Compartimos la columna del dirigente Marcos Othegui (Compromiso Frenteamplista) titulada “LA IZQUIERDA FRENTE AL ESPEJO”
“Hay momentos en la vida de las personas, o de las organizaciones, que uno queda enfrentado consigo mismo. Las personas, como las organizaciones, necesitamos de espejos. Pero la cuestión es a qué imagen nos enfrentamos y, en todo caso, qué aprendemos, qué enseñanza nos aporta ese momento de encuentro con uno mismo.
Primero en junio, y después en octubre, el Frente se encontrará consigo mismo, con sus fortalezas, sus debilidades, sus miedos, pero sobre todo con sus desafíos.
Como 711 Compromiso Frenteamplista estamos convencidos de que ambas instancias electorales son una formidable oportunidad para salir a conversar con el pueblo frenteamplista. A conversar no tanto sobre lo que hemos venido haciendo como gobierno desde 2005 a la fecha, sino sobre los retos que tenemos como nación en los próximos años.
En el 2005 Uruguay inició un profundo proceso de transformación, tanto de sus políticas públicas como de sus mecanismos de gestión. Nos encontramos con un país devastado por décadas de políticas neoliberales que dieron por tierra con lo mejor del sistema productivo nacional asociado al modelo de sustitución de importaciones; que dejaron un Estado empobrecido y reducido a su mínima expresión; y que permitieron el descalabro de instituciones determinantes de quehacer nacional, como el sistema educativo, el de salud y la seguridad social.
La acción del Frente Amplio en estos nueve años ha cambiado sustancialmente esa realidad, al punto de que podemos afirmar que nos encontramos frente a un momento de “excepción” en nuestro itinerario como nación, una coyuntura de esas que cada tanto se da en la historia de los países.
Por eso creemos que con un proyecto estratégico y los liderazgos adecuados estamos en condiciones de dar un salto cualitativo como nación, que nos coloque claramente en el rumbo de ser un país de primera.
Condiciones externas favorables, pero sobre todo un modelo de desarrollo que se sustancie en la equidad, la inclusión, la sustentabilidad y la fuerte participación social harán posible sin duda ese sueño.
Pero es vital tener conciencia de que sólo nuestra fuerza política está condiciones de seguir liderando este proceso. Tenemos que convencernos de esto, y salir a convencer al resto de los uruguayos de que este es el mejor camino.
Porque también es vital practicar la memoria. La del 90 fue una década de derrota para los trabajadores: pérdida del poder adquisitivo de los salarios, desempleo y trabajo precario, abolición de los consejos de salarios. En materia de ideas, fue el auge del individualismo en detrimento de los ideales públicos, colectivos, sociales; el auge de las ideas pro capitalistas y la desbandada de las ideas anticapitalistas.
Se puede decir que la ofensiva desencadenada por el capitalismo contra la clase trabajadora pierde aliento. Pero queda aún un déficit importante, sobre todo en el plano ideológico, que se trasunta en confusión y falta de rigor estratégico.
Desde nuestro punto de vista, no hay proyecto de izquierda sin un pensamiento utópico que lo alimente –“imaginando utopías reales”, como dice Boaventura de Souza Santos –, y sin una sociedad civil organizada y movilizada. El Frente debe abrir de par en par sus puertas, y recomponer lazos históricos con aquellos sectores que dan sustento a un bloque social dinamizador de los cambios. Con los trabajadores organizados y los estudiantes, sin duda, pero también con las cooperativas, con la cultura en su más amplia expresión, con las nuevas formas de economía social, los pequeños y medianos propietarios, las diversas formas de organizaciones barriales y locales, las redes, etc.
El equilibrio entre los desafíos tácticos y estratégicos pasa por la concreción de reformas estructurales democrático-populares. Reformas que van en la dirección de modificar la concentración de la propiedad, de los ingresos y del poder.
Algunas se han iniciado, como la reforma tributaria. Pero otras se han encarado más tímidamente, como la reforma del sistema financiero, la reforma urbana en clave de reconstrucción de convivencia, la reforma política en clave de rediseño institucional del Estado, o la reforma de la concentración y extranjerización de la tierra. Si no seguimos avanzando en estas reformas, detentar el gobierno pierde significado estratégico.
Luchar por esos objetivos sigue suponiendo combinar conciencia y organización, táctica y estrategia, reforma y revolución … sobre todo la revolución más importante, la de las cabezas”.
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