La Cámara de Representantes conformó en mayo de 2010 una Comisión Especial denominada “Adicciones y su Impacto en la Sociedad Uruguaya”. Esta comisión no tenía fines legislativos, sino que se aprestaba a informarse, estudiar y analizar la situación de las adicciones en nuestra sociedad e informar a la Cámara sobre cómo encarar una Política Nacional en la materia.
Esta Comisión trabajó arduamente y en octubre de 2011 presentó informes al plenario, lamentablemente sin poder encontrar los consensos que la dificultad requiere sino que lo hicimos en forma separada.
Recordamos que en el informe presentado en su oportunidad por nuestro Partido Nacional, cuyo miembro informante fue en ese momento la diputada Verónica Alonso, decíamos que la protección de la salud y el bienestar de todos los habitantes del país es un derecho protegido por la Constitución y expresamente destacamos al art. 44, el cual establece que “El Estado legislará en todas las cuestiones relacionadas con la salud e higiene públicas, procurando el perfeccionamiento físico, moral y social de todos los habitantes del país”.
La Comisión retomó sus trabajos posteriormente a esos informes y confesamos que, a pesar de las diferencias vislumbradas en los informes, teníamos la seria expectativa de encontrar puntos de encuentro, de lograr consensos que permitieran encarar este problema con una gran base de apoyo político y social.
El análisis de este tema en el Parlamento nos daba la posibilidad de diseñar entre todos una Política de Estado, que como lo reclamaban los representantes de la Federación de Comunidades Terapéuticas, tenga continuidad en el tiempo y tenga planificada acciones y diferentes etapas.
Lamentablemente comenzamos a advertir que frente a un gran problema que tiene la sociedad, desde el parlamento se va a responder con una mala propuesta. Frente a una problemática compleja, la respuesta que se intenta dar es muy parcial.
Para enfrentar las graves consecuencias se propone un ensayo con más incertezas que seguridades y cuyos resultados pueden ser los impactos negativos e irreversibles en una generación entera.
Frente a la necesidad de una Respuesta contundente, integral, con amplia base de legitimación política y social, se responde sectorialmente contra la mayoría de la opinión pública y un respaldo de una mayoría partidaria muy limitada y frágil.
No se agotaron las vías para llegar a esos consensos y ello es motivo de que hoy nos estemos lamentando de éste rumbo que se toma.
Recibimos a todos los sectores públicos involucrados en el tema como Junta Nacional de Drogas, MSP, ASSE y los centros de rehabilitación Portal Amarillo, Jaguel y Vilardebó, INAU, Mides, Infamilia, la Suprema Corte de Justicia y Asociación de Magistrados, las cátedras de varias facultades con sus catedráticos en farmacología, toxicología, derecho penal, derecho constitucional, psiquiatría, psicología, organizaciones académicas, organizaciones no gubernamentales de tratamiento ambultario, de rehabilitación, de internación, fundaciones e instituciones con actuación internacional, Madres de la Plaza, Sindicato Médico del Uruguay. Podría continuar la lista con el aporte de muchos profesionales o individuos que vinieron a volcar su experiencia personal o trabajo comunitario respecto al tema. Es realmente una pena que después de todo ese extenso, exhaustivo y profundo trabajo de análisis y reflexión de una problemática tan compleja no hayamos podido tener un producto legislativo y de política pública de excelencia y de trascendencia en el tiempo, con apoyo de todos o la mayoría de los sectores de este parlamento.
Evidentemente, estamos ante un proyecto de ley vinculado directamente con una política que se plantea desde algunos sectores del Partido de Gobierno, fundada en alguna corriente internacional, que básicamente es la denominada política de reducción de daños. Esto es producto de un pensamiento general sobre cómo abordar el tema de la adicción y el propio proyecto reconoce en su artículo primero que el rumbo que pretende asumir el Gobierno es “una política orientada a minimizar los riesgos y reducir los daños del consumo de cannabis”.
Podremos coincidir en que la política de reducción de oferta, sobre todo y sólo focalizada en la represión y en la prohibición, evidentemente no va a dar los resultados esperados.
Entendemos que si no tenemos un abordaje integral y si sólo nos dedicamos a la reducción de la oferta, no podremos tener resultados positivos en un tema que tiene graves y serios impactos que afecta la salud pública, la seguridad y la desintegración social.
El “prohibicionismo” no es que esa sea la causa del fracaso, sino que esa política realizada aisladamente no tenía posibilidades de lograr resultados en lo que tiene que ver con la reducción de los impactos que tiene este fenómeno en la sociedad.
Entendemos que la reducción de la demanda no ha sido encarada seriamente. No se ha encarado seriamente la prevención, la educación ni la disuasión del consumo y además se han negado reiteradamente recursos para apoyar las iniciativas de rehabilitación que, en abrumadora mayoría realizan las Organizaciones No Gubernamentales, sin apoyo estatal ni coordinación o al menos intercambio de experiencias.
Las intervenciones del Estado a través del Portal Amarillo, el Jagüel, Casa Abierta de la ciudad de Artigas, no decimos que son malas, frente al universo de la realidad que nos golpea son insignificantes, dramáticamente insuficientes.
Las organizaciones no gubernamentales hacen un esfuerzo sobrehumano para enfrentar el reclamo de las familias, constituir una puerta donde golpear ante la desesperación incluso de los miles de jóvenes que quieren salir de la adicción. No tienen recursos para hacer más. En el seno de la comisión la Federación Uruguaya de Comunidades Terapéuticas decían que “desde 1995 o un poco antes, se trabaja mucho con becas, donaciones, recursos propios de las familias o de las instituciones y con el apoyo de la cooperación internacional. Muchos programas fueron colapsando económicamente. Ha habido muchas dificultades en este tema, hemos visto muchos estudios y hemos comprobado que lo que no se gasta en prevención o en tratamiento, se termina gastando en la sociedad en otro tipo de cosos de salud, en enfermedades, en problemas familiares, en baja productividad y hasta en seguridad…”. Agregaban que por diferentes convenios pueden atender apenas a un 20% de personas que pueden acceder en forma gratuita, del resto, un 40% puede cubrir sus gastos de tratamiento y el restante 40% no accede.
Con el diputado Luis Lacalle Pou presentamos en el Presupuesto Nacional un artículo sustitutivo para que el dinero que se asignaba al pago de asesores del Ministro de Salud Pública, unos 20 millones de Pesos, se destinara a apoyar estas comunidades y ONGs, que cumplen un rol fundamental de contención a favor no sólo de los adictos y sus familias sino de toda la sociedad. La respuesta de la mayoría lamentablemente fue negar el apoyo en esos recursos.
Este es un tema tiene varias aristas, pero hay uno que es fundamental de Salud Pública, que también afecta la Seguridad, la desintegración familiar, las relaciones laborales, el sistema educativo y en definitiva todas las relaciones de una sociedad.
Coincidimos en que precisamos un cambio porque estamos mal, la pregunta es ¿Qué tipo de cambio? ¿Hasta qué límite podemos experimentar? ¿Podemos jugarnos a una aventura en la que tal vez condenemos a una generación entera? Creemos que no.
El camino correcto debería, en primer término proponernos una Política Integral, con medidas integrales o sectoriales pero coordinadamente como parte de un todo. Una estrategia de abordaje integral que hoy falta y resulta evidente que por esta vía no llegamos a esa.
Cada familia, cada barrio, cada ciudad vive un drama vinculado con la inseguridad y está probado y reconocido por el propio Gobierno que hay una estrecha vinculación entre un gran porcentaje de delitos y el consumo de drogas.
Uno de cada cinco jóvenes infractores tuvo conductas delictivas relacionadas con el consumo de drogas según consigna el informe presentado por el Observatorio Uruguayo de Drogas a la Organización de Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos, en el 5to Informe Conjunto de 2010.
Los mismos jóvenes infractores declaran que el 61% consumió marihuana de forma cotidiana, 42,4% pasta base, 32,4% alcohol y 26,6% cocaína.
Creemos que hay una relación muy directa entre el consumo de drogas como causa y/o consecuencia de muchos de los delitos que se comenten en la actualidad.
El informe nos da muy buenas conclusiones sobre este tema y nos confirma en nuestras percepciones. Es así que afirma que “muchos delitos distintos del tráfico de drogas se cometen en el marco de las operaciones de distribución, especialmente cuando el mercado de drogas comienza a asentarse en pandillas de jóvenes armados”. Agrega que “de igual modo, una cantidad creciente de delitos se realizan con el fin principal de proveerse de los medios necesarios para comprar droga y sostener una adicción que usualmente no se puede financiar por medios legales, especialmente en poblaciones económicamente menoscabadas. Por último, existe buena evidencia de que muchos delitos se cometen bajo la influencia del alcohol o de las drogas ilícitas, en un estado de estimulación psicofarmacológica que motiva el crimen o lo amplifica –introduciendo una violencia adicional, que no estaba prevista por ejemplo– y que alcanza en muchas ocasiones a la propia víctima, cuando es la intoxicación de la propia víctima la que motiva el delito”.
Y aquí vamos a una conclusión por demás valedera de Rocío Villamil, cuando en representación de las Madres de la Plaza nos visitaba en la Comisión y nos decía que le parecía “una gran distracción plantear el tema de discusión de la marihuana, porque no es lo que está embromando: nadie se queja de la gente que la consumió, que lo asaltó y lo tiró”. Aquí los efectos de la droga en la inseguridad pasan por otras sustancias y no por la marihuana.
Se nos dice que con esta norma vamos a sacarle el negocio al narcotráfico, vamos a reducir, la delincuencia asociada a la comercialización de las sustancias.
Hice algunas consultas sobre costos y volúmenes de sustancias. Pude saber, que en esta fecha y debido a las fluctuaciones de la producción y los mercados, el costo de un cigarrillo de marihuana (1gr) está $30 y $40, una dosis de pasta base (0.75 gr) en los $80 y $90; una dosis de cocaína (0.70gr) entre $800 y $1.000.
Aplicando estos costos a la Encuesta Nacional de Hogares sobre consumo de Drogas, del año 2011, podemos hacer una evaluación muy generosa que el volumen económico de cannabis en el narcotráfico para consumo interno alcanza, en el mejor de los cálculos al 12% del negocio. Decimos en el mejor de los casos y referente al consumo interno, porque si tomáramos en cuenta las estimaciones extraoficiales de volúmenes de ingresos de sustancia, mucha de la que luego va a otros destinos o sea que utiliza a nuestro país como puente, hablaríamos de 2,28% del negocio sobre el que estaríamos operando con esta norma.
La Junta Nacional de Drogas nos dio una información: 230.000 uruguayos tienen uso problemático de alcohol, cincuenta y dos mil tienen uso problemático de fármacos y veintiocho mil tiene uso problemático de cannabis. Seis meses después, salió otra encuesta, también de la Junta Nacional de Drogas, que dejaba un tanto en dudas los datos del primer informe porque hablaba de que en el último año, doscientos mil jóvenes se habían intoxicado con alcohol.
O sea que esas doscientas treinta mil personas que tenían uso problemático de alcohol en general se vieron contrastadas con esos doscientos mil jóvenes intoxicados, a no ser que solo treinta mil adultos tengan uso problemático de alcohol.
Si tenemos en cuenta que el alcohol es la primera droga de uso problemático y, en segundo lugar, están los fármacos, es decir, las drogas legales, reguladas, que se venden en farmacias, en expendios, con receta, que se controla que no se venda a menores, etcétera. Entonces, regulando el cannabis, que en realidad es legalizando la producción y comercialización en todo el territorio ¿resolvemos el problema de su uso problemático? ¿O tal vez esa cifra de consumidores de cannabis, que está en 28.000 se va a acercar a las otras dos, que son legales y controladas?
El responsable del Abrojo, el sociólogo Agustín Lapetina, nos reconocía en la comisión que “En el Uruguay sin ninguna duda existe el problema vinculado con la marihuana, pero comparado con el tabaco, el alcohol y los psicofármacos, constituye un problema de salud pública mucho menor a la luz de lo que nos muestra la investigación”, Y entonces la conclusión debería ser abordemos esas problemáticas mucho mas nocivas para la salud de la sociedad.
Hace tiempo que se está planteando un nuevo desafío en cuanto a las políticas públicas. Evidentemente, vemos un problema: no nos podemos quedar con lo que está o con lo que estaba. Ahora, frente al nuevo desafío, el hoy Secretario de la Junta Nacional de Drogas, Julio Calzada ya planteaba hacia dónde ir años atrás, cuando era Director de El Abrojo. Decía que había que abrir la cabeza, que no podíamos decir más que la droga te mata, que teníamos que terminar con el combate a la droga, con el knock-out a las drogas, con la guerra a la droga, que ahora tenemos que convivir con las drogas. Inclusive, hubo denuncias públicas de que personas de El Abrojo repartían marihuana para que la gente viera lo que era la marihuana de calidad, para que consumieran la buena. Ese es un planteo que viene desde hace un tiempo, que no es de ahora. Hay una línea de trabajo en ese sentido. Aquí también en la Comisión una de las Madres de la Plaza denunciaba que la Organización el Abrojo concurría a los colegios a charlas con los alumnos y claramente “hacía una apología de la sustancia” a tal punto que convencían a los chicos que la marihuana era mejor que el cigarrillo.
Quien realmente me motivó en el tema fue el sociólogo Rafael Bayce, que creo que nos impactó a todos cuando planteó que de ninguna manera estaba dispuesto a contribuir o a colaborar en la reducción de la demanda. Dijo que teníamos que informar pero, de ninguna forma, desalentar al consumo. Ante la pregunta del diputado Iturralde, el sociólogo nos sorprendió a todos cuando respondió que por qué no legalizar la pasta base, si hoy los jóvenes se están muriendo en una vida gris, sin futuro. Entonces, ¿por qué no morir con un poquito de euforia y disfrutando un poquito la vida antes de morirse?
Lapetina de El Abrojo también lo dejó claro en su exposición cuando señalaba que había que aplicar la “filosofía como se hace en El Abrojo, con una ética y un conjunto de prácticas, denominada gestión de riesgos y daños. Es decir, como se logra obtener los máximos beneficios personales, relacionales, de desinhibición, espirituales, etc., del consumo de alcohol que es un lado de la moneda, a la vez que paralela y simultáneamente reduzco los riesgos que tiene toda experiencia de consumo” y agregaba que debemos diseñar políticas que resuelvan “cómo hacemos como sociedad para habilitar los mecanismos para que las personas puedan obtener, con el mayor cuidado posible, el máximo beneficio en el consumo de sustancias, a la vez que podamos desarrollar estrategias para que reduzcan los riesgos de los efectos negativos”. La premisa es la que subraya “generemos las condiciones sociales para que los gurises puedan consumir marihuana, pero se puedan cuidar mejor”.
También nos deja claro este sociólogo que según él – y sabemos de su influencia en la actual conducción de la Junta de Drogas – “está clarísimo que la marihuana sería un primer paso para pensar en algo alternativo, porque es una droga con mucha legitimidad”.
Y si analizamos los argumentos de éste proyecto, lo que aparece en la Exposición de Motivos, lo que se ha argumentado en la comisión y en la prensa, con esa misma lógica bien podríamos sustituir la palabra “cannabis” por cualquier otra sustancia como por ejemplo “cocaína” o “pasta Base” y encajarían perfectamente en este proyecto y en la lógica que lo sustenta.
Sobre utilizar este mecanismo como una estrategia para liberalizando el consumo de marihuana podemos desmotivar el consumo de otras sustancias, me voy a remitir a lo que también nos decía Rocio Villamil que “hoy esta todo legalizado y todo el mundo consume lo que quiere. Sabemos que (la marihuana) es una puerta de entrada y al enfermo que consume pasta base le pueden legalizar absolutamente todas las drogas del mundo y ponerle toneles de marihuana alrededor que lo único de se le va a ocurrir es venderlo para comprar pasta base”.
Se legaliza la producción y la venta. No tengamos miedo a las palabras, a no ser que tengamos una estrategia de marketing para evitar ciertos términos. Se legaliza la producción y comercio de la marihuana.
No es que el consumo sea legal, pero no se penaliza al consumidor, porque se entiende que es una persona que tiene un problema de salud, una enfermedad, una adicción y que, en realidad, hay que tratarlo y no penarlo. Así nos decía el Dr. Germán Aller del Instituto de Derecho Penal de la Facultad de Derecho de la UdelaR, que cuando se aprobó el decreto Ley de 1974 la doctrina más extendida era justamente que operaba una suerte de causa de impunidad debido a que el adicto es una persona enferma o alterada y por ello no tenía sentido castigarla. También señaló que hay otra posición un poco mas contemporánea y que tiene que ver con el ejercicio de la libre disposición de su cuerpo y por lo tanto dispone de su bien jurídico, entonces que al no lesionar bienes de otros no tendría castigo ya que solo de auto infringe un daño.
¿Por qué no dar la opción a la gente, en su libertad, invocando el artículo 10, que tanto se alega ‑que yo creo que no es así‑ de que se autoflagele a sí mismo, de que se autodestruya a sí mismo? Si se decide matar a sí mismo, es parte de su libertad. ¿Cuál es el daño a terceros?
¿Dicen que son actos que no perjudican a terceros? Yo les diría que hablen con una de esas madres que están desesperadas. Primero, su hijo le saca dinero a ella, luego falta alguna cosita en la casa ‑al principio, lo niega‑, después le falta a alguien de la familia, luego al vecino y más tarde va desesperada al Juzgado para que lo pongan preso: no quiere hacerlo, pero no hay otro mecanismo para internarlo. ¡Digan a esa madre que no hay daño contra terceros, que es la libertad del individuo ‑establecida en el artículo 10‑ y que no daña a nadie!
Me dicen que hay mucha gente que consume marihuana y que no llega a esos extremos. Está bien, es verdad, pero ¿qué pasa con los chicos que están internados? La gran mayoría por no decir la totalidad comenzaron consumiendo marihuana. En realidad, la relación adictiva la empezaron con el cannabis, cruzando ese límite.
También vino aquí un psicólogo con la postura de que la idea era buscar un consumo más saludable. Asimismo, me impactaron algunos informes que leí de algunos médicos, acerca de cuál es el consumo más saludable o menos nocivo.
Hay mucha información sobre el tema de la marihuana. Se ha hablado de la esquizofrenia y de los problemas psiquiátricos, de los diferentes tipos de cáncer, de los efectos que tiene en el cerebro, de los efectos amotivacionales, de la lentitud de reacción, etcétera. Hay información médica de todo tipo y muy valiosa.
Parece que esta información pierde trascendencia ante las campañas publicitarias de que la sustancia no es tan nociva, se pierde la precepción de riesgo con la discusión sobre su “legalización”. Se banalizan los efectos que puede ocasionar el consumo de la sustancia y a ese respecto vale la pena recordar lo que las diferentes cátedras y algunos expertos han expuesto en el seno de la comisión:
El Director del Programa de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública, Dr. Lizardo Valdez, se pronunció a favor de la legalización del autocultivo de cannabis. Sin embargo, el jerarca reconoce que “en algunos sujetos vulnerables puede producir alteraciones de conciencia y facilitar la emergencia de episodios psicóticos e, inclusive, el comienzo de una esquizofrenia, esto como elemento facilitador, no etiológico”. Aunque advierte que sobre el consumo a largo plazo no hay estudios concluyentes, manifestó que “su uso prolongado puede ocasionar un estado de abulia e indiferencia que favorece la desinserción social”.
El Dr. Guillermo Castro Quintela compareció por la organización Ser Libre, y además es responsable del Departamento de Psiquiatría del Hospital Británico. Claramente sentenció que resultaba una “falsedad biológica” afirmar que la marihuana es menos dañina que la cocaína por ejemplo. Agregando además que “estamos hablando de una sustancia que es diecisiete veces más cancerígena que el tabaco” y que “está demostrado que es probable que la marihuana pueda desarrollar esquizofrenia en pacientes predispuestos”. A lo que se suma al respecto una alerta que “entre el 70% y el 80% de los fumadores de marihuana van a desarrollar depresión mayor en un período menor a cinco años” con un riesgo aún superior si hay combinación con alcohol, situación que es muy frecuente.
Por su parte, el Doctor Pablo Fieltz, profesor agregado de la Clínica de Psiquiatría de la Facultad de Medicina informaba que la vulnerabilidad biológica para la marihuana es del 40%, es decir que se tiene un 40% de chance de tornarse dependiente de esa sustancia si la se fuma más o menos frecuentemente. Cifra que es sustancialmente mayor a la vulnerabilidad del alcohol que es apenas del 10%. Lo expresa claramente de este modo “para la marihuana hay un 40% de chances de que una persona que fuma marihuana en forma más o menos frecuente termine siendo dependiente de esa sustancia”.
El asesor Dr. Gustavo Tamousinas, Director del Departamento de Farmacología de la Facultad de Medicina (UdelaR) en su participación sostuvo que “el fumarse un porro provoca cambios en nuestro sistema nervioso central, en el sistema de manejar y modular nuestra psiquis y lleva el riesgo implícito de toxicidad más adelante”.
Respecto a la banalización que existe hoy en nuestra sociedad frente a este tipo de sustancias el catedrático expresaba que “como sociedad teníamos la idea de que no pasaba nada con fumarse un porro pero ahora empezamos a tener idea de que sí pasa, que cuando los gurises y no tan gurises consumen una o dos dosis esporádicamente de marihuana o alguna línea de cocaína generan cambios sobre las propiedades psíquicas de la persona”. Finalmente, arribó a la siguiente conclusión “el uso agudo de una dosis de marihuana genera cambios y si hacemos algún test a un sujeto, encontraremos que no tiene memoria en ese momento y que sufre una alteración en la noción espacio tiempo”.
Por la Cátedra de Oncología de la UdelaR, también la doctora Lucía Delgado nos informaba que “la combustión del cigarrillo de marihuana produce carcinógenos, alguno de ellos, a veces en niveles superiores a los de la combustión del tabaco (…) en consecuencia podría aumentar el riesgo de ciertos cánceres”. Haciendo referencia a estudios de laboratorio y clínicos también concluyó que “es muy probable que el cannabis aumente el riesgo de cáncer de testículo, en estudios el riesgo relativo varía entre duplicarse o triplicarse ese riesgo” agregando además que “triplicaría el riesgo en cáncer de próstata y también de cáncer de cuello uterino”.
También se ha hablado de los valores. Se nos proporcionó un estudio que se llamó “Caracterización de la Población Adolescente de Instituciones Educativas de la Región Oeste de Montevideo-Uruguay en Relación a la Situación de Violencia en que Viven”. En el mismo se analizó la información recogida a partir de 943 jóvenes, de entre 11 y 20 años, que estudiaban en tres centros de educación pública y uno de educación privada de la Región Oeste del departamento de Montevideo. Fue realizado entre el 1° y 27 de marzo de 2010 y se constituyó en estudio observacional, descriptivo, transversal, que se planteó como objetivos específicos caracterizar la población adolescente desde el punto de vista sociodemográfico, conocer los factores relacionados con la violencia en que vivían, así como las características afectivas y las conductas de riesgo a las que estaban sometidos.
El Licenciado Salas resumió el trabajo planteando los diferentes temas abordados y, en particular, la incidencia que tenía el consumo de marihuana en las respuestas de los adolescentes.
En relación al consumo de marihuana y la actitud hacia las conductas delictivas, se solicitó a los estudiantes su grado de acuerdo con la siguiente frase “los únicos que mejoran en sus condiciones de vida son los que roban o trafican”. Si se suman a los que respondieron “muy de acuerdo” y “bastante de acuerdo”, encontramos tres veces más propensión a estar de acuerdo en aquellos jóvenes que tienen consumo habitual de marihuana respecto a aquellos con no la consumen.
Clarifica Salas en relación a este punto que “estos datos traducen una visión con respecto a la meritocracia ¿Cómo se llega a cargos de más prestigio, de poder y de recompensa económica? Acá hay una visión de que los únicos que pueden ascender socialmente son los que roban o trafican”.
Otra pregunta que se planteó fue la concerniente al número de veces que habían robado dinero a sus padres en los últimos tres meses. Curioso es de destacar que ningún chico, de los casi mil encuestados, señaló que nunca había robado dinero a sus padres. Hubo respuestas que afirmaban haberlo hecho entre una, dos, tres, cuatro, cinco y más veces. De aquellos que respondieron que habían robado tres o más veces, o sea al menos una vez al mes, se apreció que hay seis veces más chicos que han robado a sus padres entre los que consumen marihuana habitualmente, que en el grupo que no consume.
También relacionado con la propensión al delito hay otro dato muy interesante que surge de la investigación. Frente a la pregunta ¿Cuántas veces en los últimos tres meses se llevó algo sin pagar de una tienda o un negocio?, las respuestas fueron de un 23% entre los que consumen habitualmente marihuana y tan sólo de un 3% entre aquellos que no consumen.
Asimismo, fue analizada en ese informe la incidencia del consumo de cannabis en el fracaso educativo y en las expectativas de avanzar de los adolescentes en el sistema de educación.
Una de las preguntas planteadas fue “¿cuántos días faltó a clase en la semana anterior?”. Las respuestas se discriminaron por un lado, entre aquellos que no consumen marihuana o lo hacen una vez al mes o menos, y por otro entre quienes consumen más de una vez al mes. Entre los que faltaron dos días o más, hay un 15 % de los chicos que no consumen habitualmente, mientras que el 58 % correspondió a los que sí consumen marihuana con habitualidad.
De este análisis se desprende que el nivel de faltas de los que consumen habitualmente esta sustancia triplica a los que no consumen; un dato por demás demostrativo del compromiso con el sistema educativo y el grado de responsabilidad.
Otra pregunta que se planteó en la investigación refería a las expectativas de logros a alcanzar en los estudios, concretamente, hasta qué grado pensaban estudiar. Las respuestas que se recogieron en el trabajo fueron tales como “no terminaré el liceo”, “completaré cuarto año”, “completaré sexto año”, “ingresaré a la Universidad del Trabajo”, “completaré la Universidad” y “no sé”. Si tomamos en conjunto solamente a aquellos que respondieron que van a terminar el bachillerato y la Universidad, tenemos un 47% de esas respuestas correspondientes a aquellos chicos que no consumen habitualmente marihuana, frente a tan sólo un 7% de chicos que sí consumen. La respuesta más común de los jóvenes que habitualmente consumen es “no sé”, que representa a uno de cada dos consumidores. Esto marca claramente la diferencia entre la expectativa de continuar o culminar estudios, que es sensiblemente mayor entre aquellos que no son consumidores frecuentes.
Otra de las interrogantes planteadas fue respecto al estado de ánimo de los adolescentes entrevistados; las respuestas estaban predeterminadas en “muy feliz”, “bastante feliz” o “no muy feliz”. Las contestaciones fueron de muy “muy feliz” o “bastante feliz”, entre el 75% de aquellos que no consumen habitualmente, pero descendieron a un 50% entre quienes sí son usuales consumidores. Este dato puede ser también considerado en virtud de la causa o el origen del consumo, dice Salas que “puede ser que esto ocurra por la insatisfacción inicial que lleve al consumo y no a la inversa”.
No muy distinto resulta el análisis frente a las expectativas de los entrevistados respecto a la importancia en el éxito en su trabajo cuando sean mayores de acuerdo a su desempeño laboral. Las respuestas podían ser “mucha”, “bastante”, “poca” o “ninguna importancia”. Entre los que respondieron mucha o bastante importancia a su éxito en el trabajo, un 74% lo constituyeron aquellos que no son consumidores, mientras un 56% representó a los que consumían habitualmente marihuana.
Hay un dato que considero se debe tomar con especial atención, es el que relaciona en la investigación al consumo de marihuana con otras sustancias. Concretamente se refiere a la relación con el alcohol y la pasta base.
Con respecto a la frecuencia en el consumo de alcohol, el estudio arroja la siguiente información, que entre los que beben alcohol una, dos veces por semana o casi todos los días, un 8% es la cifra que corresponde a los que no consumen marihuana, mientras un 79% refiere a los que consumen habitualmente esa sustancia.
En relación a la posible asociación de consumo entre marihuana y pasta base, hay datos que también generan cierta preocupación y que son compartidos por el Licenciado Salas en el ámbito de la comisión. En tal sentido Salas señalaba que “se les preguntó sobre el consumo de pasta base (….) las posibilidades de respuesta acá eran: que no consumía, que sólo había probado una vez o había consumido dos veces, o que consumía todas las semanas. Entre aquellos que no consumen habitualmente marihuana no hay consumidores de pasta base, más allá de haberla probado una vez o de haber consumido dos veces, mientras que aquellos que consumen mensualmente marihuana, uno de cada seis consume semanalmente pasta base, lo cual podría dar alguna evidencia de esa asociación de la marihuana con otras drogas más fuertes, en esa situación de escalada de consumo de la que hablaba”.
En cuanto al tema de la comercialización, en su momento dije que cuando pasa al comercio de los hombres, cuál es la lógica del comerciante: vender más y ganar dinero. Es la lógica comercial; no pongamos otras lógicas a los comerciantes, sean farmacéuticos, supermercadistas o quiosqueros. Es hacer negocio. Cuanto más vendan, mejor, con publicidad o sin ella; con precios altos o con impuestos. ¿Cuál es el centro del tema? ¿Cuál es la prioridad que debemos tener como representantes de la sociedad frente a un tema que la está afectando gravemente? ¿Cuál es el bien tutelado ahí? ¿Es la libertad, es el placer, es la salud, es el mejor desarrollo del ser humano para el futuro? Yo pongo al ser humano en el centro. A ese niño, adolescente o joven, que bien puede ser el hijo de cualquiera de nosotros.
¿Qué estamos arriesgando con esto? Creo que estamos arriesgando muchísimo. Tengo la sensación de que estamos jugando con fuego. Y lo digo con respeto; creo que siempre me he dirigido con respeto hacia quienes piensan distinto en este y en todos los temas. Creo que estamos jugando con fuego. Tal vez pensado que esta pueda ser una salida para cambiar la realidad, nos estemos enterrando. Lo que pasa es que debemos estar dispuestos a enterrar una generación y después darnos cuenta de que nos equivocamos, de que no vamos a terminar con el mercado negro sino que va a seguir, que van a jugar con los precios y con las sustancias Y vamos a ver que se va a dar un aumento del consumo y que estos 26.000 que decía la Junta Nacional de Drogas tal vez dentro de uno o dos años sean 100.000.
La Constitución de la República dice que el Estado combatirá los vicios sociales. ¿Los estamos combatiendo con este proyecto? ¿O vamos a terminar flexibilizando las normas, tal como se dice ‑hasta ahí estamos de acuerdo‑ y, a mi juicio, bajamos los brazos, nos damos por vencidos, nos están invadiendo y corremos el límite, salvaguardamos lo que tenemos y dejamos que, de alguna manera, avance el consumo? Porque el problema no es quién vende o produce, sino que hay mucha gente que consume.
Recordemos las llamadas “Guerras del Opio” y personalmente quiero resaltar la preocupación del Emperador chino Dauguang, que decididamente se preocupaba por la salud de los súbditos y no por el control del negocio.
Esa determinación surge claramente de las líneas extraídas de la carta del ministro encargado del combate a la Reina Victoria donde le señala: “Pero existe una categoría de extranjeros malhechores que fabrican opio y lo traen a nuestro país para venderlo, incitando a los necios a destruirse a sí mismos, simplemente con el fin de sacar provecho. (…) ahora el vicio se ha extendido por todas partes y el veneno va penetrando cada vez más profundamente (…) Por este motivo, hemos decidido castigar con penas muy severas a los mercaderes y a los fumadores de opio, con el fin de poner término definitivamente a la propagación de este vicio.(…) Todo opio que se descubre en China se echa en aceite hirviendo y se destruye. En lo sucesivo, todo barco extranjero que llegue con opio a bordo será incendiado” Lin Hse Tsu. Carta a la Reina Victoria. 1839.
Sería bueno que nuestras autoridades tuvieran la determinación de combatir el avance de los venenos que envician y destruyen a nuestra sociedad, abandonando la idea de controlar un negocio, a partir de la producción y comercialización- que no tenemos ninguna duda- terminará con la promoción de su consumo.
Se trata de cómo tratamos un problema como sociedad. Al principio dijimos que estaban las sustancias lícitas y las no lícitas y que también debíamos discutir los otros temas, como también adicciones que no tienen que ver con sustancias, sino con prácticas, relacionadas con los equipos electrónicos, las maquinitas de juego, la ludopatía. Pero el asunto es que de esta manera estamos dando una señal para un tema particular, y también estamos dando un mensaje para todo lo demás.
El artículo 10 establece la libertad y expresa que estarán exentas del poder de los magistrados aquellas conductas que no afecten a terceros ni al orden público. ¿Pero esto realmente no afecta a terceros? ¿Tenemos una visión solamente individual e individualista del consumidor y este puede hacer lo que quiera? Yo creo que nos estamos dando cuenta de que esto está afectando a terceros, a la salud pública, a la seguridad pública, a la familia y que contribuye a la desintegración familiar.
Seguimos pensando que, además de la represión y combate al narcotráfico, debemos apostar fuertemente a la Educación, a la Prevención y a la Rehabilitación.