Este Domingo 12 de octubre, la Arquidiócesis de Montevideo, al igual que todas las Diócesis del país, celebra una “Jornada de oración por la Patria y los futuros gobernantes”.
En el marco de esta particular Jornada, asistieron a la Catedral Metropolitana para compartir un momento de oración junto al Arzobispo de Montevideo, Mons. Daniel Sturla, el Presidente de la República, José Mujica, al candidato a la Presidencia del Partido Independiente, al Ministro de Educación y Cultura, Ricardo Ehrlich y el diputado nacionalista Javier García así como representantes de las religiones judía, musulmana, cristiana y afroumbandista.
El Arzobispo de Montevideo dirigió unas palabras a los presentes y explicó que le pareció oportuno que en Montevideo esta invitación se concretara “en una celebración abierta a las diversas expresiones religiosas de nuestra ciudad para que, rezando a Dios desde la fe de cada uno, diéramos un signo de unidad y de paz en nuestra patria”.
Mons. Sturla destacó que “nuestra historia sabe de encuentros y desencuentros entre orientales, pero apostamos por la paz y la sana convivencia en la sociedad plural que conformamos”. Recordó, en este sentido, que en la propia Catedral Metropolitana se encuentran la pila bautismal de José Gervasio Artigas así como los restos de los héroes Juan Antonio Lavalleja y Fructuoso Rivera, quienes “fueron amigos, compadres, pero también durante muchos años adversarios y enemigos”.
El Arzobispo de Montevideo aseveró que “la nuestra es una patria de cercanías, una comunidad espiritual y no sólo física, ha sido casa acogedora para nuestros antepasados y lo sigue siendo hoy en día. Las diversas denominaciones religiosas en este suelo convivimos en paz y en el respeto mutuo y somos forjadores, con los no creyentes, de este Uruguay que queremos”. No obstante, admitió que “siempre está en el corazón humano la tendencia a la discriminación, a la intolerancia, a considerar al que piensa distinto un enemigo” pero –sostuvo- “frente a ello está nuestra responsabilidad delante de Dios y de los hombres de ser artífices de paz”. “Este es el espíritu que queremos preservar entre nosotros. Sabemos que la paz, la convivencia armoniosa en una sociedad, no es algo adquirido para siempre sino que se trata de una construcción diaria, a veces trabajosa, donde la justicia y el perdón, el mirar al otro, al distinto, como un hermano, nos enaltece, nos hace crecer como seres humanos”, subrayó Mons. Sturla.
Al culminar su alocución, el Arzobispo invitó a los presentes a “elevar nuestro corazón y nuestra mente a Dios, desde la fe de cada uno, o adentrarnos en nuestra propia conciencia, rezando o pensando en nuestra patria, en nuestra gente, de un modo especial en nuestros niños y en nuestros viejos”.
Luego de estas palabras del Arzobispo hubo cantos, se encendieron velas por parte de los representantes religiosos y se propició un tiempo de silencio para la oración personal.
Palabras del Arzobispo de Montevideo, Mons. Daniel Sturla
Oración por la patria y los futuros gobernantes
Domingo 12 de octubre de 2014
Sr. Presidente de la República Don José Mujica
Sr. Ministro de Educación y Cultura Ricardo Erlich
Sres. Legisladores
Sres candidatos
Sres. Representantes de las diversas tradiciones religiosas: Sres Rabinos y representantes de la Colectividad Judía; Señor Imán, representante de la comunidad musulmana, señora representante de la religión afroumbandista. Sres. representantes de las Iglesias y comunidades Cristianas:
Estimados amigos y amigas:
Este templo, iglesia matriz y catedral de Montevideo, se regocija hoy por la presencia de todos ustedes. Entre todos los tesoros de memoria histórica que aquí se encuentran está la pila bautismal donde recibió su bautismo hace 250 años el prócer de la patria General Artigas. Aquí están enterrados varios de nuestros héroes. Muy cerca una de la otra están las tumbas de Juan Antonio Lavalleja y Fructuoso Rivera. Fueron amigos, compadres, pero también durante muchos años adversarios y enemigos. Nuestra historia sabe de encuentros y desencuentros entre orientales, pero apostamos por la paz y la sana convivencia en la sociedad plural que conformamos.
La nuestra es una patria de cercanías, una comunidad espiritual y no sólo física, ha sido casa acogedora para nuestros antepasados y lo sigue siendo hoy en día. Las diversas denominaciones religiosas en este suelo convivimos en paz y en el respeto mutuo y somos forjadores, con los no creyentes, de este Uruguay que queremos.
Realizamos diversos aportes a nuestra patria desde lo educativo, lo asistencial, la promoción social, el trabajo con los hermanos más desfavorecidos de nuestro país, pero nuestra contribución más fundamental tiene que ver con la pregunta que palpita en el corazón de todos los hombres, sobre nuestro origen y nuestro destino, por qué y para qué existimos; o aún más: “¿Por qué existe algo en vez de nada?”.
Desde nuestras diversas tradiciones religiosas contemplamos y anunciamos, ofrecemos nuestra respuesta que abriéndonos a la trascendencia nos lleva al mismo tiempo a la práctica de la virtud y al amor de los unos para con los otros, un amor que quiere ser compasivo con el que más sufre.
Los Obispos de la Iglesia Católica del Uruguay en la asamblea que realizamos en agosto de este año vimos la conveniencia de invitar a los fieles a participar de una jornada de oración por la patria y los futuros gobernantes ante la inminencia de las elecciones nacionales.
Me pareció oportuno que esta invitación se concretara, en Montevideo, en una celebración abierta a las diversas expresiones religiosas de nuestra ciudad para que, rezando a Dios desde la fe de cada uno, diéramos un signo de unidad y de paz en nuestra patria.
Siempre está en el corazón humano la tendencia a la discriminación, a la intolerancia, a considerar al que piensa distinto un enemigo; frente a ello está nuestra responsabilidad delante de Dios y de los hombres de ser artífices de paz.
El Profeta Isaías decía con bellas palabras que hemos escuchado, de aquellos que se dejan guiar por el Señor:
De sus espadas forjarán arados,
De sus lanzas podaderas…
No alzará la espada pueblo contra pueblo,
No se adiestrarán para la guerra.
Este es el espíritu que queremos preservar entre nosotros. Sabemos que la paz, la convivencia armoniosa en una sociedad, no es algo adquirido para siempre sino que se trata de una construcción diaria, a veces trabajosa, donde la justicia y el perdón, el mirar al otro, al distinto, como un hermano, nos enaltece, nos hace crecer como seres humanos.
Me permito citar al Presidente de la República, que en el acto patrio celebrado en Florida el pasado 25 de agosto dijo:
“Hoy es un día de estar juntos y, mucho más, con desafíos electorales por delante, porque dentro del país están, en todo caso, los adversarios, no los enemigos. Y la nación precisa, por encima de todo, unidad nacional en sus luchas, en sus desafíos, hoy, y mucho más mañana.”
A su vez los Obispos de la Iglesia Católica del Uruguay en la exhortación para este día decíamos:
“Los uruguayos no somos únicamente “habitantes” de esta tierra. Tradiciones y memorias definen nuestros rasgos propios. Y entre debates, sueños e iniciativas, elegimos a quienes nos gobiernan, expresando con este gesto nuestra condición de ‘ciudadanos’.
En la piel y en el alma palpita nuestra condición de “seres políticos”, porque convivimos en la “polis”, en ciudades, villas, pueblos, en la campaña, cobijados bajo un mismo cielo. Además nos comunicamos y buscamos acuerdos. Las instituciones de cada barrio o zona prestan servicios a los vecinos y todos contribuyen al bien de todos…
La mayor expresión de nuestra vida democrática la constituyen las elecciones nacionales, cuando corresponde elegir a quienes tendrán el honor y la ardua responsabilidad de gobernar el país, elaborar sus leyes y buscar consensos.
Soñamos y luchamos para que este país sea un lugar donde la vida humana y de cada familia valgan más que una hectárea de campo, una cuenta en el banco, un título universitario o una particular habilidad. Y para que las aspiraciones juveniles no se colmen únicamente con un celular, la moto o un título para hacer plata.
No ocultamos nuestra pequeñez ante la inmensidad del universo y la magnitud global e internacional de los conflictos. Pero nos atrevemos a suplicar luces y corazón grande para que en los oscuros escenarios se enciendan rumbos de justicia, libertad, verdad y solidaridad.”
Por eso la invitación que les hago en este mediodía es a elevar nuestro corazón y nuestra mente a Dios, desde la fe de cada uno, o adentrarnos en nuestra propia conciencia, rezando o pensando en nuestra patria, en nuestra gente, de un modo especial en nuestros niños y en nuestros viejos. Que estos minutos que estamos viviendo entre música y silencio, puedan ser provechosos para nosotros y para todos los ciudadanos de este suelo.
Fuente Contenido e Imagen: Conferencia Episcopal del Uruguay. http://iglesiacatolica.org.uy
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