El aumento de la flota de vehículos, símbolo del crecimiento de la economía de Brasil, es también responsable por aumentar cada año el número de muertes en carretera.
Por MARINA ROSSI desde São Paulo para el diario El País de Madrid.
Faltaba exactamente un mes para Navidad cuando Giovana Dias de Souza Alves, una joven de 19 años, estaba volviendo a casa por la carretera Padre Manuel de la Nóbrega, próxima a la ciudad de Itanhaé, en el litoral sur del Estado de São Paulo. Alrededor de las 18.00, siguiendo la última moda entre jóvenes conductores, la joven trabajadora de un banco sacó una foto del velocímetro del vehículo. El clic del pasado 25 de noviembre registró 170 kilómetros por hora. En pocos segundos, la joven perdió el control del auto y golpeó el pilar de una pasarela en la carretera. El coche quedó destrozado y Giovana murió al instante.
Haciendo una pesquisa en internet con el hashtag #instaveloz es posible encontrar decenas de imágenes de velocímetros alcanzando hasta 200 kilómetros por hora. También una de la propia Giovana registrando 180 kilómetros por hora en marzo, meses antes de morir y convertirse en un número más en las estadísticas: según la Organización Mundial de la Salud, los accidentes de tráfico son la primera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años en todo el mundo.
Esa moda descabellada hace crecer números que, en Brasil, ya son altos de por sí. Entre 2001 y 2011, las muertes por accidentes de tráfico crecieron un 40%. El año 2011 acabó con 43.256 óbitos. Entre los motociclistas, en el mismo periodo, el número de muertes creció un 263% y batió la marca de 11.268 en 2011, según los datos más recientes del Ministerio de Salud.
En una entrevista en BBC, el ministro de Salud de Brasil, Alexandre Padilha, afirmó que existe una relación directa entre el aumento de la flota de vehículos y esas muertes en accidentes de tráfico. “El número de muertes aumentó principalmente en las regiones norte, nordeste y en ciudades del interior. Eso está relacionado con el aumento de la flota de vehículos, especialmente de motocicletas”, aseguró. En la última década, las ventas del sector experimentaron un crecimiento exponencial. Hasta septiembre de este año, el país contaba con poco más de 80 millones de vehículos, de los cuales 44,7 millones eran automóviles y 17,8 millones eran motos, y el restante se dividían entre camiones, vehículos de transporte agrícola, etcétera. En el año 2000, el país tenía 29,7 millones de vehículos (cerca de 20 millones de coches y 3,5 millones de motos).
En los últimos años, el coche se ha transformado en Brasil en uno de los mayores símbolos de estatus de la nueva clase media. Las facilidades para pagar, con plazos de hasta cinco años, y los sucesivos incentivos del Governo, como la bajada de impuestos para la industria de la automoción, resultan en flotas de automóviles cada vez mayores. Brasil registra cada año nuevos récords de venta de automóviles. En 2012 se vendieron 3.801.859 vehículos nuevos, casi un 5% más que en 2011.
En cuanto a las motos, el inmenso aumento de la flota no ha estado acompañado de infraestructuras para los millones que circulan hoy en Brasil. Son raros los carriles solo para motos, y, cuando existen, no siempre funcionan. Los conductores, muchas veces con prisa, hacen adelantamientos peligrosos e imprudentes. Imagine si la población entera de Pekín anduviera sobre dos ruedas. Es más o menos el número de motocicletas que circulan en Brasil.
En São Paulo, en agosto de 2010, el Gobierno hizo un intento de disminuir las trágicas estadísticas restringiendo la circulación de motos en una parte de la Marginal Tietê, vía rápida que corta la ciudad y que lidera la lista de las vías con mayor número de accidentes de moto. Aún así, en 2012, 438 motociclistas murieron en accidentes en ese punto de la capital paulista.
En esa misma línea, la Cámara de Diputados, en Brasilia, tramita dos proyectos de ley que pretenden dar más seguridad a los motociclistas: uno que defiende el fin de los impuestos sobre los equipamientos de seguridad para conductores de vehículos de dos ruedas, y otro que prevé la señalización de carriles exclusivos para el tráfico de motocicletas en ciudades de más de 100.000 habitantes.
Sin embargo, son medidas paliativas. Brasil intenta en los últimos años aumentar la presión sobre los conductores que se ponen al volante tras la ingestión de bebidas alcohólicas. El regateo que los brasileños hacen a algunas leyes y la falta de una fiscalización más efectiva por parte de las autoridades hicieron que la llamada ley seca tenga menos eficacia de la necesaria. Aún hay una gran cantidad de accidentes en los que los conductores están embriagados.
Si nada cambia, la Organización Mundial de la Salud estima que hasta 2020, 1,9 millones de personas habrán muerto en el tráfico y 2,4 millones perderán la vida hasta 2030. Brasil, por su parte, tal vez siga contribuyendo a esas tristes estadísticas.
Fuente: El País de Madrid http://internacional.elpais.com/
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