que volver a hacer su vida sin la persona amada. Muchas veces son madres, padres, hermanos, hijos, hasta amigos, compañeros del liceo, compañeros del trabajo, a todos ellos se les llama sobrevivientes. Hacemos grupos con los sobrevivientes. Este descubrimiento lo hice yo -lo deben haber hecho en otras partes del mundo otras personas-, las psicólogas de ciertos centros de salud de Maldonado me preguntaban: «Yaraví, cómo haces para que los sobrevivientes no se vayan?» Porque a nadie le gusta contar sus desgracias, su duelo, su dolor delante de otro. Prefiere callarse y esconderse porque esa es la costumbre. El sobreviviente está estigmatizado, se esconde y esconde al muerto, esconde al suicida. Sin embargo, no tiene que esconderlo, tiene que nombrarlo, tiene que hablar, tiene que contar cosas de él, tiene que darle nombre porque fue una persona y tuvo un nombre importante y relevante en la familia. Entonces me dicen: «¿Pero cómo lo logras?» ¿Saben cómo lo logro? No tengo ningún esquema, no tengo herramientas psicológicas, no soy ni psicóloga ni psiquiatra, pero les digo: «Vamos a conversar sobre lo que ustedes sienten. Yo quiero conversar con ustedes porque ¿saben una cosa? Yo soy sobreviviente igual que ustedes. A mí me duele lo mismo que les duele a ustedes». A la señora que hace diez años que se le murió el hijo y que está presente, siete el mismo dolor que estoy sintiendo ahora y hace siete años que murió mi nieta. Al igual que a la que se le murió el hijo hace una semana, yo siento lo que ella sintió ese primer día, esa etapa de negación, esto no puede ser, esto no es, hasta de verlo. Una vez vi a mi nieta en una moto, yo sabía que estaba muerta, pero para mí era ella y la seguí. Sabía que no era ella, era esa etapa de la negación, del duelo… Pasé por la ira, la otra etapa, enfureciéndome con todo el mundo, culpando a todo el mundo, al novio, a la madre, a la familia; también por la depresión, por la negociación. Otra etapa, la de negociar con la persona fallecida. Por fin llegué a la etapa que podría ser la aceptación, pero hay veces que yo, aunque acepté y hace siete años que pasó y que estoy trabajando en Resistiré, pienso en ella y en todo lo que pasó y siento tanta rabia y tanta ira que digo: «A fulanito de tal, si lo viera en la mitad de la calle, lo pasaría por arriba». Me refiero al novio… Volví a la etapa de la irá, esas etapas van y vienen, no son como las vías del tren hasta que llega a la estación final. Así vamos y venimos toda la vida hasta que por fin la aceptación se afianza. Se formaron los grupos y las psicólogas del Mautone, de la Asistencial y de ASSE no saben cómo es que Yaraví hace para reunir a la gente y para formar una cohesión entre esos grupos de sobrevivientes. Es una experiencia impresionante, muy removedora para ellos y para nosotros. La otra pata de Resistiré son los talleres. Hacemos talleres de prevención de suicidio en todas partes para que vean cómo son las características, las señales, los síntomas; a veces no hay síntomas, pero igual se suicidas. Uno puede decir: «Yo lo veía tan feliz, tan alegre, se iba de fiesta y, sin embargo, al otro día se suicidó». Entonces hay que explicar que el suicidio es multicausal, que los síntomas se esconden muy profundamente la mayoría de las veces y es difícil verlos. Es importante quitar a los familiares la culpa de no haberse dado cuenta, de no haberlo visto, de por qué no le dije lo que tenía que decirle, porque no es así. Ese es el trabajo de Resistiré. Vamos a charlas, damos congresos; vamos a los centros de educación, a las UTU, liceos, escuelas, centros privados; vamos a centros deportivos; damos charlas abiertas a todo público para enseñar, para mostrar que el suicidio se puede prevenir, pero no en la puerta de entrada de un hospital, de un centro de salud; se previene en la comunidad, en el liceo, en la escuela, en el cuadrito de fútbol, también en la iglesia -¿por qué no?-, en todos los lugares donde los chicos se pueden vincular; y no solamente los chicos, sino también los adultos.
El suicidio se previene en la comunidad.
Hay un sociólogo, el magíster Pablo Hein -quizás, ya lo han oído nombrar-, que habla del suicidio y hace una comparación con una cancha de fútbol. Dice que la pelota sería el suicida; entre los demás jugadores, hay algunos que quieren meter al suicida en el arco, es decir, hacer el gol, lo que representa el suicidio. Y hay otros que son los defensas, que evitan que la pelota entre en el arco. Pablo dice que cuando la pelota entra al área chica, ahí están los psiquiatras y los psicólogos atajándola, en la puerta de entrada de un centro de salud. Y ahí ya no se puede prevenir el suicidio; ahí hay que salvarlo. Lo que hace Resistiré es prevenir, estar en la cancha, evitar que la pelota entre al área chica y que haya que salvarlo. A veces, no lo pueden salvar por más internaciones y por mejores médicos y psiquiatras que intervengan; a veces, ya llegan con la herida hecha, con las cincuenta pastillas tomadas o a medio ahorcarse. Ese es el trabajo de Resistiré. Pero Resistiré es pobre, es pobrísimo. Lo único que tiene es voluntad y la voluntad de algunas personas de ayudarnos, muy pocas. Por eso venimos a esta digna Comisión a contarles cuál es nuestro trabajo y a plantear que necesitamos recursos materiales para poder seguir adelante. Necesitamos, por ejemplo, un local, donde tengamos una pantalla, donde podamos hacer los talleres, las reuniones. Necesitamos poder pagar un psiquiatra, un psicólogo o un psiquiatra psicólogo; con uno de los dos nos alcanza; un psiquiatra -si hay algún psiquiatra o alguien de la salud acá, pido disculpas- que tire más para psicólogo, para el lado de la comunicación espiritual y emocional. No tenemos o tenemos a veces, porque hay voluntarios, pero no pueden ser voluntarios toda la vida. Necesitamos ese espacio para juntar a esos chicos que tienen ideación suicida, que tienen una idea suicida que en cualquier momento convertirse en un acto suicida. Queremos un espacio para contenerlos, donde haya un lugarcito para hacer, por ejemplo, un taller de literatura, un taller de ping pong o de lo que sea, para tenerlos entretenidos. Porque están demasiado sueltos en la sociedad, están demasiado libres, están demasiado prendidos de la pantalla, que es un veneno; hay que sacarlos de ahí. Nuestro sueño es tener ese lugarcito para hacer talleres y motivarlos a hacer otras cosas. Los sociólogos dicen que el suicidio es lo más democrático que existe, pero no es tan democrático. Se suicida todo el mundo: personas de las más altas esferas y de las más bajas, pero los pobres son los que se suicidan más. Necesitamos ese espacio. Yo hablé de un taller de literatura porque me gusta la literatura, pero puede ser de fútbol, por ejemplo. Tenemos un miembro de la asociación que es ciego, Álvaro Pérez, que ahora tiene cincuenta años y que cuando tenía diecisiete se pegó un tiro y quedó ciego; no se murió, pero quedó ciego. Es un atleta extraordinario que ha ganado pruebas en los Juegos Paralímpicos, en Beijing, y nos ayuda en eso, pero no tenemos los elementos necesarios.
Graciela Ferrari, que me acompaña, me acota que no me olvide de comentarles que ASSE nos presta, provisoriamente, un consultorio en la policlínica Vigía, lo cual es cierto. Esto es Resistiré. ¿Qué les voy a decir? Resistiré necesita todo.
REPRESENTANTE MATO (Verónica). Abrazo a la delegación. Abrazo la resiliencia para transformar una situación dolorosa en querer vida para otras personas. Sin duda, el tema del suicidio es una problemática en el Uruguay; los números lo demuestran. Es una problemática muy dura y con un impacto muy importante también en el interior del país; Treinta y Tres y Lavalleja tienen los índices per cápita más importantes del país. Precisamente, hace unos días hablaba con un legislador de Treinta y Tres y le consultaba acerca de esto, y él me decía que en ese departamento se suicidan, más que nada, muchachos jóvenes, porque sienten que no tienen oportunidades. De lo que la señora Roig decía se desprende la importancia de la escucha, de generar actividades específicas, de motivación. No es sencillo; no es como la receta de una torta que se puede hacer una y otra vez, siempre la misma, porque cada persona es un mundo y le pasan cosas por distintos motivos. La señora Roig planteaba que las personas con menos recursos son las que se suicidan más. Me gustaría saber si tiene algún indicador o de dónde saca esa información. También dijo que están no sé si en convenio con ASSE -entendí algo así-, que les brinda un lugar para poder tener estas reuniones, estas charlas, y que en otro momento habían tenido un convenio con la Intendencia de Maldonado. Quisiera saber si en Piriápolis tuvieron convenio con algún municipio. Usted planteaba que es importante contar con un lugar. Me gustaría saber si han mantenido algún contacto con el Ministerio de Educación y Cultura o con el Mides, qué lazos han entablado con estos organismos y cuáles han sido las respuestas.
ROIG (Yaraví). No tenemos ningún convenio. Lo que nos dio la Intendencia nos lo dio en un acto de generosidad; no fue ningún convenio. Lo mismo sucede en el caso de este lugarcito, este consultorio de la Policlínica Vigía; podemos usarlo gracias a la generosidad del director de la policlínica, el doctor Schusman, que vio que no teníamos dónde recibir a la gente. Él nos presta el consultorio, pero no hay ningún convenio. Hemos trabajado muchísimo en mi casa. Cuando estaba en Piriápolis, trabajábamos en mi casa; esa era la casa de Resistiré. En Maldonado, durante la pandemia y pospandemia, también trabajábamos en mi casa; cuando el trabajo era teletrabajo y los psicólogos tenían que atender por teléfono, a nosotros se nos ocurrió que no debía ser así, porque a la gente hay que mirarla a los ojos y verle las lágrimas. Entonces, adecué una parte de mi casa de Maldonado para tener un lugar donde atender a la gente. Durante toda la pandemia atendimos en mi casa de Maldonado. No tenemos ningún convenio con el Ministerio de Salud Pública ni con ASSE ni con nadie. Hay una comisión departamental, de la Dirección Departamental de Salud Pública, que está en todos los departamentos, de la que Resistiré forma parte, pero como asociación civil, no como Salud Pública. No hemos pedido nada a ASSE, no hemos pedido al Mides, no hemos pedido al Ministerio de Educación y Cultura ni a nadie. Es la primera vez que venimos a pedir. No nos animamos a ser rechazados.
PRESIDENTE. Muchas gracias, señoras Roig y Ferrari. Más o menos a mediados de agosto, primero la Comisión y luego el plenario de la Cámara tomarán resolución respecto a su solicitud y, naturalmente, a las demás que han sido canalizadas a través de esta Subcomisión.
Fuente Imagen: Unicef.
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