Mientras el Parlamento se apresta a dar los últimos retoques al proyecto de tenencia responsable de armas, el Observatorio sobre Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior dió a conocer los datos cerrados del año 2013, destacando la incidencia del uso de las mismas en los homicidios.

Transcurrido un plazo prudencial de tiempo -inevitable lapso que necesita el sistema para que los datos se asienten y puedan ser procesados con rigor cientifico- el director del Observatorio, Lic. Javier Donnángelo, presentó el informe cerrado del pasado año 2013 y su comparativo con los años inmediatos anteriores. Acompañando los mismos, un breve informe analiza el comportamiento delictivo que sufrieron los uruguayos en el 2013, ensayando algunas razones que explicarían dichos resultados.

Los homicidios mostraron una cifra ligeramente inferior, y sigue siendo el uso de armas de fuego el factor principal que interviene en la dilucidación de los mismos. Las rapiñas abandonaron la tendencia de desaceleración que venían experimentando en los años inmediatos anteriores, con un visible desplazamiento de los blancos u objetivos de las mismas que explicarían la razón del incremento, según reseña el informe. Respecto a los hurtos, mantienen estabilidad con los datos inmediatos del año 2012, registrando un incremento marginal sin mayor incidencia para el análisis.

A continuación el informe:

BREVES COMENTARIOS A PROPÓSITO DEL INFORME ANUAL 2013

Lic. Javier Donnangelo

Director División Estadística y Análisis Estratégico

Ministerio del Interior

HOMICIDIO

Durante 2013 se produjeron 260 homicidios en todo el territorio nacional, una cifra ligeramente inferior a la que se verificara durante 2012 (267 casos). En lo esencial, pues, el número de homicidios se ha mantenido estable entre ambos años. Aunque esta estabilidad se produce en niveles relativamente altos para la tendencia histórica en el país, los valores correspondientes a 2013 no difieren apreciablemente de cifras verificadas en el país durante épocas recientes. Así, durante los años 1997 y 1998, se produjeron, respectivamente, 243 y 244 homicidios en Uruguay, es decir, apenas unos 15 casos menos que los acontecidos el año pasado. Cabe agregar, por lo demás, que durante la década del noventa los sistemas de registro y producción de información estadística eran muy rudimentarios, no existiendo redes informáticas con alcance nacional y empleándose, por tanto, procedimientos esencialmente manuales para la elaboración de estadísticas. No es en absoluto imposible, en este sentido, que de las cifras correspondientes a dicho período hayan sido omitidos algunos casos, con la consiguiente subestimación del verdadero número de hechos ocurridos por entonces.

En términos relativos a la población del país, los 260 casos acontecidos durante 2013 representan una tasa de 7,9 homicidios cada 100.000 habitantes1. De acuerdo a los últimos datos divulgados por las Naciones Unidas (2011), esto ubica al Uruguay apenas por encima del promediomundial (6,9 por 100.000), y muy por debajo del promedio de las Américas (16 por 100.000).

Desde el punto de vista territorial, se observa una fuerte concentración de los homicidios en un conjunto muy reducido de Departamentos, con al menos 8 Departamentos en los que el número de homicidios no excedió de 2 casos durante 2013 (y otros 5 en los que no sobrepasó a 3 muertes).

En cuanto a las dinámicas subyacentes a los homicidios, algunos hechos a destacar son la disminución en la participación de autores menores a 18 años, que pasó de 38 en 2012 a 26 durante 2013. El valor correspondiente a 2013 fue, a su vez, idéntico al verificado durante 2011. Esto sugiere que el ligero incremento que han experimentado los homicidios entre 2011 (199 casos) y 2013 (260 muertes), no puede ser explicado en términos del aumento de las muertes causadas por adolescentes, dado que el número de éstas fue exactamente el mismo durante 2011 que durante 2013, a pesar de que entre estos dos años el número total de homicidios se incrementó en 59 casos.

Adicionalmente, los homicidios cometidos por menores no exceden el 21% del total de homicidios, con independencia de que se consideren todos los casos o solamente los aclarados3. Parecería, en este sentido, que aun si se lograra abatir fuertemente la participación de adolescentes en este tipo de hechos (un objetivo plenamente deseable), el número total de homicidios no sufriría variaciones de gran entidad.

En cuanto a las circunstancias precipitantes de los homicidios, se observa un predominio de situaciones en que las víctimas tenían profusos antecedentes penales y, adicionalmente, el “modus operandi” de los autores sugiere la presencia de formas de actuación criminal relativamente organizadas, con mayores niveles de premeditación y acceso a armas con mayor poder de destrucción. En suma, la modalidad de homicidios más habitual parece ser la que involucra a víctimas que por su estilo de vida y características de personalidad (agresividad, tendencia a perjudicar a otros mediante el fraude, el engaño y/o el robo y la apropiación ilegítimas), de alguna manera “precipitan” los hechos de violencia que desembocan en su propia muerte.

Desde el punto de vista de los medios empleados para consumar los homicidios, se advierte un fuerte predominio de las armas de fuego, más marcado en Montevideo que en el resto del país. Este predominio va, además, claramente en aumento, habiendo pasado de menos de la mitad de los homicidios ocurridos durante 2011 al 61% de los acontecidos en 2013. Como fuera señalado en informes anteriores, este nivel de participación de las armas de fuego excede largamente el que se observa en los países con las tasas de homicidios más bajas del mundo. Así, en la mayor parte de Europa Occidental la participación de armas de fuego en los homicidios no excede el 30% del total, siendo incluso frecuentes los casos, como el de Inglaterra, en los que esta proporción no supera el 10% (Sherman, 1993; Killias, 1990; Home Office, 2010).

La alta participación de armas de fuego entre los homicidios probablemente constituye un fenómeno multicausal, que obedece a más de un factor. Entre ellos, presumiblemente el aumento de homicidios vinculados con formas de criminalidad algo más organizadas es un elemento a considerar. Asimismo, el aumento puede ser un reflejo de sentimientos de temor bastante extendidos en ciertas capas de la población, que estimulan la tendencia de la sociedad a armarse4.

Sea como fuere, el incremento en la tendencia a dirimir conflictos personales mediante el uso de armas de fuego sí parece un explicación plausible para dar cuenta de al menos una parte del incremento de los homicidios ocurrido entre 2011 y 2013. El hecho de que los homicidios cometidos con armas de fuego crecieron considerablemente más, entre 2011 y 2013, que el número total de homicidios, sugiere que esta línea de análisis e interpretación del incremento no puede ser desechada fácilmente.

Finalmente, el nivel de esclarecimiento de los casos ocurridos durante 2013 es algo inferior al de los dos años precedentes. En parte, esta diferencia obedece a que muchos homicidios se aclaran bastante tiempo después de ocurridos. Cabe esperar, pues, que con el transcurrir de los meses esta brecha se reduzca, por lo menos en parte.

Por otro lado, la disminución en el porcentaje de casos aclarados podría estar vinculada a cambios en la naturaleza de los homicidios. En particular, es probable que los homicidios vinculados con formas de criminalidad algo más organizadas resulten más difíciles de aclarar que los hechos derivados de conflictos y altercados más mundanos. De hecho, estudios científicos rigurosos conducidos en muchos países sugieren que la expansión de ciertos mercados ilegales (especialmente los vinculados a la comercialización de drogas), ha ido acompañada de una disminución en los niveles de aclaración de los homicidios (Riedel et al, 2008).

Cualquiera que sea el caso, (y sin con ello pretender restarle importancia a la disminución que se observa durante 2013), el nivel de esclarecimiento correspondiente a este último año no difiere dramáticamente del que se observa en muchos países con niveles de desarrollo socioeconómico mucho más elevados. Tal es el caso, por ejemplo, de los Estados Unidos, en los que el porcentaje de aclaración consistentemente se ha situado en torno al 65% durante los últimos diez a quince años (FBI, 2013).

RAPIÑA

Las denuncias de rapiña experimentaron un crecimiento del orden del 8,5% respecto del año 2012. Este patrón interrumpe una tendencia a la desaceleración del crecimiento de esta modalidad delictiva, que entre 2010 y 2012 había registrado incrementos decrecientes.

Como fuera dicho en informes anteriores, es posible que este fenómeno esté vinculado con el desplazamiento de ciertos tipos de rapiñas desde “blancos” que se han ido tornando menos vulnerables hacia víctimas más “fáciles”. El aumento de medidas de seguridad tales como la adopción de alarmas de pánico, cámaras y guardias privados en muchos establecimientos que mueven dinero en efectivo, podría haber desplazado la actividad de ciertos autores de rapiñas (especialmente los menos profesionales) hacia otro tipo de objetivos, tales como transeúntes (especialmente de corta edad). Dado que las víctimas más “fáciles” suelen ser, también, las menos redituables, este desplazamiento podría haber determinado una necesidad de cometer mayor cantidad de delitos como forma de compensar el menor botín obtenido en cada uno.

Al menos en parte, sin embargo, el incremento puede obedecer simplemente a mejoras en los procedimientos de registro de este tipo de denuncias. Una comparación de las formas en que estos hechos llegan a conocimiento de la Policía muestra que la proporción de denuncias radicadas a través del servicio telefónico de emergencia (línea 911) aumentó considerablemente durante 2013 respecto de 2012 (concomitantemente, la proporción de denuncias radicadas por las víctimas directamente ante las Comisarías descendió durante el último de estos dos años). Estos cambios ocurrieron simultáneamente con la introducción de cambios tecnológicos y organizativos importantes a nivel del servicio 911. Sin pretender explicar todo el incremento de las denuncias en términos de este proceso, no es implausible pensar que al menos una parte del mismo se deba a un mejor funcionamiento del servicio 911, en virtud del cual éste capta en la actualidad una serie de llamadas que anteriormente se “perdían” por no existir medios materiales y humanos suficientes para procesarlas y atenderlas.

Desde el punto de vista de la distribución territorial, las rapiñas muestran el mismo patrón que se ha observado dondequiera que este tipo de delito ha sido estudiado. Así, se observa una fuerte concentración de esta modalidad delictiva en medios altamente urbanizados. Esto implica, entre otras cosas, que esta seria modalidad delictiva aqueja considerablemente al área metropolitana, pero está virtualmente ausente de la mayor parte del territorio nacional. En efecto, en 9 Departamentos el número anual de denuncias de este tipo no alcanza a 30, esto es, menos de 3 al mes. En otros 3 Departamentos la cifra anual no alcanza a 50 denuncias.

Indudablemente, las brutales disparidades regionales anteriores están vinculadas con las grandes diferencias que existen entre el tejido social de ciudades como Montevideo y las Capitales de la mayor parte de los Departamentos restantes. En la medida en que la Rapiña es un delito en que el autor debe confrontar a su víctima, el riesgo de ser identificado por ésta o por testigos es mucho mayor en medios sociales donde la densidad poblacional es baja y, por tanto, los habitantes tienden a conocerse y a saber bastante sobre la vida y actividades de cada uno. Montevideo y otras ciudades con alta densidad poblacional, por el contrario, ofrecen un medio infinitamente más impersonal y anónimo, que facilita la realización de actividades delictivas en general y de delitos “de contacto” en particular.

HURTO

Las denuncias de Hurto han experimentado un incremento marginal durante 2013 (0,7%), que está dentro de los límites de variación entre los que se han movido las cifras de este tipo de delito durante los últimos años. El escenario aquí es, pues, esencialmente uno de gran estabilidad, que no amerita extenderse en mayores consideraciones analíticas e interpretativas.

REFERENCIAS CITADAS

FBI. 2013. “Crime in the United States”. Uniform Crime Reporting Program. En: http://www.fbi.gov/about-us/cjis/ucr.

Home Office. 2010. “Homicides, Firearm Offences and Intimate Violence 2008/09”. London: Home Office.

Killias, M. 1990. “Gun ownership and violent crime: the Swiss experience in international perspective”. Security Journal, vol. 1 pp. 169-74.

Riedel, M. and Welsh, W. (2008). Criminal Violence. New York: Oxford University Press.

Sherman, L. 1993. “Preventing Homicide through Trial and Error”. Australian Institute of Criminology. En: www. aic. gov. au.

Skogan, W. 1999. “Measuring what Matters: Crime, Disorder and Fear”. En: Measuring what Matter: Proceedings from the Policing Research Institute Meetings. Washington DC: National Institute of Justice.

United Nations Office on Drugs and Crime (2011). Global Study on Homicide. Vienna: UNODC.

Fuente: Ministerio del Interior. www.minterior.gub.uy