José Enrique RodóCompartimos la columna de Adrián Aranda, evocando la figura de José Enrique Rodó, en su premisa de luchar por hacer pensar, y cuestionando las consecuencias del consumismo para nuestras sociedades.

“En 1901, en una carta desde Montevideo a Salamanca, Rodó le escribía a Unamuno: “En América (Latina) […] luchamos por poner en circulación ideas, por hacer pensar”. Pasado más de un siglo ¿no seguimos en el mismo oficio? Los “albañiles de las ideas” luchamos contra quienes quieren masas adoctrinadas, carentes de razón crítica, llevadas por doquier como un indefenso rebaño. Quizá el primer pensador moderno que se dio cuenta de esto fue Marx, en la XI tesis de su Tesis sobre Feuerbach expone su célebre frase al mismo tiempo que causa una herida en la intelectualidad occidental: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Marx no atenta aquí contra la interpretación como muchos creen, después de todo su mayor  labor  fue interpretar las relaciones del capital y el proletariado de su época. Lo que Marx quiere decir va más allá, él está  diciendo “no alcanza solo con interpretar, hay que transformar”, por lo que no estaríamos  en sintonía con Marx si hacemos una apología  a la no interpretación. Al contrario, la  interpretación es necesaria, pues sin ella primero, se hace  imposible la transformación. “La exégesis (interpretación) sólo destruye una forma falsa de ver; llevada tan lejos como sea posible, sólo revela lo esencial en la experiencia auténtica del no-saber” afirmaba Karl Jasper. Destruir “una falsa forma de ver” nos acerca a la esencia, al sentido original del texto o enunciado.

En nuestros días nos es necesario hacer una exégesis de nuestra cultura, de los enunciados predominantes, para desvelar su verdadero sentido. Más allá que la tradición deconstructiva termina afirmando con Derrida que “la negación del origen del sentido es el origen secreto del sentido”, nosotros no podemos partir de esta premisa, puesto que esta síntesis se termina configurando así para negar el “olvido del ser” heideggeriano. Por lo tanto, nos es necesario creer en el sentido y por ende hacer exégesis, sobre todo de nuestra cultura capitalista, puesto que el capitalismo hoy ya no es meramente un modo de producción como en el siglo XIX, o una política económica como en el siglo XX. El capitalismo se ha transformado en un ethos (palabra griega que significa «costumbre y conducta”), ha permeado lo más irreductible del hombre: Su alma. “Los prejuicios, los conceptos falsos, .son verdaderos ídolos tribales que dificultan el acceso a la verdad y el progreso” dice el escritor español Alfonso Ropero, y luego citando a Francis Bacon agrega: “Los ídolos -correctamente así llamados-, comparten la cualidad religiosa de intocables objetos sagrados, expuestos a veneración pero nunca a discusión, y representan en el mundo «lo conceptos falsos que se han apoderado de la inteligencia humana, en la que han echado profundas raíces; no sólo bloquean el espíritu de tal modo que el acceso de ésta a la verdad resulta muy difícil, sino que además, aun suponiendo que la mente haya conseguido forzar la entrada, reaparecerán aquellos en el momento de construir las ciencias, sirviendo de obstáculo; a no ser que los hombres, una vez prevenidos, se defiendan contra ellos todo cuanto sea posible».

La cultura capitalista ha forjado un “Sujeto Ideal” (algo similar al ideal del yo de Freud) hacia el cual todos corremos: El ejecutivo, el gerente, el profesional, es decir, el sujeto realizado laboral y económicamente que puede formar parte del ruedo consumista. Somos bombardeados constantemente con publicidad que nos ha hecho sentir o creer que necesitamos cosas para ser felices y sentirnos realizados que realmente no necesitamos. El consumismo es el gran asesino de nuestra sociedad. El Sujeto Ideal al cual la cultura capitalista nos empuja, es hacia el que todos corremos, algunos por caminos oscuros, dañando a Otros”.

Adrian Aranda. adrarcapp@gmail.com

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