A instancias del legislador Ope Pasquet (Partido Colorado) asistió el ministro de Defensa Nacional, Eleuterio Fernández Huidobro y autoridades por presuntos hechos violatorios del principio de laicidad que habrían sido protagonizados por autoridades de las Fuerzas Armadas.
Compartimos buena parte de la deliberación (Artículo extenso).
Por el Ministerio de Defensa Nacional, señor Eleuterio Fernández Huidobro, Ministro de Defensa Nacional; General Guido Manini Ríos, Comandante en Jefe del Ejército; profesor Hernán Planchón, Director General de Secretaría y Coronel Antonio Olano, Ayudante de Ejército.
SEÑOR PASQUET (Ope).
Nos enteramos a través de la prensa que en el ámbito del Hospital Militar se había creado un Departamento de Asuntos Religiosos y que al frente de este departamento se había designado a un sacerdote católico. Preguntamos si esto era así y, en caso afirmativo, cuáles eran los motivos, y de acuerdo con nuestra solicitud, nos mandaron copia de la resolución que efectivamente creó este departamento. Concretamente, esta resolución de fecha 22 de diciembre de 2014, dice: “Visto.- Lo dispuesto por Resolución de Arquidiócesis de Montevideo de 30 de diciembre de 2013, por la que se designa como Capellán de la Capilla del Hospital Militar al Pbro. Genaro Lusararian.- Considerando.- La conveniencia de coordinar y regular las actividades religiosas en el ámbito de Sanidad Militar, asegurando la asistencia espiritual a aquellos usuarios que así lo requieran”. Luego, atendiendo las condiciones personales del presbítero Lusararian, quien es coronel en situación de retiro, etcétera, se resuelve: “1º. Crear el Departamento de Asuntos Religiosos, dependiente del señor Director Nacional de Sanidad, con la misión de coordinar y regular las actividades religiosas en el ámbito de Sanidad Militar, asegurando la asistencia espiritual a los usuarios que así lo requieran.- 2º. Desígnase al cnel. (R) Pbro. Genaro Lusasarian como Jefe del Departamento de Asuntos Religiosos.- 3º. Todo religioso, cualquiera sea su confesión, previo a desarrollar cualquier actividad, incluyendo visita a salas en el Hospital Central, deberá coordinar previamente con el Sr. Jefe del Departamento de Asuntos Religiosos”.
En primer lugar, hay que tener presente que esta resolución se adopta en función de una resolución previa de la Arquidiócesis de Montevideo. En segundo término, se advierte que el jerarca que la dicta, que es el señor Director Nacional de Sanidad de las Fuerzas Armadas -que creo que en sea fecha era el comandante Manini Ríos-, siente que es su deber, que forma parte de sus competencias, “coordinar y regular las actividades religiosas” con el fin de asegurar la asistencia espiritual a quienes puedan requerirla.
Finalmente, para ordenar esas actividades religiosas -en las que pueden participar ministros o sacerdotes de distintos cultos-, se designa a un sacerdote católico que, según esta resolución, iría a regular no solamente las actividades de los sacerdotes católicos, sino también de los ministros, representantes de otros cultos religiosos.
Francamente, me parece absolutamente insólito que el Estado uruguayo entienda que tiene competencia para asegurar la asistencia espiritual y que deba coordinar actividades religiosas y, además, está reñido con el artículo 5º de la Constitución de la República, que dice que el Estado no sostiene religión alguna. El Estado uruguayo no es competente en materia religiosa ni para llevar tranquilidad espiritual ni para llevar incertidumbre: no se mete en materia religiosa.
En respuesta a mi pedido de informes se me dijo que “no se ha concretado el funcionamiento del mencionado Departamento, encontrándose a estudio desde el mes de febrero del corriente” -año 2016- “la modificación del Reglamento de Organizaciones y Funcionamiento de la Dirección Nacional de Sanidad de las Fuerzas […] que será aprobada por Decreto del Poder Ejecutivo”. Esta respuesta a mi pedido de informes es de fecha 19 de abril de 2016 y lleva la firma del señor ministro de Defensa Nacional.
Es decir que la vigencia de la resolución está suspendida; no se dice que el Departamento de Asuntos Religiosos se haya suspendido específicamente a raíz de este tema: no sabemos si fue por este motivo o por cualquier otro que tenga que ver con la organización y el funcionamiento de la Dirección Nacional de Sanidad de las Fuerzas; seguramente el señor ministro nos podrá decir algo al respecto. Pero creo que las explicaciones del señor ministro de Defensa Nacional merecen análisis en este ámbito en el sentido de que, primero, una repartición a su cargo se arrogue la competencia -que no tiene- de proveer la asistencia espiritual de las personas y que, para hacer eso, entienda que lo pertinente es designar a un sacerdote católico cuya misión sería regular la actuación de otros sacerdotes, eventualmente de otras religiones, en las actividades a desempeñar en el Hospital Militar.
Este tampoco fue un hecho sin antecedentes porque poco tiempo atrás con respecto a la fecha de las publicaciones en la prensa y a mis pedidos de informes que guardan relación con eso -no en la sucesión estrictamente cronológica de los hechos-, se había difundido que se iba a hacer una inauguración de la capilla del Hospital Militar, creo que en la fecha coincidente con la del fallecimiento del prócer, el 23 de setiembre. El diario El País anunció que a esa ceremonia iba a asistir el cardenal Sturla y yo hice un pedido de informes a propósito de esa situación. Se me contestó que, en realidad, la capilla nunca había dejado de existir: que fue demolida en determinado momento por necesidades del hospital, pero después se había restablecido. Lo cierto es que la prensa informó lo sucedido, después de la realización de esta ceremonia, y en la reinauguración de la capilla -por así llamarla- estaban los tres comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, además del cardenal Sturla y otros oficiales superiores. De manera que, con esa presencia de los tres comandantes en jefe, a mi juicio más que la asistencia individual, personal y espontánea de quien quiera ir ha habido una expresión institucional de las Fuerzas Armadas en esa actividad.
Entonces, mirando el panorama en su conjunto, uno tiene la impresión de que hay una aproximación notoria entre las Fuerzas Armadas, en particular el Ejército, y la Iglesia Católica, a través de todos estos hechos que vengo señalando. Y francamente me preocupa que eso sea así, no por tratarse de una religión en particular; pasaría lo mismo con cualquier religión. El Estado uruguayo es laico y todas sus instituciones deben ser tan laicas como el Estado mismo: no hay previsión que habilite a hacer excepción alguna. Nuestra Constitución no reconoce ninguna excepción en esta materia.
Nos parece que instituciones como el Ejército deben observar especialmente esa actitud de absoluta neutralidad, prescindencia, abstención con respecto al fenómeno religioso, porque ellas mismas tienen un carácter fuertemente representativo de la nacionalidad. El Ejército y la soberanía tienen una vinculación muy fuerte, razón por la cual es absolutamente indispensable que en el propio Ejército todos nos sintamos representados, sabiendo que la institución se ajusta estrictamente a las normas constitucionales. Entonces, para esta situación se requiere absoluta neutralidad, como corresponde a un Estado laico.
El hecho de que se realice una misa y que en el curso de ella el comandante en jefe del Ejército invoque la representación que inviste, hable en nombre del Ejército Nacional y agradezca al sacerdote que la oficia, a mi juicio, va claramente en contra de la laicidad que debe observar el Estado en todas y cada una de sus instituciones.
SEÑOR MINISTRO DE DEFENSA NACIONAL.-
Soy totalmente responsable de la concurrencia a la misa ofrecida por el señor cardenal Sturla porque, en primera instancia, personalmente no sentí que violaba ninguna laicidad y hasta me pareció que era una retribución, porque él es asiduo concurrente a las ceremonias militares. No se nos ocurre prohibirle la entrada a ningún religioso -aun con sus atavíos que representan a muchas religiones- a ceremonias del Ejército o de las Fuerzas Armadas.
Me tocó estar preso en la cárcel de Punta Carretas, y al revés de lo que acabo de oír, el Estado tiene la obligación -o tenía, constitucional o legalmente- de brindar asistencia espiritual a los presos, por lo cual los fines de semana había misiones religiosas de todas las confesiones, a las que concurríamos numerosos fieles y no fieles: sencillamente gente que necesitaba de esa asistencia. Recuerdo, inclusive, que se traían prestigiosos religiosos del exterior, ex miembros de la legión extranjera, a darnos charlas a los delincuentes. Y allá íbamos.
Obviamente, cada preso era libre de practicar cualquier religión, de tener los libros que entendiera que debía tener. Inclusive, yo consulté: ¿Qué es eso de que todos los fines de semana se dan esas concurrencias religiosas y misiones a las que asiste numerosamente el personal recluso?, y me contestaron: “Ah, es una obligación del Estado. Basta con que uno pida asistencia de cualquier religión y el Estado debe brindársela”.
Me parece que en los hospitales sucede lo mismo. Todos sabemos qué cosas transcurren dentro de los hospitales: cuando se acercan ciertas horas de la vida de cada persona es muy natural, normal y humano que pida asistencia espiritual, y no podemos negar a estas personas la entrada de un sacerdote de cualquier religión para brindar esa asistencia.
En varios hospitales uruguayos que son muy antiguos, como el Hospital Militar -que es un monumento histórico-, existía la capilla desde que se construyó porque en esa época todavía no estaba clara la separación del Estado de las religiones pero, además, porque se entendía de lo más natural la existencia de capellanías en las cárceles y en los hospitales.
Por ejemplo, en muchos países laicos, en caso de guerra -no lo sé en casos normales- los soldados también tienen derecho a pedir y a recibir asistencia espiritual aun en el frente de batalla o en la cercanía del frente de batalla. Para eso los Estados se ven obligados a edificar lo que se edificó en el Hospital Militar: una capellanía y, obviamente, a tener departamentos de asuntos religiosos.
Yo no creí que estaba violando la laicidad ni mi voluntad era violar la laicidad, de la cual soy partidario. Además, consulté al profesor Planchón al respecto. Nosotros tenemos -o teníamos hasta hace poco; no estoy seguro- las tumbas de Lavalleja y de Rivera en la Catedral Metropolitana.
Los oficiales del Ejército están obligados, por reglamento, a casarse de uniforme; si se casan por iglesia -cosa que no se les puede negar- tienen ese derecho a entrar uniformados a los templos de las religiones que practiquen; y sus compañeros o camaradas, obviamente, si quieren pueden concurrir, voluntariamente -nadie los obliga-, todos los hemos visto dentro de las capillas e iglesias, inclusive con sus sables desenvainados. Es lo más natural del mundo. Parecería que a ninguna de las dos personas que van a contraer matrimonio se les puede negar eso. Forma parte también, me parece a mí, de una elemental humanidad, de un sentido de bondad, nada más que eso.
El señor comandante en jefe, al ejecutar esto para lo cual pidió permiso, tuvo la delicadeza de poner en el comunicado que hizo a las Fuerzas del Ejército, con mayúsculas, que la asistencia era voluntaria. Eso quedó expresado en la concurrencia, que fue voluntaria. Tanto es así que el señor comandante de la Fuerza Aérea concurrió cuando se enteró por la prensa, porque se le antojó. En esos casos tienen derecho a usar el uniforme.
Laicismo no significa prohibición de la práctica religiosa ni guerra a las religiones. El Ejército tiene símbolos tradicionales antiquísimos. Por ejemplo, la Virgen de los Treinta y Tres es simbólica para el país y para el Ejército. San Jorge es símbolo del Arma de Caballería de ejércitos de varios países, no laicos, hasta comunistas, como Rusia en su momento. La principal condecoración del Estado soviético y ruso llevaba el símbolo de San Jorge, el que venció al dragón. También están San Miguel, Santa Bárbara; los días de ciertas Armas de nuestro país coinciden con esas personalidades de la religión católica, porque la presencia de la religión católica en nuestro país es primordial, la trajeron los europeos cuando vinieron.
Hay otras religiones en nuestro país que reconocen antecedentes aún más antiguos porque ya estaban entre nuestros indígenas o entre los negros esclavos que fueron traídos para acá a prepo.
En su momento histórico se actúa bien; es un honor enorme ser enterrado en la Catedral Metropolitana. Parecería una monumental ignorancia y grosería sacar esas tumbas porque en la evolución del país se separó la iglesia del Estado.
Yo dejaría por acá mi primera intervención, manifestándome en forma clara en el sentido de que no fue nuestra intención de ninguna manera ni esto ni tampoco lo que tiene que ver con la capilla del Hospital Militar.
En el hospital penitenciario de la cárcel de Punta Carretas, bajo el Ministerio del doctor Fleitas -cuando las cárceles pertenecían al Ministerio de Educación y Cultura-, del Partido Colorado, había, no monjas sino un convento. Las monjas asistían a los presos enfermos y a los no enfermos les enseñaban manualidades. No creo que en aquel entonces al Partido Colorado se le haya pasado que estaba violando la laicidad por hacer esas cosas.
SEÑOR MANINI RÍOS (Guido).- En primer término, quiero decir que tengo bien claro lo que dispone el artículo 5º de la Constitución de la República en cuanto a la laicidad. Soy profundamente respetuoso de ese artículo y comparto su espíritu. Ese respeto me viene hasta por razones familiares. En el año 1913, cuando mi abuelo fundó el Partido Colorado General Fructuoso Rivera, uno de los puntos centrales de su plataforma política era la separación de la iglesia del Estado, lo cual se va a concretar pocos años después, en la Constitución de 1917.
En segundo lugar, quiero decir que tengo más de cuarenta años de servicio, durante los cuales he tenido bajo mi mando a miles, miles, de subalternos. Nadie aquí va a encontrar a uno solo que diga que yo alguna vez le hablé de religión, que alguna vez lo induje a participar de tal o cual religión o de tal o cual rito. Es decir que siempre fui profundamente respetuoso de la laicidad porque entiendo, además, que es conveniente serlo.
Como dijo el señor diputado Ope Pasquet, el Ejército es de todos, no puede ser identificado con ninguna parte. Soy el primero en estar de acuerdo con eso, máxime siendo el comandante en jefe del Ejército.
Dicho esto, con total respeto quiero expresar que estoy firmemente convencido de que el 18 de mayo pasado no se violó la laicidad ni el espíritu del artículo 5º de la Constitución. Voy a pasar a considerar cada uno de los puntos de los que se mencionaron aquí para aclarar en cierta forma lo que estoy diciendo en cuanto a que no hubo violación de la Constitución.
Primero me voy a referir a la convocatoria a la misa del 18 de mayo. Por lo que se me ha informado, esta surge durante el mes de abril, a partir de la inquietud de familiares de militares y de retirados de hacer una misa por el “Día del Ejército Nacional”. Es una idea que en otras oportunidades también se ha llevado adelante, quizás sin contar con la participación del arzobispo, que fue lo que le dio más exposición pública. En este caso, se organizó, se le pidió al arzobispo el uso de la Catedral y es ahí que él se ofrece para presidir el oficio religioso.
Los centros de retirados, sobre todo retirados en forma individual, a través de las redes sociales, comenzaron a invitar y a comunicar a todo el mundo que ese día había un acto en homenaje a los caídos en la Batalla de las Piedras y en homenaje al nacimiento del Ejército Nacional, y que se hacía en la Catedral, que era el lugar que se entendía más apropiado -así decían los comunicados- porque allí estaban enterrados los principales capitanes de Artigas en Las Piedras, como Joaquín Suárez, Juan Antonio Lavalleja, Fructuoso Rivera, entre otros. Esa convocatoria no la hizo el Ejército, sino los retirados, en todo su derecho, como lo habían hecho en ocasiones anteriores -no el año pasado- en que también hubo alguna misa -tal vez no el mismo día 18, a veces el 19 o el 17- en conmemoración del “Día del Ejército Nacional”.
Aclaro que fui a esa misa como comandante en jefe de la institución homenajeada: se trataba de un homenaje al Ejército Nacional; entendí que debía estar presente y concurrí, no a un acto religioso, sino a un acto social en el cual se homenajeaba a la institución que comando, como fui en reiteradas ocasiones, en el año y pico que llevo en el cargo, a la Asociación Patriótica del Uruguay, a la Sociedad Criolla Elías Regules, a algún club de Leones, a algún club de baby fútbol, etcétera.
En cuanto a la convocatoria o a la invitación por medios oficiales -acá me refiero más que a lo que dijo el señor diputado que dijo el medio de prensa: que se utilizaron medios oficiales para invitar-, quiero decir que cuando el Ejército organiza cualquier tipo de actividades, cualquier acto, cualquier operación -por decirlo en términos militares- no utiliza SMS de Antel para comunicarlo a su gente, sino medios internos apropiados: circulares, directivas, órdenes del comando, radios. La red que tenemos de SMS de Antel, que es relativamente moderna, se utiliza para informar a los integrantes del Ejército que puedan tener interés en determinadas cosas. Por ejemplo, en esa red SMS -lo podrán comprobar si así lo desean- se comunican ofertas de cantinas militares, saludos por el día de la madre, fallecimientos del familiar de algún militar, mensajes de ese tenor, que fue lo que se pasó en este caso.
Aquí tengo -lo leeré y quedará a disposición del señor presidente- el mensaje que se pasó el día 17 de mayo, a la hora 10 y 54, en virtud de la difusión generalizada por las redes sociales y de que muchos retirados daban publicidad a la misa. Como comandante, entendí que había que aclarar bien, no fuera cosa que alguien se confundiera y pensara que este era un acto más de las celebraciones del Día del Ejército.
El Día del Ejército no fue solo el acto en el Estadio Militar. La jornada arrancó con un acto en la Plaza del Ejército, con el izamiento del pabellón; siguió con un acto por los soldados caídos; luego hubo un acto en el Estadio Militar y, en la tarde, hubo otro, no organizado por el Ejército, pero al cual se concurrió también, en Las Piedras. Todos esos actos salieron en una orden del Comando, en la que se indicaban las actividades. En esa orden del Comando no figura para nada la misa, porque no fue organizada por el Ejército. Pero se entendió necesario aclararle a la gente de qué se trataba esa misa.
El mensaje decía así: “181930MAY16 Catedral de Mdeo,” -todo esto abreviado- “misa oficiada por Arzobispo con motivo del nacimiento del EN.” -Ejército Nacional, abreviado- “Concurrencia VOLUNTARIA.” -la palabra “voluntaria” con mayúscula- “Autorizado uniforme 3A y operacional PSub” -personal subalterno, abreviado-; es decir que el uniforme estaba autorizado, no obligado.
Reitero que se pretendió aclarar bien que esto no era un acto oficial. El mensaje fue exactamente en el sentido contrario de lo que se ha querido presentar. Yo no estaba invitando a nadie. En primer lugar, en ningún lado dice: “Se invita a concurrir”. En segundo término, no dice que vaya el comandante en jefe del Ejército. Se informa de una actividad, como se hace cada tanto; por ejemplo, se manda un mensaje avisando que la banda tal actuará en el Mercado Agrícola el día tal. Simplemente, se entendió que dentro de la Fuerza podía haber interesados en la actividad y se pasó el mensaje.
A tal punto fue así que nadie en el Ejército -nadie, absolutamente nadie- tomó esto como una invitación a concurrir a la misa, y mucho menos, como se ha dicho en algún caso, como una orden velada. De hecho, como dijo el señor ministro, fueron muy pocos los oficiales en actividad que concurrieron a la misa; tal vez fue una treintena de oficiales -la mayoría uniformados, pero algunos de civil- en mil cuatrocientos que tiene el Ejército. Es decir que un 2% de los oficiales del Ejército concurrieron a la misa. Si fue una orden y asistió solo el 2%, estamos con un problema de mando. De los trece mil subalternos que tiene el Ejército, creo que no fue ninguno; quizás uno o dos, pero no los identifiqué. Es decir que no hubo invitación por medios oficiales; no hubo más que una aclaración en el sentido contrario, para que la gente entendiera que no tenía por qué ir, y así lo entendió.
En cuanto al obsequio que se entregó al cardenal Sturla, diré lo siguiente. Al terminar la misa, como comandante en jefe hice uso de la palabra y entregué al cardenal Sturla un cuadro, que es una lámina con el frente del Comando General del Ejército, sin símbolos religiosos, en nombre del Ejército Nacional, porque el cardenal Sturla había hecho un homenaje al Ejército Nacional; yo fui a un acto social que era un homenaje al Ejército Nacional.
Entendí que era de protocolo, que correspondía y que era correcto, máxime tratándose el cardenal Sturla -más allá de la confesión o religión que tenga cada uno de nosotros- de una personalidad uruguaya. Es uno de los dos cardenales que han existido en la historia del Uruguay; es una autoridad dentro de la Iglesia Católica. Por lo tanto, correspondía, era de educación, era de protocolo entregar un testimonio de agradecimiento a quien se había prestado, tan generosamente, a oficiar la misa. En realidad, fue un ofrecimiento de él y quienes lo organizaron lo aceptaron.
En cuanto a la capilla del hospital, creo que está todo dicho. El señor ministro lo aclaró. La capilla existió siempre. Los usuarios católicos de Sanidad Militar deben ser porcentualmente los mismos que en el resto del país; debe haber un 40% de católicos. De modo que esa capilla hace bien a un 40% de los usuarios del Hospital Militar. Que yo sepa, no le hace mal a nadie, sino bien a un 40% de los usuarios. Hay cosas que hacen bien a mucha menos gente e igual están, porque le hacen bien a alguien. La capilla está desde que se fundó el Hospital Militar, aunque se la cambió de lugar en diferentes oportunidades. A la última reinauguración concurrió el cardenal Sturla; eso fue lo que le dio más exposición pública.
La designación del sacerdote como jefe del Departamento de Asuntos Religiosos obedeció a una situación particular que se estaba dando y que espero que no se siga produciendo. Me refiero a una verdadera expoliación que sufrían algunos internados, quienes se encontraban en un estado de fragilidad total. Venía el hermano no sé cuánto, el pae no sé cuánto, el sacerdote no sé cuánto, el cura no sé cuánto, y se acercaban a estas personas, que generalmente son muy humildes y están solas, y les terminaban sacando plata para ir a rezar y a pedir a Dios que se mejoraran. Era una verdadera vergüenza lo que estaba pasando.
Entonces, se entendió que era bueno -yo era el director de Sanidad Militar, como bien dijo el señor diputado- que alguien pusiera un poco de orden, que coordinara. Teníamos a un sacerdote designado por la Iglesia -no por nosotros- como capellán. Por eso se hace mención al antecedente de que la Arquidiócesis había designado a un sacerdote y se puso “Visto que está Fulanito de Tal designado”. De modo que ya estaba cumpliendo funciones físicamente dentro del hospital, aunque no dependiera de él en lo administrativo. Consideramos eso, que es un coronel, que nació en el hospital y que conoce del tema. Si se designaba a un oficial que no tuviera mucha idea del tema, no podría discernir si el que venía era un verdadero religioso o un chanta que venía a sacarle dinero a un pobre enfermo. Entonces, se entendió que era la persona más apropiada.
Hasta donde yo sé, se cortó bastante esa expoliación y no hubo ni una queja de otra religión, ni confesión filosófica, ni nada, denunciando que este sacerdote no los dejara pasar o influyera de alguna manera. No hubo quejas en ese sentido. Sí creemos que, en buena medida, se cortó -digo en buena medida porque eso no se corta nunca en forma definitiva- la estafa que se hacía a los internados.
SEÑOR PLANCHÓN (Hernán).-
Ahora bien, el primer batllismo, en sus bases ideológicas y filosóficas, practicó un laicismo moral o una moral laica y algunas corrientes dentro del Partido Colorado, una antirreligiosidad acérrima, lo que es muy distinto a la laicidad. La moral laica en el Estado uruguayo, desde 1903 en adelante, con una serie de decretos que cristalizan en la Constitución de la República de 1917, fue separando conscientemente la religión del Estado. Pero no es una actitud antirreligiosa; tampoco lo es la laicidad que termina cristalizándose, sobre todo, en la expresión pública más tajante: la educación pública. La reforma vareliana fue llevada a la práctica por José Batlle y Ordóñez al extender esa educación laica, fundando los liceos departamentales, los liceos nocturnos, los liceos de mujeres; no solo quedó en primaria.
A continuación leeré un pequeño fragmento de El derecho a educar y el derecho a la educación, de Reina Reyes, que usamos en formación docente, ya sea para magisterio, para profesores de secundaria o de UTU. En formación docente trabajamos mucho los conceptos de laicidad, no por la etimología -no voy a entrar en esas disquisiciones-, sino por la definición que el Estado ha tomado en materia de laicidad en la educación. Reina Reyes, en el viejo libro de la década del sesenta El derecho a educar y el derecho a la educación -que, reitero, está en todos los planes de estudio de formación docente-, dice así:
“La tradición que pesa sobre esta palabra” -refiriéndose a la laicidad- “hace que algunos partidarios de la laicidad -en estado espiritual opuesto a la religión católica- para defenderla utilicen modos de lucha que son contrarios a su verdadero espíritu.
Laicidad no es ateísmo ni antirreligiosidad. Laicidad es libertad, libertad despojada de las intenciones agresivas que frecuentemente desnaturalizan el sentido del término.
La laicidad responde al espíritu del humanismo que proclama la dignidad de la persona humana, respeta la individualidad de cada hombre concreto y, por lo mismo, deja los valores, en los dominios de la filosofía, de la religión y del arte, a la libre elección personal. La laicidad así entendida no queda restringida a lo que dice relación con las religiones, hecho este que es muy importante destacar en esta hora en que los dogmas políticos impuestos por determinados Estados o por asociaciones de individuos fanatizados configuran un enorme riesgo para la autonomía de la persona y para las libertades sociales”.
SEÑOR PASQUET (Ope).-
No estoy de acuerdo con el señor ministro, quien creo que incurre en un profundo y grave error cuando dice que es misión del Estado prestar asistencia espiritual. Si por asistencia espiritual entendemos asistencia religiosa, que es el sentido que creo tiene la expresión, digo que no es así. El Estado tiene vedada expresa, constitucionalmente, toda injerencia, toda actuación en ese plano.
Lo que el Estado tiene que hacer es respetar y amparar la libertad de culto de todas las personas. Y si una persona demanda asistencia espiritual, el Estado tiene que facilitarle los medios para que esa persona pueda realizar su voluntad y recibir la asistencia espiritual de quien ella determine. El Estado actúa no obstaculizando, no impidiendo el ejercicio de la libertad de culto de las personas. Esa es la tarea.
Entonces, así como en las cárceles de los años setenta, en los hospitales o cárceles de hoy algún enfermo o preso quiere que lo visite un sacerdote, por supuesto que hay que permitirlo y allanar cualquier obstáculo, porque esa persona tiene perfecto derecho a recibir esa asistencia espiritual o la que elija o a no recibir ninguna.
Una cosa es eso y otra cosa, bien distinta, es que el Estado diga: “Mire, amigo, yo me voy a hacer cargo. A usted le voy a dar asistencia espiritual y me voy a encargar de que reciba al sacerdote que realmente necesita porque yo sé, a través de mi director del Departamento de Asuntos Religiosos, quiénes son las personas adecuadas para visitarlo”. Eso es lo que el Estado uruguayo no puede hacer, porque no sostiene religión alguna, porque no se entromete en eso, porque le respeta la libertad a las Iglesias; no se injiere en esas cuestiones. Me parece que eso es un deslinde bien claro. Y creo que así se ha entendido siempre el funcionamiento de instituciones religiosas o la actuación de religiosos en establecimientos públicos. Son, simplemente, maneras de permitir que las personas, los internados -enfermos, presos, etcétera-, reciban la asistencia religiosa que ellos quieran.
Yo no puedo aceptar las explicaciones del comandante cuando dice que él asiste a la misa del 18 de mayo como quien va a un acto social, como si fuera un acto de una comisión de fomento o de un club de fútbol. No, no; entiendo que claramente no fue así, porque el señor comandante participó del acto religioso: se arrodilló frente al altar y oró, lo cual es lógico en personas que van a una misa. Entonces, no digamos que no vamos a la misa, porque estamos yendo a un acto religioso y participando de su liturgia, de un rito. Ir a una iglesia, hincarse frente al altar y rezar es participar de un acto religioso.
Pero, además, al hacer uso de la palabra en esa ocasión, el comandante no habla en cualquier momento del curso de la ceremonia, como podría hacerlo cualquier feligrés, sino que habla al cierre, como autoridad, invistiendo la representación que invoca. Él habla en nombre del Ejército Nacional y, según la crónica de Búsqueda, que no ha sido desmentida, dice: “Quienes profesamos la fe católica culminamos la jornada celebrando esta santa misa, presidida por el señor arzobispo de Montevideo”. Estas no son las palabras de quien va como jerarca de una institución a participar de un acto social cualquiera; son palabras de un creyente que va a una ceremonia religiosa, a la que califica de santa -seguramente su fe así se lo indica-; invoca su condición de católico al ir a ese lugar. Entonces, me parece que la conducta es bien clara y la invocación del Ejército, también; es en nombre del Ejército que se hace el presente. Tenemos al jerarca de la institución, al comandante en jefe del Ejército, yendo en carácter de tal a participar, con todas la de la ley, en una ceremonia religiosa. Y cuando digo “con todas la de la ley” quiero decir íntegramente, participando, inclusive, en las plegarias propias de esa ocasión religiosa.
SEÑOR GOÑI REYES (Rodrigo).-
La separación que el artículo 5º de la Constitución de 1917 establece entre el Estado y la Iglesia no prohíbe de ninguna manera una relación entre las instituciones; todo lo contrario, hay un reconocimiento mutuo. El Estado, al exonerar a la Iglesia y permitir que permanezca con la posesión y propiedad de determinados bienes, está reconociendo el valor de esa institución y también cuál va a ser la actitud del Estado frente a las Iglesias -no solo a la católica- y a la religión en el futuro. Según la doctrina, en Uruguay existe una separación benévola, que no impide, no excluye la relación, sino todo lo contrario.
Por lo tanto, en este contexto, la violación de la laicidad hubiera ocurrido si el comandante en jefe no hubiera concurrido a esa ceremonia. ¿Por qué? Porque si en este contexto no hubiera concurrido a la ceremonia, hubiera configurado un acto de antirreligiosidad, que la Constitución no ampara, un acto hostil, en este caso, hacia la Iglesia Católica, pero podría haber sido hacia otra. Por ello, la participación del comandante, en este contexto, ese día, lejos está de configurar una violación a la laicidad y, según mi forma de verla, está amparada perfectamente en el artículo 5º de la Constitución.
Entiendo que la laicidad es un principio constitucional que todos valoramos como un instrumento, como una herramienta para que la libertad religiosa pueda ejercerse. La laicidad no es una herramienta para que nadie pueda ejercer su libertad religiosa. En el contexto actual del Uruguay y del mundo, la interpretación del texto constitucional tenemos que hacerla a la luz de los tratados internacionales que establecen y refuerzan los derechos fundamentales del hombre, en los cuales la libertad religiosa y el derecho a ejercerla es un derecho humano fundamental. Entendemos que la interpretación de los hechos, atendiendo a este nuevo concepto absolutamente derivado del texto constitucional, de la interpretación que se ha dado, sobre todo, en las últimas décadas y del contexto cultural actual, nos llevan a una laicidad más pluralista, más tolerante, más dialogante, que impulsa a los Estados a facilitar el ejercicio de los derechos, en especial, el de la libertad religiosa.
SEÑOR MINISTRO DE DEFENSA NACIONAL.-
Yo expresé que el Estado tiene que facilitar la asistencia espiritual, no prestarla directamente: esa es una tergiversación de mis palabras.
SEÑORA ANDRADE (Susana).-
Se trata de una laicidad que no admite hegemonías y tampoco predominancias, como de alguna forma se ha palpado que existen en el tratamiento que se le da a la religiosidad católica dentro de los establecimientos del Ministerio de Defensa Nacional.
Con respecto a lo que dijo el comandante Manini Ríos acerca del “pae no sé cuánto”, tal vez si les pongo un ejemplo -y descuenten que lo digo con absoluto respeto- comprendan lo que les quiero decir. Son de público conocimiento los abusos a menores que se han descubierto en el ámbito de la iglesia católica, mundialmente y también en nuestra sociedad. Y decir el “pae no sé cuánto” es igual, o se parece mucho, a que alguien asociara a monseñor Sturla con las violaciones a menores, cosa que válidamente podría suceder y, reitero, no creo que sea justo y podría interpretarse como una ofensa. Digo una vez más que todo lo que he dicho es con todo respeto.
SEÑOR MINISTRO DE DEFENSA NACIONAL.- El señor Manini Ríos se refirió -porque conozco los casos- a quienes se disfrazan de tal cosa y a veces quieren entrar de prepo al Hospital Militar: hemos detectado que van a sacarle dinero a la gente, y no son ni paes ni sacerdotes. También hemos identificado a muchos abogados que hacen lo mismo y los hemos expulsado del templo.
SEÑOR DE LOS SANTOS (Darcy).-
Ahora bien, refiriéndonos a la celebración de la misa del 18 de mayo recuerdo que cuando en el período anterior yo era secretario general de la Intendencia de Rocha, recibía invitaciones a celebraciones de distinto tipo de actos en todo el país, entre otras, la que envió la Intendencia de Florida para el día 25 de agosto. No recuerdo si antes o después de los actos oficiales se hace una misa y la Intendencia invitaba a esa celebración, que oficiaba el obispo en la principal iglesia de Florida. No creo que la Intendencia profesara la fe católica; no sé qué profesa el Intendente pero, como institución, no lo hace. Creo que simplemente es parte de las ceremonias que se hacen en una celebración en una colectividad y la intendencia hace partícipe de ella a la población: no creo que sea coorganizadora ni nada.
Nosotros hemos tenido cinco ciudadanos que han ocupado la Presidencia del país, desde 1985 en adelante; creo que alguno ha hecho pública su fe religiosa, otros no -no sé si la tienen-, pero de lo que estoy casi seguro es que ninguno profesa, por ejemplo, la religión judía. Sin embargo, los hemos visto participar en ceremonias organizadas por la colectividad religiosa judía, usando inclusive la prenda que se utiliza en la cabeza, cuyo nombre no recuerdo ahora. Y no digo que se trata de los primeros ciudadanos porque creo mucho en la igualdad pero, indudablemente, son quienes representan al país.
Entonces, creo que de acuerdo a cómo lo ha relatado la delegación del Ministerio de Defensa Nacional, el acto de la misa se encuadra dentro del relacionamiento de instituciones que ha vivido el país a lo largo y ancho de su historia, luego de ese proceso que indudablemente nos marca como nación en un contexto latinoamericano y que nos diferencia totalmente, teniendo en cuenta como fueron los hechos de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
Se deben generar garantías para que todos los ciudadanos del país puedan profesar la religión que entiendan, si la tienen, o no profesar ninguna, porque este no es un Estado ateo, sino laico; son cuestiones distintas. Socialmente, sin duda que pesa que hay religiones, no digo de primera o de segunda, pero sí unas que están legitimadas en todos los ámbitos, inclusive institucionales, y otras que muchas veces luchan por esa legitimación y están postergadas. Creo que lo que planteaba la compañera, señora diputada Susana Andrade, va en ese sentido. Es un trabajo de cambio de cabeza cultural que tenemos que hacer los uruguayos todos, porque indudablemente tiene que ser algo muy respetado.
Si bien el proceso nos diferencia muchísimo de realidades de otros países que tienen religión oficial, todavía tiene algunos vestigios de esa presencia de la iglesia católica como predominante. Creo que el cambio debe ser ese: que todo el mundo tenga acceso. Indudablemente, en eso hay que diferenciar -lo aclaraba el ministro en su última participación y también el comandante en jefe del Ejército- a los estafadores, ya sea porque venden religión, supuestos servicios legales, seguros de vida o terrenos en el cielo, como vendían en algún servicio religioso, allá, por mis pagos hace un tiempo.
SEÑORA BOTTINO (Cecilia).-
En este momento hay un debate en la sociedad -es bueno que este tema exceda el ámbito parlamentario, particularmente en la capital- con respecto a la instalación de determinadas cuestiones vinculadas a las religiones.
En este ámbito debemos tener la posibilidad de debatir -como lo planteó el señor diputado Ope Pasquet en la Cámara- sobre el concepto de laicidad, en la medida de lo posible, para ir llegando a consensos. Me parece que eso es saludable.
SEÑORA ANDRADE (Susana).-
Estoy de acuerdo con esa actuación en paridad de la pluralidad religiosa que existe en nuestra sociedad, porque si hay diversidad cultural, hay diversidad religiosa. Somos un país cada vez más pujante, que cada vez acoge más población migrante que trae sus culturas y sus creencias. Creo en esa laicidad inclusiva sin cuestionar concretamente el punto más de lo que ya dije.
Tal vez -esta es una cuestión que planteo de atrevida- me permitiría sugerir que, en todo caso, esa oficina de asuntos religiosos no estuviera presidida desde una jerarquía religiosa; no debería ser una persona religiosa -que sea civil de pronto no lo permiten los estamentos del Ejército Nacional- la que atendiera esa diversidad que, obviamente, tiene la complejidad que ustedes planteaban: el hecho de las personas que se presentan con determinadas fachadas y son comerciantes, gente que viene a lucrar con algo tan delicado como es el sufrimiento del personal carcelario o de las personas privadas de libertad.
SEÑOR GUEKDJIAN (Jorge).-
Quiero traer a colación algo que me pasó el año pasado, al conmemorarse el centenario del genocidio armenio -aclaro que soy integrante de esa colectividad por parte de padre y de madre- y en la exposición que hicimos en sala -la recordarán los compañeros aquí presentes- hicimos varias referencias a ese respecto. Yo soy católico apostólico romano, sin embargo, cuando se conmemoraron los cien años del genocidio armenio las iglesias armenias del Uruguay, llámese ortodoxa -que la hay-, llámese católica -que la hay, en la calle 19 de Abril-, llámese evangélica -que la hay, en la calle Luis Alberto de Herrera, pegado a donde era la quinta de Herrera-, nos invitaron porque se sentían identificadas con el genocidio. Invitaron a muchas personas, no solamente por ser armenias, y asistieron varios legisladores y muchos funcionaros del Gobierno. ¿Qué quiere decir esto? Que no fuimos porque éramos evangélicos, católicos u ortodoxos, sino porque era un evento de magnitud, precisamente, organizado por las tres iglesias. Si fui invitado, ¿por qué iba a elegir asistir a la iglesia católica, por ser católico, y no a la ortodoxa?
En este caso concreto, si se hace una misa y el comandante del Ejército y el ministro de Defensa Nacional entienden que hay que ir, me parece correcto. No me hubiera parecido correcto si la hubiera realizado otra organización, por ejemplo la evangélica, y no hubieran ido, pero eso no ocurrió. La iglesia evangélica no lo hizo y la ortodoxa tampoco. Otras religiones, muy respetables por supuesto, tampoco lo hicieron. Si aquí se hubiese planteado que fueron a la misa de la iglesia católica, pero no a la de otra religión, eso hubiera ameritado un llamado de atención o hubiera provocado un poco de preocupación, pero en este caso la organización, la celebración o la concelebración de la misa fue absolutamente normal porque se hizo en la Catedral y porque se conmemoraba el “Día del Ejército Nacional”.
Creo que en este caso tenemos que sentirnos orgullosos de que el Ejército fue reconocido por una institución religiosa. Ojalá que el próximo 18 de mayo sean llamados por todas las iglesias y que puedan ir a las demás iglesias, las que he mencionado acá y las que no he mencionado. Que los llamen y que vayan, porque si no van, habrá que preguntarse por qué y si es porque son pertenecientes a tal religión o a tal secta.
SEÑOR UMPIÉRREZ (Alejo).-
La relación de la Iglesia con el poder ha sido tormentosa a lo largo de la historia, y separo Iglesia de religión, que son dos fenómenos diferentes, por más que estén íntimamente ligados. El proceso de la laicidad es un proceso histórico de secularización que tiene larga data. Tiene su expresión filosófica y escrita en el pensamiento francés de la Ilustración. Después salen las leyes de Jules Ferry en Francia, a mediados de los setenta del siglo XIX. En Uruguay, como bien se dijo, el Partido Nacional, bajo la Presidencia de Bernardo Prudencio Berro, comienza el proceso de secularización de cementerios, que fue una cuestión duramente debatida. El proceso de acentúa con Máximo Santos, con el trámite civil obligatorio para el casamiento, con la reforma vareliana, con el pensamiento de la laicidad. Continúa luego con el batllismo, que tiene un desvío, que es el proceso jacobinista: es el jacobinismo como mala expresión de la laicidad. Inclusive un colorado de aquella época, como Rodó, tuvo una seria discusión con el presidente del Círculo Liberal, Pedro Díaz, sobre aquel famoso libro de 1906 Liberalismo y jacobinismo, en el que se discutía a fondo cuál era el posicionamiento respecto a los crucifijos en los hospitales. Es un debate maravilloso, digno de ser leído, que sigue teniendo vigencia más allá del tiempo que ha transcurrido, porque nos invita a reflexionar.
Laicismo no es lo mismo que laicidad. Muchas veces se ha tratado de imponer el pensamiento laicista, que es la negación del hecho religioso. El hecho religioso es parte consustancial de la vida del ser humano, parte integral de sus derechos humanos y, como tal, con libertad plena de ejercicio y de expresión pública, no solamente en el ámbito privado. Siempre digo que hay una concepción equivocada en cuanto a que las religiones deben quedar exclusivamente relegadas a la expresión en el ámbito privado, hasta -diría- en los sótanos de la propia casa.
En un principio se confundió laicidad con laicismo. Luego aparece la visión del laicismo como abstención. La abstención refería al hecho religioso fuera de los espacios públicos. Como última cosa aparece lo que yo apoyo y sustento, que es una visión de laicismo incluyente, en el que la religión no queda confinada a los espacios privados, sino que se puede expresar en los espacios públicos, como puede ser una capilla en un liceo militar. Inclusive, aparece el derecho a realizar actos de fe en el interior de una institución, como discutimos recientemente en el Parlamento.
Pero una cuestión es el hecho religioso y otra, la vinculación de jerarquía a jerarquía, de organización a organización, del Estado con la Iglesia. Ahí ya salgo del ámbito de la expresión privada de mi fe o de la posibilidad de ejercerla aun en ámbitos públicos, para pasar a una relación institucional.
SEÑOR UMPIÉRREZ (Alejo).
Desde el momento en que el Estado participa activamente, a través de sus organizaciones, en un culto religioso, está generando una vinculación que entendemos que no corresponde a un área estatal. No es un tema de sostén económico o no económico.
SEÑOR MAHÍA (José Carlos).
Tengo una visión muy laica. La espiritualidad de cada uno, la religión que sea, se puede profesar en cualquier ámbito privado, donde fuere, o en la procesión interna. No me imagino una competencia de religión en el pasillo de un organismo del Estado entre cristianos, musulmanes, umbandistas o católicos, por la fe de quienes están en un hospital, en una cárcel o donde sea. Tampoco lo imagino con representantes de ninguna profesión liberal, como se dijo aquí.
Sinceramente, creemos que está bien que uno dé garantías sobre la libertad de culto y que el Estado asegure que ninguna persona esté inhibida de profesar la fe que entienda que tiene que profesar, y lo mismo vale para aquellos que no tienen ninguna o que la niegan. No soy de los que sostienen que la religión es el opio de los pueblos, pero hay gente que sí lo cree. Si vamos a la historia, ni hablemos de distintos pronunciamientos acerca del poder y la influencia del poder de la religión -en particular, de una de ellas- sobre la sociedad en su conjunto.
Uno entiende que, en forma legítima, quienes profesan determinadas religiones tratan de obtener la conciencia de más gente, porque están convencidos de sus razones. El rol del Estado es que eso no suceda en el ámbito estatal o desde el ámbito estatal, y sí que se pueda profesar con toda libertad en el ámbito privado, con todas las garantías que tienen las personas de profesor la religión que sea o ninguna.
SEÑOR PASQUET (Ope).-
Que la laicidad es uno de los logros importantes, valiosos, en la construcción histórica del Uruguay. La laicidad no es una antigualla de la que vamos viendo cómo nos deshacemos en este tiempo nuevo, en el siglo XXI. No; la laicidad fue una cosa muy importante que se hizo entre todos los uruguayos, y que al país le ha dado un gran resultado a lo largo de la historia, porque hemos vivido un clima de convivencia y de paz en materia religiosa que creo que arrancó cuando separamos las aguas y dijimos: que cada cual crea lo que quiera -esa es la libertad de cultos- y que el Estado no se meta; eso es la laicidad. Nos equivocamos cuando confundimos una cosa con otra y cuando decimos: no hay violación a la laicidad del Estado porque no se ha menoscabado la libertad de culto de nadie. Son ámbitos distintos. La libertad es para la persona; el Estado es laico, no interviene. Las instituciones del Estado no intervienen de ninguna manera, ni a favor ni en contra de ninguna religión. Esta es la laicidad en materia religiosa.
Sobre la capilla, a mí me contestaron por escrito que era de 1908; inclusive, en la contestación hicieron referencia a documentos propios del Hospital Militar, que hablaban de la celebración del centenario en el año 2008. No me dijeron que fuera de 1914, sino de1908, pero, en fin, es lo de menos.
Yo creo que acá también debe regir el principio constitucional de que el Estado no sostiene religión alguna. Que haya personas en cualquier hospital que necesitan su momento de introspección, de meditación, por supuesto que sí. Y que el Estado tiene que facilitar eso, por supuesto que sí. Pero esa no es una necesidad o una hipótesis a considerar con relación a un eventual 40% de los asistentes al lugar de que se trata. Hay que considerarlo para todos. Me parece muy bien que haya un ámbito donde puedan recogerse, hablar consigo mismos o tener su diálogo con la trascendencia en el ámbito del Hospital Militar, pero despojemos el lugar de signos, señales o imágenes que lo adscriban a una religión en particular. Que puedan ir a ese ambiente de recogimiento y meditación los católicos, los evangélicos, los cristianos que no quieren imágenes de Dios porque entienden que eso es blasfemo, los umbandistas, los judíos, los musulmanes y aun aquellos que no creen en religión alguna pero que pueden sentir la necesidad de reflexionar y pensar en lo que quieran. Tengamos un espacio así en el Hospital Militar, no una capilla de una religión determinada. Creo que así marcaríamos un ajuste de esa construcción de acuerdo con lo que manda la Constitución.
En cuanto a esta cuestión que desata todo el proceso de información y de averiguación, creo que ha quedado suficientemente claro, con todo lo que aquí se ha dicho, que en la misa del 18 de mayo ha habido una participación institucional encarnada en la presencia del señor comandante en jefe, participando en la ceremonia religiosa, orando como un feligrés, hablando en nombre del Ejército, con la autorización previa del señor ministro, que acaba de decir que la prestó. Todo esto es participación institucional en una ceremonia religiosa. Y eso, a mi juicio, está reñido frontalmente con la Constitución de la República y con la Ley Nº 3.768, de 22 de mayo de 1911 -quizás no dije la fecha correctamente en la primera intervención-, cuyo artículo 2º dice: “El Ejército no concurrirá a ceremonia religiosa alguna”. Creo que esto, desde el punto de vista jurídico, liquida cualquier controversia razonable que pueda haber.
Formulo mi aspiración de que, en lo sucesivo, nos ajustemos cabalmente a lo dispuesto por la Constitución y por las leyes, no solo por sujeción formal a la norma jurídica -que, en todo caso corresponde-, sino, además, porque la sujeción a esas normas y la realización del valor laicidad ha sido un éxito histórico de la sociedad uruguaya, en el que todos las colectividades políticas, de una manera o de otra, hemos participado y debemos defender.
SEÑOR PLANCHÓN (Hernán).-
Para analizar estos temas espirituales hay que saber separar muy bien el laicismo y la laicidad de lo antirreligioso. Ese fue un camino muy ahondado en el Uruguay del novecientos, que provocó sendas fracciones dentro del Partido Colorado.
Así como quienes hablaron se refirieron a su apellido y su origen, yo no puedo dejar de decir que soy Planchón, como el primer valdense que vino a este país en 1850. La valdense es una muy vieja Iglesia y religión de nuestro país. La familia Planchón, con otras muchas, fue al departamento de Colonia por un conflicto con la Iglesia católica en Florida.
No quiero seguir hablando de mi profesión de fe, pero, obviamente, el Uruguay ha tenido una historia muy diferente en este punto, en construcción de institucionalidad, no profesando religión alguna, pero tampoco siendo antirreligioso.
Para que la diputada Susana Andrade no se sienta ofendida por nuestras palabras, quiero aprovechar esta oportunidad para decir que la religión umbandista, por suerte, ha tenido exposición pública en los últimos años. Se trata de una religión popular, como la de otras iglesias cristianas.
Como decía Reina Reyes -lo estudiamos todos los que somos docentes de este país-, si el laicismo implica perseguir las creencias individuales con fanatismo, no estamos hablando de laicidad ni de laicismo; ahí estamos haciendo persecución por fanatismo.
El Uruguay es un pueblo mucho más religioso de lo que creemos. Pero no estoy hablando de religión oficial, obviamente. Por suerte, el Estado uruguayo no tiene una religión oficial ni sostiene ninguna, como dice el artículo 5º. Ahora bien, no se puede negar lo que han hecho las Iglesias o congregaciones de toda índole en este país.
Nosotros tendríamos que sentirnos orgullosos del artículo 5º de nuestra Constitución, que da la libertad religiosa, pero no es antirreligioso. Esa fue una gran desviación del coloradismo.
Acá estamos hablando de los temas religiosos, de la laicidad, del laicismo con respecto al Ejército Nacional. Otra gran desviación del coloradismo, que fue la antirreligiosidad…
SEÑOR PASQUET (Ope).- ¡Usted no puede hacer alusiones políticas! ¡Usted no es quién para hacerlas! Salga diputado si quiere y hablamos de política, pero no venga a hablar del coloradismo y del batllismo, porque usted no es ministro ni subsecretario, ni viene a dar ninguna opinión técnica.
¡Su intervención es una impertinencia!
SEÑOR PLANCHÓN (Hernán).- ¿Puedo continuar?
SEÑOR PRESIDENTE.- Puede continuar el profesor Planchón.
SEÑOR PLANCHÓN (Hernán).- No quiero molestar, pero el coloradismo…
SEÑOR AMADO (Fernando).- Lo está haciendo.
SEÑOR PLANCHÓN (Hernán).- Disculpe.
Decía que el coloradismo también concibió un ejército de partido.
El 18 de mayo pasado se recordó la Batalla de las Piedras con un profundo contenido artiguista, concepto en el que venimos trabajando en el Ministerio de Defensa Nacional desde la ley marco de defensa, la política de defensa nacional y la política militar de defensa recientemente aprobada.
El concepto artiguista de nuestra defensa nacional y defensa militar incluye a todos los uruguayos: católicos, protestantes, ateos y de todas las profesiones de fe que tengan. De ese Ejército es del que me siento orgulloso, al igual que de esa tradición artiguista.
Ojalá que otras religiones inviten a una ceremonia en honor al Ejército Nacional y al artiguismo.
SEÑOR PRESIDENTE (Daniel Radío).-
Acá ha sido consensual que todos somos defensores de la laicidad; creo que ninguno de nosotros ha renegado del concepto de laicidad. Esto no inhibe que haya personas defensoras del concepto de laicidad que sean antirreligiosas, como de hecho lo son. Eso no quiere decir que no defienden la laicidad. Me parece que ahí hay una diferencia sustantiva. Creo que se puede ser antirreligioso y también defender la laicidad, así como algunos somos religiosos y también la defendemos.
SEÑOR MINISTRO DE DEFENSA NACIONAL.-
Vengo del CTI del Hospital Militar. He estado con el sacerdote. He perdido la fe hace mucho tiempo, pero de todas maneras hablé con él. Me pidió permiso para entrar a mi habitación. Hablamos de cosas baladí o no tanto, pero no lo tomé como una cuestión agresiva, sino de ayuda, de apoyo, en caso de que precisara algo.
Obviamente, en el Hospital Militar hay gente muy pobre, como casi todo el personal de las Fuerzas Armadas en actividad, el personal retirado y sus familias. Hay mucha gente del interior que muchas veces no cuenta con alguien que los acompañe y tiene necesidades materiales durante la internación.
Estoy de acuerdo con muchas cosas que se han dicho acá con respecto a la laicidad, pero creo que hay circunstancias excepcionales en la vida de las repúblicas: la de los presos, las personas sometidas a disciplinas extremas, como los militares, especialmente en caso de conflicto, y los enfermos. Ellos no pueden hacer lo que muchos han dicho: “Queda limitado a su ámbito particular”. No pueden, porque unos están sometidos a una disciplina férrea, otros están presos y otros están enfermos. No se pueden valer por sí mismos. En esos casos habría que hacer una excepción y contemplar.
Mientras escuchaba las intervenciones de los señores diputados me di cuenta de que nosotros hemos cambiado; el Ministerio de Defensa ha cambiado. Venimos de probar la política militar de defensa, en la que se propone la doctrina militar artiguista, no la doctrina de la seguridad nacional, ni ninguna otra ajena a nuestro país: una doctrina elaborada por los uruguayos. Desde que venimos discutiendo esto dentro del Ministerio de Defensa hasta que terminamos de elaborar un documento aprobado por el Gobierno y otros Ministerios, pasó mucha agua debajo del puente y se produjeron muchos cambios, y se seguirán produciendo, como el que se comentaba. Que el Ejército concurra a un homenaje que le hace una iglesia sorprende, escandaliza, arma un lío. Ladrido de perro a la sombra; después de ese ladrido a la sombra hay veinte perros que salen a ladrar al ladrido. Y suponen que mientras no se desmienta, lo que se ha escrito es verdad. No sé qué teoría es esa. Nosotros no daríamos abasto a desmentir todo lo que se dice. Se sigue diciendo que yo repartía biblias a los soldados que iban al Congo. El otro día se hizo un relato periodístico de una reunión en Santa Teresa. Si nosotros nos ponemos a desmentir todo esto, más lo que se dice por las redes, no tendríamos otra tarea más que esa.
Este país tiene buenos teléfonos, los señores diputados también, los del Ministerio de Defensa funcionan. Pueden preguntar lo que necesiten saber y no tenemos ningún inconveniente en aclarar, sin dar tantas vueltas. Lo otro es el ladrido a ladrido; seguir dando manija a una especie bastante tramposa en el Uruguay.
Nosotros cambiamos. Vamos a ir a todos los lugares a los que nos inviten. Y estamos yendo a todos los lugares que nos invitan. Si mañana la francmasonería nos invita a su templo, iremos. Que les quede claro. ¡Cómo no! También vamos a ir. Sí. Vamos a ir a todos los lugares a los que se nos invite, porque el Ejército uruguayo quiere vincularse a la sociedad a la que pertenece con todas sus expresiones: deportivas, religiosas y demás.
Se acabaron otras épocas de ejércitos dependientes de un partido, de ejércitos construidos por un partido y al servicio de un partido, como reconociera el señor ex presidente Lacalle en un libro que hiciera el diputado Amado hace no mucho tiempo. Logró pocas cosas en su Presidencia. Una de ellas fue penetrar en las Fuerzas Armadas y, la otra, en la comunidad judía. Esto no lo digo yo; lo han dicho altas autoridades partidarias, como una cuestión histórica. Si no eras colorado no entrabas ni por orden del juez. Esto no estaba dirigido a los tupamaros, ni al Frente Amplio; estaba dirigido a los blancos que dos por tres se iban se iban para las cuchillas.
Cuando don Luis Alberto de Herrera fue por primera vez al Parlamento fue muy mal recibido, entre otros, por un tal Manini. En la versión taquigráfica figura diciéndole: “A usted lo trajeron acá las chuzas revolucionarias”. Luis Alberto de Herrera, que era muy joven, le respondió: “Y a usted las bayonetas cuarteleras”. Eso pertenece a la historia del Uruguay, como todo lo que estuvimos hablando acerca de las religiones.
Creo que hoy en nuestras Fuerzas Armadas hay más parroquianos de la religión a la que pertenece la señora diputada Susana Andrade que de la iglesia católica. Es gente muy humilde. Debo tener bajo el mando varios paes y pronto tendré maes, porque las mujeres están entrando a las Fuerzas Armadas.
Nosotros cambiamos. El mundo cambió. Estamos presenciando una guerra religiosa en la frontera de Armenia; hace pocos días, hoy, estamos presenciando esto en el mundo. Hace unas horas, el Congreso de Estados Unidos comenzó su sesión orando. ¿Cómo podemos ignorar lo que está pasando y decir que nos abstenemos porque tenemos dudas? ¿Cómo podemos decir que no nos metemos en cuestiones religiosas? El Ministerio de Defensa está estudiando profundamente cuestiones religiosas que hoy están en la base explicativa de guerras tremendas que nos están aquejando y que hace poco generaron una víctima en el Uruguay, ante la sorpresa de los uruguayos. Yo declaré que me sorprendía de que los uruguayos se sorprendieran, porque cada pocos días la prensa -no la nuestra, sino la del mundo- informa de la acción de un llamado lobo solitario. Poco antes de lo que sucedió en Paysandú, en Ontario un tipo de estos apuñaló a un soldado que estaba de custodia -como los Blandengues en el Mausoleo de Artigas- en un monumento y lo mató. ¿Cómo ignorar que eso está pasando? ¿Cómo ignorar que se practica bajo capa o en representación de una de las tantas versiones de una de las religiones más grandes del mundo? No estamos hablando de pavadas. Acá será hegemónica la religión católica, pero no maneja tantos millones de habitantes que la practiquen como la religión musulmana. Y sigue creciendo.
Entonces, ¿cómo vamos a permanecer ajenos a esa cruda realidad, integrando nada más y nada menos que el Ministerio de Defensa Nacional y teniendo misiones de paz que están enclavadas en lugares como el Sinaí? Fíjense qué lugar. O en las fronteras del Congo, donde ya hay combates con tropas yihadistas. Allí participan efectivos de nuestra Fuerza Aérea.
¿En qué planeta creemos que estamos viviendo? ¿En qué mundo? Yo sé bastante -poco interesa- cómo todo fue derivando en esto. Lo cierto es que son cuestiones religiosas las que hoy enfrentan los seres humanos. Viejas colectividades cristianas son perseguidas hasta la muerte en los desiertos de Siria e Irak. Son perseguidas otras condiciones religiosas en el Cáucaso. ¿O me estoy equivocando? Pueden no ser tan viejos los genocidios; pueden volver en cualquier momento; los estamos viendo en marcha. Detrás de ellos hay religiones militantes, muy militantes.
Entonces, el Ejército respeta la laicidad. Nuestra voluntad es esa. Obviamente, no queremos tocar un ápice el concepto de laicidad, nos parece excelente, pero estamos cambiando en el sentido de que queremos que nuestras Fuerzas Armadas salgan de adentro de los cuarteles, donde las recluyó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, que hoy sigue diciendo: “Disuélvanse, que de la guerra nos hacemos cargo nosotros. Ustedes háganse cargo nada más que de la seguridad interna”.
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