El Directorio del Partido Nacional le rendirá Homenaje a Consuelo Behrens de Antía.
Lunes 17 de Marzo – 12 hs.
Consuelo Behrens fue una mujer que practicó siempre con el ejemplo la solidaridad. De inquebrantable fe cristiana, conoció al no menos católico Enrique Antía el 10 de marzo de 1941, el primer día de clases de Preparatorios en el Liceo Bauzá. Se casó ocho años más tarde y el matrimonio duró 49 años, hasta que «Quique» murió en 1998. Fueron casi seis décadas de vida compartida. Y «sin fisuras», como le gustaba decir a ella.
Punta Carretas.
Con Enrique, arquitecto de profesión, formó un clan conocido y querido en Punta Carretas, donde vivieron casi siempre en una casa de la calle Ellauri, hoy José Luis Zorrilla de San Martín. Hay una anécdota que define cabalmente el espíritu que reinó siempre en ese hogar. Muchos años atrás, una nueva familia se mudó al barrio; era un matrimonio joven, con un niño pequeño. La joven mujer no ocultaba su alegría por haberse afincado en Punta Carretas, y comentaba en la peluquería que lo que más le gustaba era «la guardería» que había en la cuadra, donde su hijo iba feliz a jugar y tomar la leche. La guardería era la casa de los Antía, en la que permanentemente entraban y salían niños. Las puertas estaban abiertas no solo para recibir a los amigos de los hijos, sino a todo aquel que precisara una mano, ser escuchado o tener un consejo de Quique y Consuelo.
Comprometida socialmente con los más desposeídos, y wilsonista de la primera hora, Consuelo creó y dirigió durante varios años el Servicio Social de la Jefatura de Policía de Montevideo, donde convivió con el dolor y las necesidades de la gente. Tras los hechos de febrero de 1973, y luego de haber sido trasladada por las autoridades del Ministerio del Interior al Museo Policial, por sus ideas subversivas, renunció. Se dedicó entonces a trabajar para los niños discapacitados.
Dirigió durante varios períodos la Comisión de Apoyo de la Escuela Roosevelt, institución con la que seguía colaborando activamente.
También, con el retorno de la democracia, en 1985, fue designada como directora del entonces Consejo del Niño.
Su secreto para llegar a los 90 años con lucidez admirable y juventud de alma fue: «tener corta memoria para las cosas malas y una gran memoria para las cosas buenas».
Su muerte es un duro golpe para su familia y para todos los que la conocieron. Y aunque físicamente Consuelo ya no está, queda su enorme e intangible legado: haber dedicado su vida a formar una gran familia y entregarse al prójimo sembrando los valores de la solidaridad y el amor, sin pedir nada a cambio.