“Uruguay camina hacia la posibilidad de hacer cada vez más reconocible la presencia de lo religioso”, se expresa en el insumo elaborado por un grupo de académicos de la Facultad de Ciencias Sociales como insumo de trabajo de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP).
El mismo fue divulgado días atrás bajo el título “Valores y creencias de los uruguayos:
¿Freno o impulso para un desarrollo sostenible?”, en donde se aborda la temática de la cultura y el trabajo; la cultura y la educación; la cultura y la religión; la cultura, crecimiento económico y distribución de la riqueza; la cultura y la familia, entre otros tópicos.
Se trata de los “Apuntes para la reflexión. El presente documento es un producto de la Dirección de Planificación de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), basado sobre el trabajo elaborado especialmente para este estudio por un equipo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, coordinado por Felipe Arocena y Juan Scuro, en el marco de un convenio entre la OPP y la Asociación Pro Fundación de las Ciencias Sociales”.
Pero, ¿qué se expresa en lo referente a la Cultura y religión?.
El documento sostiene: “El modelo de laicidad francesa es pionero y paradigma de unas formas posibles de vínculo entre la religión y otras esferas de la vida social, como la política o la educación. Ese modelo, en su vertiente jacobina, es el que ha construido las bases de la modernidad uruguaya, siendo aún un elemento distintivo de nuestro país, determinando así buena parte de las formas a través de las cuales nos relacionamos con las creencias religiosas en particular y con la alteridad en general.
Uno de los espacios donde se hace más fácilmente visible una tradición laica es en la educación y en las posibilidades que tiene lo religioso de hacerse enunciable en esos ámbitos. En nuestro caso, la impronta vareliana, con su fuerte énfasis en la construcción de una escuela laica y homogeneizante, queda evidenciada al observar datos de la Encuesta Mundial de Valores de 2011, que muestra tajantemente las opiniones de los uruguayos respecto al vínculo entre religión y educación, con un fuerte rechazo a la posibilidad de que esos espacios entren en contacto. Como se ve en el siguiente cuadro, solo un 2% de los uruguayos está completamente de acuerdo con que «todas las religiones deben ser enseñadas en las escuelas públicas». A su vez, más del 60% de la población se muestra «en desacuerdo» o «completamente en desacuerdo» con esa posibilidad, cifras únicamente superadas por Nueva Zelanda, en relación a los países con los que hemos comparado nuestro país a lo largo del documento. En comparación con la región, los uruguayos que se expresan «completamente de acuerdo» con la posibilidad de que se enseñen las religiones en las escuelas públicas son, porcentualmente, cuatro veces menos que los argentinos. Por otro lado, la comparación que se muestra con Brasil es más acentuada cuando en ese país el 66% de la población está «completamente de acuerdo» o «de acuerdo» con esa posibilidad.
Un aspecto que muestra este particular vínculo de los uruguayos con lo religioso es el hecho de ser el país con menor porcentaje de autodefinidos católicos en América Latina (24% según emv 2011; 41% según Latinobarómetro 2014; 42% según Pew Research Center, 2014) y a su vez, el de mayor porcentaje de autodeclarados ateos, agnósticos o sin afiliación (61%; 38%; 37% según las mismas fuentes).
En nuestro país, la relevancia política de la Iglesia Católica ha sido mucho menor que la que tuvo o tiene en otros países de la región. El Uruguay se ha construido históricamente, como un país donde lo religioso no adquiere la relevancia que se le da en otros países como Argentina o Brasil.
Cuando en Uruguay se piensa en términos de religión, la importancia que se le da a ella en la vida cotidiana es significativamente menor a la que se le da en los países vecinos. Los datos de la emv nos ubican muy próximos a Nueva Zelanda y muy distantes a Brasil, donde el 90% de la población entiende que la religión es «muy importante» o «algo importante» en sus vidas. De todos modos, otro dato significativo de observar es que en Uruguay, para el 38% de la población, la religión es «muy importante» o «algo importante» en sus vidas.
Si bien Uruguay es una excepción en su región, es justo mencionar también que el país acompaña las tendencias continentales de: 1. caída del catolicismo (evidente y constante desde la década de 1970), 2. aumento del protestantismo (redinamizado con las iglesias pentecostales y neopentecostales, estas últimas visibles a partir de la misma década de 1970) y, 3. aumento de los creyentes que se autodenominan sin afiliación, sin iglesia. Este último grupo, sin embargo, es bastante más grande en Uruguay. Con su laicismo característico, pero acompañando las tendencias regionales, en Uruguay también se han observado puntos de inflexión en las pugnas entre los sectores más laicistas y quienes abogan por una mayor presencia de lo religioso en el espacio público.
A partir de la última década del siglo pasado, junto a un proceso mundial de acelerada globalización y de fortalecimiento de las reivindicaciones por derechos de minorías y valorización de la diversidad, las formas de autodeterminación religiosa se inscriben en el más amplio escenario de una mayor complejidad en los procesos de construcción
de identidades individuales y colectivas. En ese contexto, las pertenencias religiosas y las formas de vivenciar la espiritualidad y la religiosidad tienden a una marcada individualización de los procesos de construcción de significados. Se identifican trayectorias religiosas que escapan de algún modo a las institucionalidades clásicas detentoras de los grandes relatos de las creencias y se construyen espiritualidades y religiosidades de muy diversa índole, donde cada vez es menos necesaria la intervención institucional y, en cambio, pasan a ser los mecanismos individuales (mayormente mediados por las tecnologías de la información y la comunicación y las redes sociales) los que construyen las formas contemporáneas de la religiosidad en un campo sumamente dinámico.
Entrado el siglo xxi es impensable negar la importancia de las creencias religiosas o de la construcción de espiritualidades que reclaman nuevas formas de comprender la laicidad. En este sentido, el Uruguay ha ido dando pasos en dirección al reconocimiento de la diversidad religiosa y se encuentra en momentos de evidentes tensiones entre diferentes modos de comprender esa característica de laicidad del Uruguay. En la medida en que se hace posible construir libremente las afiliaciones religiosas y manifestarlas públicamente, se va dando un gradual conocimiento y reconocimiento de la diversidad religiosa en tanto derecho humano. En este sentido, Uruguay camina hacia la posibilidad de hacer cada vez más reconocible la presencia de lo religioso.
En este punto, ¿cómo adoptará discursiva y actitudinalmente la sociedad uruguaya esa diversidad religiosa? ¿Qué valores, creencias y actitudes se promueven desde los distintos lugares de esa diversidad? ¿Cómo fomentar colectivamente aquellos que son más beneficiosos para la sociedad al tiempo que se desincentivan los que no lo sean?
Fuente Imagen: www.periodistadigital.com
Excelente documento.