“Solo un Dios puede aún salvarnos”. La frase de Martin Heidegger es el punto de partida para la interesante columna de Adrián Aranda adrarcapp@gmail.com para Sociedad Uruguaya.
“Han pasado 49 años de que el filósofo Martin Heidegger (1889-1976) en una entrevista al semanario Der Spiegel dijera una de sus más recordadas frases: “Solo un Dios puede aún salvarnos”. Heidegger pronunció esta frase con relación a la tecnocracia de su época, que él veía había separado al hombre del verdadero sentido de su existencia, y legitimado las atrocidades de la primera mitad del siglo XX.
La generación de este filósofo, fue una generación que el auge del consumismo de los años ´20, la gran depresión de 1929 y los horrores de la guerra y la Alemania nazi. Las ideologías ateas del siglo XX habían encontrado legitimación de sus actos en la filosofía política que cada una de ellas defendía.
El hombre su había vuelto juez de sí mismo. La Ilustración había originado el marxismo, el utilitarismo y el contrato social. Estos movimientos filosófico- políticos habían encontrado en los discursos de la explotación, el máximo rédito económico y el consenso social, validación para el asesinato, la persecución ideológica y finalmente para la guerra.
Nuestros tiempos no son los mismos que los de Martin Heidegger, pero es menester preguntarnos: ¿Cuáles son las ideas que hoy legitiman nuestros actos? ¿Y qué características tienen nuestros actos contemporáneos? Michel Foucault (1926-1984) muy acertadamente dijo que “cada época tiene sus síntomas”, y la nuestra no es la excepción. Los síntomas de nuestra época no son nada nuevos, sino que están reapareciendo o resurgiendo. Junto con la posmodernidad y con el triunfo del capitalismo liberal de los años ´90, Occidente se ha vuelto una civilización plural y diversa como nunca antes, pero junto con esto, como respuesta, han surgido
grupos políticos, religiosos y culturales reaccionarios que promueven la violencia en todas sus formas: psicológica, verbal y/o física. Estos movimientos confunden la unidad con la uniformidad, y todo aquel que piensa o crea diferente es blanco de ataque. Sociedades dividas por ideas políticas en América Latina, Guerras civiles en Ucrania, El Estado Islámico en Irak y Siria, y el crecimiento de las sectas a nivel mundial, son algunos de los ejemplos que podemos nombrar.
Vivimos en una época que se caracteriza por enfatizar lo superficial en vez de lo trascendental; lo inmediato y fácil en vez de lo duradero; y esta exaltación de lo efímero también se ha trasladado a las relaciones humanas. Estamos cada día más conectados a través de las redes pero cada día más lejos los unos de los otros. La comunicación instantánea ha conectado nuestras facetas públicas pero nos ha ayudado a esconder nuestro “rostro privado”, que en última es quien realmente somos.
Las enfermedades mentales han aumentado enormemente, causadas en parte, por el aislamiento y la soledad que vivimos los hombres posmodernos.
La frase de Heidegger sigue vigente en nuestros días. “Sólo un Dios puede aún salvarnos”, porque es el único capaz de darnos una causa fuera del hombre capaz de legitimar el regreso de lo trascendental, de lo profundo, de lo estable y direccionar a la humanidad a un reencuentro con su propio sentido. No obstante, este Dios no puede estar sujeto a los marcos de una religión o de una institución, a gusto de consumidor o a las diferentes interpretaciones humanas que existen de los textos sagrados. Este Dios, antes de poder “regresar” al centro de nuestra existencia, debe poder aplastar la soberbia, ignorancia, y arrogancia de quienes hoy actúan dañinamente en “nombre de Dios”. Este Dios, no pedirá un consenso mutuo en la forma de pensar de los seres humanos, no legitimará la violencia por medio de la diversidad de ideas, sino que legitimará la unidad y el respeto por el diferente, y esta legitimación no será una idea o creencia, sino la Vida misma”.
Fuente Imagen: referentiel.nouvelobs.com
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