Compartimos la columna del director del diario El País Martín Aguirre titulada “El discurso de Tabaré”.
“Hace diez años ganó las elecciones prometiendo ‘hacer temblar las raíces de los árboles’. Esta vez, Tabaré Vázquez arrancó su campaña haciendo temblar la estrategia política de sus rivales. Su discurso, confrontativo y defendiendo los aspectos menos populares de los gobiernos frentistas, sorprende a propios y extraños. Y despierta dudas sobre lo que parece una apuesta riesgosa para quien es el favorito unánime a ganar las próximas elecciones.
«¿Quieren hablar de seguridad? Vamos a hablar de seguridad», así arrancó su acto en Barros Blancos el ex presidente Vázquez días atrás. Mostró cifras, mordacidad, dijo que la sociedad uruguaya es segura, e incluso reivindicó uno de los conceptos más discutidos de los últimos años, al insistir en que lo que existe en el país es una «sensación subjetiva de inseguridad».
Como si fuera poco, semanas antes había afirmado que en caso de volver al gobierno, mantendría a Eduardo Bonomi como Ministro del Interior, porque «está cumpliendo una muy buena función». De más está decir que se trata de afirmaciones tremendamente polémicas, ya que la inseguridad y el aumento del delito es uno de los temas que, según todos los sondeos, está a la cabeza de la preocupación ciudadana, y en los que toda la oposición viene centrando sus críticas.
Pero cuando todavía el ambiente político no había reaccionado ante las implicancias de este sorpresivo arranque vazquista, el ex presidente lanzó otro misil; se puso a hablar de impuestos. «El futuro del país lo tenemos que hacer entre todos con distribución justa de la riqueza y con imposición adecuada», reclamó Vázquez esta vez desde Playa Pascual.
Y fue más allá incluso al decir que «el impuesto para las escuelas públicas lo paguen todos los uruguayos y también los poderosos estancieros que hoy no lo pagan». En una sola frase logró enemistarse con todo el sector agropecuario, a la vez que se metió en un tema que, según muchos analistas, fue el que le costó la elección de 1999, o sea el alza de los tributos.
Y para rematar un inicio de campaña sin concesiones, Vázquez metió otro dedo en el ojo de lo políticamente correcto en campaña, al salir a defender sin titubeos la política educativa del Frente Amplio. Dijo que se ha construido un «mito» de que la enseñanza pública es un desastre, dobló la apuesta al prometer un 6% del PBI para la educación, y afirmó que «las pruebas PISA no son del todo acertadas y cuentan con varias falencias». Un discurso como para dejar en ebullición las hormonas del más aguerrido gremialista de Fenapes, y dejar pistoneando a expertos, dirigentes opositores, y editorialistas de El País.
¿Porqué hace esto Tabaré? ¿Para qué meterse en estos temas tan polémicos, cuando viene liderando la carrera electoral? ¿A dónde apunta con esta estrategia?
A la primera pregunta, algunos han contestado con una respuesta peligrosa, al sostener que «la biología» finalmente alcanzó al septuagenario candidato. A esta altura cualquiera que siga la política nacional sabe que Vázquez tiene muchos defectos, pero que hablar de más no es uno de ellos. Subestimarlo es tal vez el peor error que pueda cometer un rival.
Entre los analistas, la opción que se ha afianzado es que lo que mueve a Vázquez en este sentido es el «factor Constanza». O sea la preocupación por el fortalecimiento de un ala más a la izquierda dentro del Frente, notoriamente desencantada con cosas como su amistad con George Bush, su veto al aborto, y sus políticas económicas ortodoxas. Se sugiere que una buena votación de Moreira podría condicionar a un segundo gobierno vazquista. Sobre todo si se suma al desmoronamiento del Frente Líber Seregni, diezmado por el Caso Pluna.
Pero esto genera otra conclusión incómoda. Si tenemos en cuenta que una abrumadora mayoría de uruguayos creen que la educación pública va muy mal, y que la inseguridad es el principal problema para el 73% de la gente, la postura de Vázquez de despreocuparse de estas cosas para centrarse en dejar contentos a los decanos del comité de base, muestra que se siente confiado en que el voto de centro no tiene a dónde fugarse. Que si la vez pasada, sin conocer cómo ejercía el poder, lo apoyaron cuando prometía sacudir las raíces de los árboles, ahora con más razón lo van a hacer aunque se exceda un poco en al retórica «izquierdosa». O sea que la oposición no presenta ninguna oferta que le pueda amenazar su triunfo.
¿Análisis certero o «sobrada» riesgosa?”.
Fuente: Diario El País.