Compartimos el trabajo de la escritora mexicana Cecilia Durán Mena, en esta ocasión bajo el título “Obsesión infinita”, desnudando el alma y la creatividad de Yayoi Kusama. Deseamos que los lectores de Sociedad Uruguaya lo puedan disfrutar.
“El asedio de una idea que se necesita repetir una y otra y otra vez, la perturbación anímica que puede martirizar a la mente por la fuerza de su persistencia, en general, causa desasosiego, inquietud…miedo. Es difícil pensar que una angustia puede engendrar belleza o que de un dolor puede germinar una sonrisa. El martilleo mental de Yayoi Kusama lo logra.
Yayoi Kusama es una artista plástica japonesa que ha experimentado alucinaciones y pensamientos severamente obsesivos desde que era una pequeñita. Fue educada en un ambiente familiar próspero y conservador, sin embargo, manifestó tendencias suicidas y confiesa haber padecido de abuso físico por parte de su madre. Es difícil imaginar que en medio del dolor brotaría belleza, sin embargo, ella lo consigue transformar.
El genio artístico contenido en esta mujer con cara de muñequita de porcelana, se rebela ante la autoridad y la severidad. Eleva el pincel, toma material entre sus manos y le da cause a las figuras que se repiten sin cesar dentro de su cabeza. Pinturas en las que representa Redes infinitas, lienzos asombrosos en los que pinta patrones rítmicos que se reiteran en forma incontrolada, o esculturas blandas en las que da forma a Acumulaciones de objetos cotidianos como bolsos, sillas, escaleras, pasamanos, zapatos rellenos de tela.
Para Kusama cualquier obsesión es una oportunidad para generar algo bello. Su necesidad exagerada por repetir la hace fijar ideas tormentosas como la compulsión por comer, por guardar objetos, por el sexo, la lleva componer obras artísticas que generan atracción de inmediato. Al pasar por las manos de Yayoi: los objetos sufren una transformación curiosa: al tiempo que se nota la angustia de la autora, se crea magia en el espectador. La gente frente a sus creaciones sonríe.
Desde 1973, Yayoi Kusama vive por voluntad propia en una institución psiquiátrica. En su cotidianidad se apega a rutinas específicas. Despierta, desayuna, sale rumbo a su estudio y ahí sigue creando, se queda hasta que la luz de la tarde declina y entonces vuelve a su refugio a descansar. La radicalización que ella muestra en sus obras es, según ella misma lo manifiesta, una necesidad de desmaterializar, de acabar de una vez por todas con una idea que la obsesiona y para lograrlo, la repite hasta el desgaste.
Su obra es el contrapeso de una gama de innovación y reinvención formal que le permite compartir con la humanidad, de forma estética, la necesidad de colocar tantos puntos que nos hace reflexionar en lo infinito, en lo que no se termina, en aquello que por fin parece estarnos dando un descanso momentáneo, pero que volverá a aparecer tarde o temprano.
Kusama opta por la belleza en vez de la desesperación. Prefiere renovar el contacto con sus instintos más radicales a través de instalaciones inmersivas y obras en colaboración que la convierten en la artista viva más célebre de Japón.
Yayoi Kusama comparte esa ofuscación que la atormentó desde pequeña cuando veía puntos por todos lados y estos sustituían el paisaje real y luego formaban parte de él. Durante setenta años ha jugado con su obsesión para crear pintura, escultura, fotografía, cine, artículos de moda y lujo. Ese proceso de cubrir con puntos las superficies ella lo llama Obliberation, es decir, la combinación entre la obsesión y la liberación. Una que en la mente de Yayoi Kusama parece ser infinita”.
Fuente Imagen: www.paintingandart.com
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