Por: Juan Carlos Uhía.
Aunque bajo la obvia perspectiva de la sociedad uruguaya, como bien lo enuncia el subtítulo de la obra, Márquez logra bucear y, en muchas ocasiones, llegar a puntos profundos de un debate que no termina.
El punto central de este debate, nacido en la radicalidad de la modernidad que separó de manera tajante lo religioso de la vida pública y social, llega hoy presentado de otra forma y con otras connotaciones.
El mismo debate hoy tiene otra condición: ahora es postmoderno, fundado en la subjetividad de cada quien como piedra central de la civilidad y la política.
En efecto, el laicismo creciente que se desató para marcar el espíritu moderno, pretendiendo separar lo religioso de las esferas de la vida común, ha devenido en una estrechez de miras ante un fenómeno mucho más evidente y presente: el multiculturalismo.
Pero conviene empezar por distinguir el concepto de lo laico y de lo secular, antes de comprenderlos en nuestra época.
El laicismo es más de origen francés y de la rotunda separación de esferas que su Revolución proclamó. Recuérdese nada más que la Ilustración misma propugnó por una negación de lo religioso y de lo espiritual; generando una especie de “religión laica” fundada en los principios revolucionarios o un estado místico propio de los regímenes totalitarios.
Por su parte, el secularismo tiene su asiento en la declaración de independencia de los Estados Unidos, en donde sin negar los fundamentos puritanos, se hace lo que se consideraba una necesaria regulación de lo religioso en lo público. Cayendo en ocasiones en tremendas paranoias para exorcizar de lo público cualquier manifestación o señal religiosa.
Así que entre la rotunda negación laica de la religión y la exclusión secular de lo espiritual de lo público se desarrolla esta polémica que enmarca debates legales y miradas sociológicas muy diversas según los tintes que se le den.
Sin embargo, la realidad es más que todo lo pretendido. En efecto, la tercera y cuarta globalización vividas han traído consigo nuevas y radicales miradas sobre el fenómeno.
Por una parte, el multiculturalismo creciente demanda la necesaria integración de colectivos diversos dentro de la sociedad que los acoge. Esta integración dista mucho de la asimilación que casi siempre se ha considerado como mecanismo de aceptación de lo extraño y diferente.
El libro de Marcelo Márquez ilustra de manera detallada este debate, y sus ires y venires, en la muy particular sociedad uruguaya nacida en sus fundamentos en la ortodoxia laicista de tipo revolucionario, ahora enfrentada a las muchas reformas que han introducido algunos elementos seculares de cuño garantista.
Lo que Márquez plasma es quizás uno de esos debates que traen consigo la extrañeza de otros tiempos, más radicales en sus planteamientos, y la necesaria aceptación de los presentes en donde de la mano de las oleadas de la migración, voluntaria o provocada, se entremezclan idiomas, costumbres y espiritualidades diversísimas.
Este multiculturalismo es el que hay que indagar y profundizar. Quizás porque la integración en sociedades diversas sea la muestra de que nuevos conflictos morales asoman y exigen echar mano de principios que los exploren y los muestren como posibilidades de otras formas de aceptar y vivir lo diferente sin que tengan que ser regla unánime.
Bajo la ley de Dios es un texto de estudio y de referencia. Un libro uruguayo por foco de análisis; universal por sus alcances y, sobre todo, porque quedan abiertos filones de futuras exploraciones e indagaciones: Lo religioso como componente de la sociedad diversa; lo espiritual y su expresión como garantía de lo subjetivo y de lo personal; los símbolos y las muestras externas como aspectos que complementan lo público en la diversidad.
En fin, muchas cuestiones más que abren una necesaria disertación informada y formada sobre estos temas que seguirán siendo materia que la experticia del caso requiere.
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