“Indignidad playera” lleva como título la columna de Washington Abdala, en donde se entremezclan el humor, la crítica, y la reflexión, sobre el comportamiento uruguayo en las playas.
“Tengo una relación de amor y odio con ‘enero’ fruto de las idas a la playa. Hay días en que la arena me cansa mucho pero la disfruto; hay otros en los que voy domado como una vaca al matadero. La playa requiere de cierta preparación mental, no debería tomarse a la ligera.
En el fondo, me pone mal cuando hay demasiada gente en la costa. No creo que sea algún trastorno psicológico mío, es que me agota la muchedumbre y el pegoteo humano, y eso que en Uruguay no es como en otros países donde la distancia corporal con otras personas es nimia. Los porteños en esto son una mala influencia, ellos se trepan entre sí, y como acá les copiamos, eso también ahora está de moda.
Ver personas comiendo de todo en las playas es algo que me produce cierta incomodidad (por ser elegante con las palabras). Me van a perdonar, pero esa costumbre de sacar la heladerita, empezar a armar los sandwichitos, buscar el salame allí mismo, cortar el tomate al viento, meterles mayonesa, y todo eso con el sol que te parte la bocha, en medio de la suegra insolada y algún sobrino que se pierde (y hay que empezar a aplaudir como si estuvieras viendo a Julio Bocca) insisto, se parece más a una tarde en el Comcar que a algo disfrutable.
Ni que hablar de los niños que siempre molestan en la playa con el tema de la arenita. Nadie lo dice porque queda mal, pero es la verdad: ¡Tor-tu-ran! Te saltan por arriba, te ensucian la toalla, te piden que juegues con ellos, demandan que les compren de todo y les tenés que poner «sonrisita» porque los padres creen que son una divinura esos diablillos. Y cuando arman su castillito inmundo, deforme y que parece una pesadilla, van y vienen, y si te invitan a verlo, no hay manera de no colaborar con esas construcciones memorables. ¡Y si no lo hacés los padres te ponen caras! ¡Divino el castillito mi amor!
Otro asunto que me afecta en es cuando las damas que tienen más de cuarenta años se ponen las dos piezas y caminan creyendo que son Taylor Swift. Humm…. O los de mi género que se meten una «zunga» (traje de baño chiquito pegado al cuerpo) con todo el asunto apareciendo de manera grotesca. Humm… Agresiones innecesarias. No entiendo cómo esa gente no tiene un amigo que les advierta lo insensato de lo que hacen.
Los tarados que no saben poner una sombrilla son otro ejemplar que uno los ve venir apenas llegan. Instalan la sombrilla sin introducirla a fondo, y apenas sopla un vientito, uno sabe que podés terminar tuerto por la ineptitud de estos crotos. Gente que no debe saber hervir ni fideos en una olla.
Y los que me sublevan son los «garroneros», esos que vienen tan campantes en dos chancletas y una remerita de la mano, y de la otra viven enganchados con su noviecita nueva (siempre están frotando, además) y te piden sueltos de cuerpo- si les podés cuidar sus porquerías un ratito, mientras ellos deambulan cual libélulas con la nena. Vos te querés ir y seguís de guardabosques de los cachivaches del novio de América. Unos cretinos.
Merece una línea aparte el vendedor de helados de la playa: un ser jodido si los hay, que siempre tiene los helados medio derretidos y que posee mal carácter eterno. ¿Nos envidia a los que estamos lagarteando mientras él labura? ¡Elegí otro laburo flaco, no me partas la vida con tu mala onda! Te hubieras avivado y enganchabas en alguna empresa de las mil de Ancap, allí la fiesta duró hasta hace poquito. ¡Gil!
Otros cronopios que merecen destaque son los que hace mini fútbol en la arena dura, estos creen que están en la final del mundo, sudan, gritan y si pisás la cancha es como tipificar un delito de lesa humanidad. Deberían aprender de los que hacen «paleta», son gente que no pega una, que las usan una vez en el verano, y luego será solo un recuerdo de algo que no debió suceder, pero todo con la mejor onda y sin paranoia de ningún tenor.
De cualquier forma, aprovechen la playa todo lo que puedan porque en cualquier momento nos cobran por tomar sol. Eso en el mundo funca y acá son capaces de pensar en ideas de ese tenor porque andan pelados y siempre le cobran a los mismo nabos de siempre. ¡Vamo arriba la celeste!”.
Fuente Imagen: www.viajeauruguay.com
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