Desde el martes 13 de noviembre y hasta el 14 de diciembre se presentará la muestra “Selección natural, solo el más apto sobrevive” de Nicolás (Alfalfa) Sánchez, en el Centro Cultural Simón Bolívar ubicado en Rincón 745 esquina Ciudadela.
Como excusa para conversar sobre el arte que vive en la ciudad, Nicolás habló con Prensa y Comunicación de la Embajada de Venezuela en Uruguay sobre cómo interviene en Montevideo.
Alfalfa es un venezolano nacido en Cumaná, estado Sucre, hijo de padres uruguayos exiliados, que se inició en el dibujo y la pintura desde muy joven. Con apenas cinco años ya dibujaba, a los ocho trabajaba con tinta china y plumilla, a los diez lo fascinaron los seres fantásticos y ese sentimiento lo acompaña hasta ahora.
Pasó por figuras medievales y griegas, estimulado por la lectura de la biblioteca pública de la capital sucrense, donde leyó todo lo que había para niños.
El acercamiento al arte en esa primera instancia fue “maravilloso, había mucho para mirar y llenarse los ojos”, dijo Nicolás.
“Me atraían los bestiarios y las arquitecturas. Me fascinaban los templos de Tailandia, la arquitectura de Laos o de San Petersburgo; no viajé, los conocí a través de las fotos de los libros de casa”, relató.
Esos seres que fue creando empezaron a tener familia y combinarse, hasta que en su adolescencia se apartó de ellos, en parte por culpa de “las hormonas”, en parte por un viaje de intercambio a Londres, donde se empezó a interesar en los juegos de espejos, la geometría y los estudios de color.
Al regresar, aquellas bestias mitológicas lo reclamaron y fue cuando comenzó a notar la cantidad de graffitis en las calles y la efervescencia del stencil.
“Recién en 2008 retomé estas fantasías, ahí empieza la calle. Ya en Caracas me había interesado como soporte, pero fue en Montevideo fue donde inicié las intervenciones”, afirmó.
No hay reglas para sus monstruos, aparecen en cualquier pared con las características técnicas adecuadas. A Alfalfa le interesa que la obra esté viva, que sea visible, que juegue con el contraste y con el barrio. “Yo genero propiedad sobre la ciudad pero la ciudad también genera propiedad sobre cada obra”.
“A veces veo un muro que me gusta, anoto la dirección y sé que voy a volver. También tiene que ver con lo técnico, hay temas de practicidad, pero últimamente me animé a hacer cosas mucho más grandes”, señaló.
La fórmula del reconocimiento le gusta y la busca: primero, la obra; luego su firma, “Alfalfa”; y por último, su nombre y su rostro. “Muchas veces mi cara ha cerrado el circuito de lo que pinto, de Alfalfa y de mí. Muchos me dicen: ¡Ahhh, por fin ya sé quien sos vos!”
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