Frente al debate que se viene instalando en nuestra sociedad relacionado a si bajar o no la edad de imputabilidad de los adolescentes, a los efectos de ser juzgados penalmente como adultos, queremos dar a conocer nuestra voz sobre el tema.
Como Uds. ya conocen el Movimiento Tacurú es una Obra Social Salesiana cuya misión ha sido, desde su creación hace más de 30 años, trabajar en la educación de niñ@s, adolescentes y jóvenes de nuestros barrios, acompañando y animando la construcción de su Proyecto de Vida. Este camino, lo comenzamos yendo al encuentro de la comunidad en diferentes barrios, valorando y comprometiéndonos con la expresión de las múltiples formas culturales allí presentes, buscando acompañar a través de estos escenarios la construcción de los sueños de muchos jóvenes, sueños que vimos renovarse y crecer en el día a día, sueños que a partir del encuentro nos muestran que todos tenemos algo para dar y recibir, para aprender o para enseñar.
Somos testigos de miles de historias de vida donde el encuentro de alegrías compartidas, el dolor por la muerte y las pérdidas, nos sorprenden y nos enseñan que aún ante la mayor adversidad y vulneración de derechos, es posible salir adelante sin perder la capacidad para sobreponerse y vivir con optimismo su tiempo. Muchas historias con las que se podrían llenar diarios, informativos televisivos o locuciones radiales, de las que a veces muy poco se sabe.
Lo que sí es preocupante de manera sistemática, es la asociación con signos negativos que se hace en forma recurrente de la población de los barrios castigados por la pobreza con el sentimiento de inseguridad de la población en general, aspecto magnificado por los medios de comunicación existentes.
Comprender el entramado particular de la relación entre la pobreza, la familia que crece condicionada por este escenario y los hijos: niños y adolescentes que allí nacen, viven y transitan su desarrollo en relación a los acontecimientos de inseguridad, nos hace pensar nuevamente como organización, en la responsabilidad social que todos los ciudadanos e instituciones tenemos a la hora de comprender y actuar sobre los desequilibrios sociales pautados por largas trayectorias históricas de modelos económicos que durante décadas no pudieron resolver de forma adecuada el acceso y la garantía de todos los uruguayos al uso adecuado de sus derechos.
Es a través de esta construcción imaginaria que se van dejando profundas huellas en la identidad de la gente en discursos que por lo dominantes son vivenciados como “verdades absolutas” utilizando sutiles mecanismos de violencia que aturden nuestros oídos, ciegan nuestros ojos y que extrañamente ya no nos sorprenden.
Vemos con gran preocupación que se instale desde el discurso adulto céntrico que caracteriza a nuestra cultura un énfasis en el comportamiento de los adolescentes y su asociación directa con las situaciones de inseguridad de nuestra sociedad, los cuales parecerían estar fuera de control y ser casi el problema central de la misma, a través de un planteo que simplifica la realidad buscando resolver el problema complejo de la seguridad pública con penas de cárcel para niños y adolescentes, solución que atiende al síntoma pero se olvida de las causas que lo provocan.
Nuestra experiencia institucional nos dice que el camino de la represión no transforma la humanidad del individuo ni lo particular de su esencia, es la educación, la educación en la familia, la educación en el barrio, la educación en la escuela, la educación a través de los medios de comunicación, la herramienta necesaria para el cambio.
Somos testigos de incontables situaciones de adolescentes que a través de los espacios educativos creados para su atención han podido resignificar de forma positiva su vida generando transformaciones importantes en su sentir, pensar y actuar generando para si y para otros escenarios de vida muy diferentes a los transitados desde su niñez. Por ello no compartimos la idea de trasladar al sistema penal la responsabilidad de resolver los problemas sociales existentes, pues entendemos que esto solo puede generar más exclusión, más prejuicios y una diferencia intergeneracional innecesaria e insalvable.
La solución, para nosotros, debería ser pensada seriamente en el conjunto de la sociedad generando espacios de debate genuinos, con informaciones serias y probadas.
La tarea requiere de todo nuestro esfuerzo, acompañando y garantizando en la trayectoria de vida de la niñez y adolescencia de nuestro país el uso de sus derechos. Acompañando el descubrimiento y desarrollo del potencial que todos tenemos dentro.
Nuestro trabajo en el barrio con la red de instituciones, con los niños, adolescentes y jóvenes que nos acompañan diariamente, nos da la confianza y la certeza para decirles que es posible otra realidad, que no es necesario seguir reforzando estigmas que no ayudan a la integración social y que es visible la transformación si dedicamos los recursos y el tiempo necesario para educar correctamente lo imprescindible para la vida.
Es fundamental comprender que se requiere invertir aun más en políticas sociales orientadas al apoyo de la función familiar, al apoyo de las organizaciones educativas estatales y privadas, al apoyo del trabajo en la convivencia barrial, a trabajar mejor los procesos y en conjunto las planificaciones y ejecución de dichas políticas entre todos los actores que integramos el tejido social de la persona.
Es necesario mejorar las oportunidades, brindando escenarios de confianza que permitan la transformación de las conductas sin que pese el estigma del no se puede. Y sobre todo, aceptar el desafío y la responsabilidad de que esta realidad no nos es ajena y que nuestra participación no solo nos involucra a través de votar o no una acción legislativa.
Nosotros podemos y tenemos que actuar desde el lugar y el rol que ocupamos en nuestra sociedad, en nuestro trabajo, en nuestra familia, aceptar el compromiso de construir el mejor lugar para todos y aun mas, un mejor lugar para los que vienen…. pensado desde la oportunidad del disfrute, la integración de diferencias, la aceptación y valoración de lo diverso, y la generación de confianza en el otro donde el mismo al descubrir su potencialidad transforme su vida propia y la de todos.
Movimiento Tacurú.
Fuente Imagen: www.logoteca.uy