“Esta frase se repitió en todo el mundo para recibir el 2016 el 1 de enero a las 00 hs. ¿Pero realmente es un año feliz el que nos espera por delante? Sería pesimista decir que no, pero también sería demasiado optimista decir que sí. El hombre es «todo posibilidad» decía Heidegger, y eso amerita que haya personas contentas y otras tristes.
Las familias sirias atrapadas en medio de una guerra que no patrocinaron ni iniciaron seguramente no tengan mucho que festejar. Los familiares de quienes perdieron su vida en Francia, Yemen, Kenia, Israel, Rusia por causa del fundamentalismo islámico, no deben haber pasado una buena velada de año nuevo.
El mundo se precipita hacia un lugar completamente desconocido. Hay incertidumbre en la macroeconomía de las naciones, crisis humanitarias, inmigrantes buscando refugio. La educación día a día se vuelve más elitista dejando una franja enorme de pobres y trabajadores con pocas o ninguna posibilidad de acceder a un puesto de trabajo con un salario digno. Por otro lado, las instituciones se resquebrajan, la política pierde credibilidad. Corrupción en Argentina, corrupción en Brasil, investigadoras en las empresas públicas de nuestro país. Cada vez se confirma más que el hombre y el poder son una relación perversa.
La Iglesia Católica salvaguardada por Francisco ha marcado un cambio importante, pero cuando Bergolio ya no esté, ¿dónde quedará todo? Aún existen fuertes resistencias conservadoras a las iniciativas papales. La Iglesia Evangélica, difícil de generalizar, pero al menos las más representativas que son las neopentecostales, se dirigen a una posición de la que no podrán salir fácilmente, al haberse asociado con la derecha política latinoamericana, trazando una línea de división difícil de revertir. El poder se devora al hombre, y este se devora a sí mismo en busca de más poder.
Nuestra concepción del tiempo nos impide apostar en proyectos a largo plazo, y nos hace ignorar el pasado histórico y la retórica del hombre en relación con el poder. Vivimos en un “eterno presente”, donde lo único que importa es el aquí y ahora, y todo lo que trasciende nuestro “ahora”, pierde valor.
Esta lógica de pensamiento no es «culpa» de un partido o de una inclinación política. Es la realidad en la que estamos sumergidos, producto de cambios epocales, supranacionales, más allá del alcance de los trabajadores. Tanto produces tanto vales. El viejo legado del utilitarismo de Jeremy Benthan está presente hoy en día más que nunca, a diferencia que ya no es el placer el sinónimo de utilidad, sino el dinero y por ende el «crecimiento» económico. Nadie escapa a esta realidad. Las relaciones amorosas duran en tanto sirvan al placer de cada quien, los amigos están cuando hay intereses de ambos lados. Las instituciones religiosas se sirven del dinero o el trabajo de sus fieles; las instituciones políticas de la militancia y el rédito electoral. Somos utilidad. Somos dinero en potencia, listo para ser explotado, consumido, etcétera. Nos servimos de esta lógica cuando nos es beneficiosa y nos quejamos cuando atenta contra nuestros intereses…Nadie está por fuera, no hay santos en este juego.
El 2016 nos espera con la interrogante de si hay esperanza para luchar por un mundo mejor. ¿Vale la pena? Me quedo con la frase de Borges:
‘Admiro a la gente que fue derrotada habiendo combatido sin esperanza alguna de vencer’”.
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