Para poder ver claramente a través de los ojos del Otro, necesito entender cuáles son las cosas a las cuales esa microconcepción le ha dado valía en tanto existencia; qué ideas (legitimadas) constituyen la plataforma sobre la cual esta se afirma. Hablar de valores hoy, al menos en el lenguaje coloquial, suena a conservador, en tanto se entienda el término “valores” como un sinónimo de“valores tradicionales de la modernidad”, esto es, un conjunto de prácticas a las cuales subyace la disciplina de las instituciones propias de la modernidad: familia, escuela, Estado etc.
No obstante, quisiera referirme al término “valores” no como sinónimo de los valores de “x” período epocal, sino como el conjunto de prácticas sociale e individuales a las que una cultura le da valía, es decir, los cualifica como “valores”. Valor es aquello que es valor para mí en tanto existencia.
Entendiendo los valores bajo esta óptica, y retomando lo que hemos llamado microconcepciones del mundo, es menester afirmar que cada microconcepción tiene sus valores que no son necesariamente los valores que otra microconcepción tiene. En la modernidad media, generalmente las concepciones del mundo eran “macro”, y dirigidas por ideologías, religiones, “metarrelatos” y Estados-Nación. No obstante, las microconcepciones contemporáneas trascienden los Estados-Nación y son múltiples y están diversificadas. Esto presenta un problema para la convivencia pacífica y respetuosa en las sociedades democráticas. La democracia, no solo entendida como forma de gobierno sino como ethos que trasciende nuestra existencia, es el arte mediante el cual la pluralidad busca la mayor unidad posible mediante el consenso, y para esto se apela a los “intereses en común”.
El problema abierto que presenta la modernidad tardía en la que vivimos, es que las microconcepciones se han multiplicado tanto que hacen que los intereses sean cada vez más individualistas, y la herramienta del consenso cada vez menos utilizada. La tendencia a la individuallización, conservación y supervivencia es más intensa que la tendencia al diálogo y al consenso. Cada uno lucha por su chacrita, y cada chacrita alega poseer la Verdad aunque no lo diga explícitamente.
La democracia garantiza la paz. Para ello es necesario mantener los canales de diálogo abiertos para alimentar y re-actualizar los consensos sociales constantemente. Cuando mi discurso cierra los canales de diálogo debido a su agresividad, dejo de contribuir al consenso (fundamental para la perpetuación de la democracia) y comienzo a dar vida a su antagónico: el estado de guerra. El estado de guerra no tiene necesariamente una connotación bélica, pero sí contiene como principio la violencia para imponer “x” microconcepción, dejando totalmente de lado el mecanismo democrático del diálogo y el consenso.
¿Es posible hoy la convivencia de múltiples maneras de entender la cultura? ¿Se puede evitar el fanatismo? Creo que uno de los posibles caminos para salirse de la tensión totalitarismo/tolerancia es el coraje ideológico. Quien no teme que su ideología sea “contaminada”, no tendrá problema en sentarse a la mesa con su antagónico.
Adrian Aranda. adrarcapp@gmail.com
Fuente imagen: definicionabc.com