Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto
Comisión Permanente del Poder Legislativo.
Martes 27 de Enero de 2015.
Hoy, 27 de enero, se cumplen sesenta y cinco años de la liberación del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. Se conmemora el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto, ya que desde el año 2005, Naciones Unidas estableció el 27 de enero en recordación al día en que el Ejército Rojo ingresó y liberó el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau en Polonia. Entre las razones que fundamentaron la resolución de Naciones Unidas, figura que el Holocausto “tuvo como resultado que un tercio del pueblo judío e innumerables miembros de otras minorías murieran asesinados”, por lo que “será siempre una advertencia para todo el mundo de los peligros del odio, el fanatismo, el racismo y los prejuicios”. Y en nuestro país, formalmente en el año 2011 se aprobó la Ley 18768 en la que se establece oficialmente el día, se comete a las autoridades de la enseñanza la divulgación del programa 60/7 de Naciones Unidas y se mandata a los medios de comunicación oficiales a desarrollar información sobre esta conmemoración.
Ya el 17 de Abril de 2007, la Cámara de Representantes había dictado una resolución que tuvimos el honor de presentar para su consideración en los siguientes términos: “Proyecto de Resolución.- La Cámara de Representantes expresa su rechazo a cualquier pretensión que persiga negar los hechos históricos conocidos como el Holocausto del Pueblo Judío, que tanto dolor han causado al pueblo y a la humanidad entera.- Expresa su adhesión al ‘Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto’ todos los 27 de enero”.
A que obedeció esa reacción? ¿Por qué la Cámara trató y aprobó por unanimidad esta resolución? Porque reaccionábamos frente a la información sobre la realización de una conferencia internacional propiciada por un estado, Irán, para negar el Holocausto. Y hubo necesidad no solo de afirmar un concepto sino también, claramente, de reafirmar la posición política que Uruguay había tenido y tiene respecto a este tema.
Es importante señalar que la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la Resolución que citáramos anteriormente de 1º de noviembre de 2005, entre las consideraciones que están incluidas en el informe de la Comisión que designó el día 27 de enero como Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto, decidió instar “a los Estados Miembros a que elaboren programas educativos que inculquen a las generaciones futuras las enseñanzas del Holocausto con el fin de ayudar a prevenir actos de genocidio en el futuro”. Y continúa así: “3. Rechaza toda negación, ya sea parcial o total, del Holocausto como hecho histórico; 4. Encomia a los Estados que han participado activamente en la preservación de los lugares que sirvieron de campos de exterminio, campos de concentración, campos de trabajo forzoso y cárceles nazis durante el Holocausto; 5. Condena sin reservas todas las manifestaciones de intolerancia religiosa, incitación, acoso o violencia contra personas o comunidades basadas en el origen étnico o las creencias religiosas, dondequiera que tengan lugar”.
Luego de esta resolución de la 42ª Sesión Plenaria de las Naciones Unidas, adoptada el 1º de noviembre de 2005, tuvimos que asistir al lamentable episodio del patrocinio, por parte de un Estado Miembro de Naciones Unidas, de una conferencia que tiene el propósito de negar la veracidad del Holocausto. A raíz de esta circunstancia, el 7 de diciembre de 2006 el Secretario General de Naciones Unidas emitió una declaración en cuyos términos se “deplora cualquier conferencia cuyo propósito sea negar la realidad del Holocausto”.
Pero también en 2011 debimos reaccionar en el Parlamento y propiciamos el análisis de una resolución que declaraba el rechazo ante expresiones de un diplomático extranjero en nuestro País que obedeciendo a la posición oficial de su gobierno desacreditaba la verdad. Desde el Uruguay, aunque fuera para reiterar el concepto humano y solidario de rechazo a la pretensión genocida de hacer desaparecer un pueblo, su cultura, su religión y su contribución a través del tiempo a la realidad presente que todos integramos, es muy oportuna la ocasión de esta instancia parlamentaria.
En esa jornada que se recuerda se descorrió el velo que propició la saga impune de crímenes contra la humanidad que el nazismo ejecutó, teniendo como principal víctima al pueblo judío. El holocausto es un episodio histórico incuestionable sobre el cual Uruguay se expresó, siendo una de las primeras naciones que proclamó a los cuatro vientos su existencia y su rechazo. Con lamentable habitualidad tomamos contacto con informaciones que sugieren una grave vuelta atrás en la reflexión que la humanidad ha hecho sobre los horribles episodios del holocausto. Y también, con lamentable recurrencia, convivimos con situaciones de violencia y terror que se fundan en radicalismos, odios y exclusivismos y que no tienen ningún escrúpulo ante lo inhumano.
En estos días, las informaciones de amenazas a la dignidad de la vida, de la libertad de opiniones, del derecho a profesar un credo, de militar por la concordia, de buscar la cooperación y la búsqueda del equilibrio en la sociedad, muestran que estos hechos del pasado precedidos por señales para algunos poco perceptibles, pueden repetirse, y aún con mayor ferocidad. Cuando frente a estas señales, la reacción es tímida o mínima, o el fatalismo ante su ocurrencia las reconoce como un dato, una información y no como una amenaza se pierde la sensibilidad ante la gravedad y disminuye la capacidad de prevenir y reaccionar.
En nuestro país, en nuestra sociedad, construida por familias que llegaron formadas o que aquí se formaron con integrantes de variadas nacionalidades y orígenes raciales, culturales, geográficos y religiosos, convivimos con víctimas de diversas persecuciones que, lamentablemente, muchos seres humanos sufrieron durante el siglo XX, víctimas de genocidios organizados sobre la memoria sin memoria de episodios dolorosos cuya lejanía geográfica los hizo inverosímiles para muchos y cuya “ajenidad” racial los hizo poco graves para otros. Quizás por la naturalidad con la que nuestra sociedad fue asimilando a los inmigrantes que huían del sufrimiento, de la desesperanza, de la pobreza material y del dolor espiritual de la persecución, fue compasiva y respetuosa del silencio en el que los perseguidos guardaban sus tristes recuerdos y los acompañó en su duelo. Por la misma razón, porque ha sido una sociedad compasiva en el sentido de comprender y de padecer con ellos, ha sido una de las primeras del mundo en expresar formal, jurídica y orgánicamente su reconocimiento de los dolores infligidos a los pueblos perseguidos y anunció a los cuatro vientos la terrible realidad de los genocidios. El Holocausto ha sido uno de ellos. Lamentablemente no es el único, pero es un claro ejemplo del alcance que puede tener la condición humana puesta al servicio del odio, de la intolerancia, del desprecio a los derechos elementales a la libertad y a la vida. Nuestro Uruguay, que desde su insignificancia geográfica construyó una personalidad internacional en ocasiones deslumbrante, fue precoz en el reconocimiento solidario del sufrimiento del pueblo judío, y de ello debemos sentir orgullo. Por la misma razón, debemos reaccionar sin prejuicios ni condicionamientos circunstanciales frente a cualquier hecho que descubra que caen las defensas de una sociedad democrática y humanista, que disminuye su moral y que admitimos, aunque sea por omisión, que los enemigos de la tolerancia se parapeten detrás de mutiladas interpretaciones históricas para administrar odio y justificar intolerancia.
Samantha Power, hoy día representante de EEUU ante Naciones Unidas en su libro denominado “Problema infernal”, analiza la actitud que tuvieron algunos países, poderosos, frente a estos hechos, cuando estaban por ocurrir y cuando ocurrían, antes y después del Holocausto. Trazan allí algunos comentarios sobre el judío polaco Rafael Lemkin, quien tuvo a su cargo, a partir de 1921, convencido, la titánica tarea de llevar adelante la puesta de este tema encima de la mesa desde la visión jurídica. Rafael Lemkin, siendo muy joven y enterado de la muerte del genocida Talaat a manos de un huérfano armenio y poco después de que su hermano muriera en un monte cercano a su casa, de pulmonía y desnutrición, a consecuencia de la confrontación entre rusos y alemanes, en la Primera Guerra Mundial, cuando su casa granja fue despedazada por fuego de artillería, comenzó a trabajar obsesivamente en la promoción de la redacción de una ley internacional que impidiera que los gobiernos destruyeran deliberadamente grupos nacionales, étnicos y religiosos. Dense cuenta: en 1921 se impresiona por las circunstancias de la muerte del genocida turco Talaat; en 1921 un hermano muere de hambre escapando de una confrontación bélica y en 1929 Rafael Lemkin, quien luego fuera reconocido como el promotor incansable de la Convención para la Prevención y el Castigo del Crimen de Genocidio, comienza a luchar por una ley que no llegó a tiempo para impedir el genocidio que denominamos Holocausto y que mató, entre otros, a seis millones de judíos y entre ellos a su madre. No viene al caso relatar las vicisitudes que Rafael Lemkin debió vivir a lo largo de esas décadas, hasta que después del Holocausto, que algunos ponen en tela de juicio hoy día y quieren controvertir, logró que la comunidad internacional aprobara la Convención mencionada.
Él mismo definió este hecho como un “epitafio para la tumba de su madre” y “un reconocimiento de que ella y muchos millones no habían muerto en vano”. El pasado y sus realidades, que hoy algunos quieren rediseñar, enseñó a Lemkin a advertir su repetición y trabajar incansablemente para que ello no ocurriera. Ese pasado terrible de las persecuciones y crímenes lo aconsejó a la titánica tarea, que solo fructificó luego de la repetición que se consagró en el propio Holocausto.
También Hitler, paradójicamente, se aconsejó en aquel pasado para lanzar su criminal propósito, y en 1939 expresó a sus jefes militares en Oberzalsberg: “Fue a sabiendas y despreocupadamente que Gengis Khan mandó a miles de mujeres y niños a su muerte. La historia lo ve solo como el fundador de un Estado. (…) El objetivo de una guerra no es alcanzar determinadas líneas geográficas, sino aniquilar físicamente al enemigo. Es de esta manera como obtendremos el indispensable espacio vital que necesitamos. ¿Quién menciona ya la masacre de los armenios hoy en día?”.
La escritora que citamos, Samantha Power, recoge en el libro que he mencionado un ejemplo de Hitler y otro de Stalin que enervan la sensibilidad humana y que, lamentablemente, a pesar del avance de la legislación internacional, se han repetido hasta nuestros días. Relata que el primero, en una entrevista confidencial en junio de 1931 al diario alemán Leipziger Neueste, refiriéndose a la “gran política de reubicación”, mencionaba varios episodios de la historia: “Piense en las deportaciones bíblicas y las matanzas de la Edad Media y recuerde el extermino de los armenios. Se llega poco a poco a la conclusión de que las masas humanas son mera plastilina biológica”.
Por su parte, Stalin, firmando sentencias de muerte, decía: “(…) ¿quién va a recordar a toda esta caterva dentro de 10 ó 20 años? Nadie. ¿Quién recuerda ya los nombres de los boyardos de los que se deshizo Iván el Terrible? Nadie”. Lo cita Jonathan Glover en “Humanidad. La historia moral del siglo XX”. Estas pinceladas de la historia, que siguen cada tanto decorando el cuadro del horror, parecen mentira pero han llenado las páginas de nuestros periódicos cotidianos y contemporáneos las leemos nosotros 27 de enero de 2015 y hoy día todavía las leen nuestros hijos: Camboya, Irak, Bosnia, Ruanda, Srebrenica, Kosovo, ataques terroristas en nombre de un credo y del odio al prójimo, ejecuciones ejemplificantes para desatar la dinámica del miedo que vemos a diario. No solo corremos el peligro de que la historia deje de enseñar para algunos enajenados, sino el de que sobre ella se quiera construir un infame desmentido de la realidad, quizás para justificar, en otros casos, la teoría rediviva del “espacio vital”. Por estas razones, creemos que no es en vano recordar el Holocausto, reverenciarnos ante sus víctimas y reconocer en él un motivo para esforzarnos por la paz, la tolerancia, el respeto a la dignidad humana y a la diversidad, y que se adecua al momento una expresión política franca de condena no solo a los episodios del pasado, sino también al revisionismo desprejuiciado que puede justificar su repetición. No recordamos el Holocausto para que los nazis no vuelvan a matar millones de judíos en la Alemania de mediados del siglo XX, sino que recordamos el Holocausto para que, hoy y mañana, ni aquellos ni otros se atrevan a justificarlo, y cuando no a hacerlo, con los judíos, con otros seres humanos, o con nosotros mismos.
El académico Gerardo Caetano en un trabajo preparado especialmente para esta ocasión, publicado en Noticias de la Comunidad Israelita, expresa lo que repetimos aquí “A la luz de los acontecimientos que hemos seguido presenciando luego del Holocausto y que lamentablemente llegan al presente más actual, no resulta necesario estar de acuerdo en su conjunto con la interpretación de Bauman sobre el nacionalsocialismo y el Holocausto para coincidir, sin embargo, con el signo inquietante de su advertencia. La misma resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas para que la “Recordación del Holocausto” sirva de advertencia preventiva y universal frente al peligro de un nuevo genocidio se inscribe en la misma línea de preocupaciones.
Por eso mismo, ante los inmensos retos del presente, mantengamos y profundicemos estas convicciones. No cedamos a la confusión a la que nos quieren arrastrar los victimarios de hoy. Sin ingenuidades ni retórica facilista y distante, sin idealismos vagos y tranquilizadores, no tomemos el atajo infértil del “choque de civilizaciones” o de las polarizaciones belicistas. No perdamos la primacía moral y humanista de la lucha eterna contra el terrorismo y la discriminación, vengan de donde vengan y cualquiera sea quien los perpetre. Luchemos más que nunca y con todas nuestras fuerzas contra este escándalo ignominioso del renovado antisemitismo, esa lacra que se inició antes de Cristo y del Islam. Y hagámoslo desde compromisos radicales y universales contra todo avasallamiento de derechos e identidades, buscando las bases de un ecumenismo moral de nuevo cuño, que pueda acomunarnos en ideas y valores esenciales compartidos, no solo más allá sino desde nuestras diferencias.” Concluye Caetano en “A setenta años del cierre de Auschwitz: la imperiosa necesidad de renovar compromisos”.
Por estos motivos creemos que es muy bueno que la Comisión Permanente conmemore esta fecha y que también haga referencia a un rechazo claro y contundente a cualquier pretensión conducente a negar los hechos históricos conocidos como el Holocausto del pueblo judío, expresando la adhesión de este Cuerpo al Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto, que se celebra todos los 27 de enero.
Esta conmemoración constituye un acto de homenaje respetuoso a las víctimas del Holocausto del Pueblo Judío, pero desde ella constituye un compromiso para contribuir, por los medios que sea, a su conocimiento, a la advertencia a las muchas veces incauta comunidad internacional que reacciona tarde ante las señales de intolerancia, sobre la necesidad de una memoria activa y preventiva.
Jan Karski, un sacerdote católico que se infiltró en uno de los guetos de Varsovia, sobre fines de 1942, escapó llevando infinidad de documentos microfilmados que evidenciaban la cruda realidad y los mostró en Europa y Estados Unidos. Fue portador, además, del mensaje desesperado del líder del grupo Bund Socialista Judío de Polonia, León Feiner, que asistía desgarrado a la apatía del mundo frente a estos hechos en los siguientes términos: “Todos nos estamos muriendo aquí; que los judíos de los países aliados mueran también. Que se agolpen en las oficinas de Churchill, de todos los dirigentes y dependencias importantes ingleses y estadounidenses. Que convoquen a una huelga de hambre en las puertas de los más poderosos, sin retirarse hasta que nos crean, hasta que se comprometan a rescatar a nuestra gente que aún vive. Que sufran una muerte lenta mientras el mundo los observa. Quizás esto sacuda la conciencia del mundo”. El mismo Karski, corresponsal del horror, viajó a Estados Unidos y se entrevistó con el Juez de la Suprema Corte, Félix Frankfurter, quien después de escucharlo, le respondió: “…No le creo…” y cuando Karski reaccionó frente al comentario, el Juez le insistió: “…No quiero decir que Usted mienta, solo digo que no puedo creerlo…”.
Quien puede decir hoy día que no puede creer lo que ve en las pantallas de la televisión que muestran la realidad al instante. Esa realidad contemporánea nos interpela y nos obliga, no solo en esta fecha, sino en cada instante”.
Fuente Imagen: 71.uy