Compartimos la opinión de Garabed Arakelián bajo el título “Sobre el negacionismo del genocidio armenio”
“El 24 de abril de 1915 es una fecha simbólica en la cual los armenios, y aquellos que son amigos de dicho pueblo, conmemoran el genocidio cometido por el estado turco.
En ese día, los “Jóvenes Turcos” -que constituían el poder real en el decadente Imperio Otomano- dieron la orden de iniciar el capítulo final de sus objetivos, apresando y dando muerte a más de seiscientos dirigentes con la intención declarada de “liquidar la Cuestión Armenia terminando con los armenios”.
La expresión “Cuestión Armenia” comenzó a utilizarse a nivel internacional a partir de la firma del Tratado de Berlín en 1878. Mediante este tratado, las potencias de ese entonces ubicaron en el plano diplomático la persecución , tortura y muerte de las distintas etnias que poblaban el territorio del Imperio Otomano. El pueblo armenio constituía la minoría mayor de la población total y estaba establecida a lo largo de toda la meseta de la Anatolia, su tierra natal a lo largo de varios milenios.
Pero la decadencia del imperio moribundo –“nuestro enfermo de Oriente” decían las autoridades y la prensa europea al referirse a Turquía- lo convirtió en presa codiciada para poder disponer de las riquezas y sus potencialidades que el capitalismo en expansión luchaba por atraer y dominar.
En el reparto, tácito o no tanto, pero reparto al fin, los alemanes encontraron facilidad de penetración a través de las fuerzas armadas turcas. Imbuídas ambas partes de una ideología expansionista y racista, al igual que los prusianos, Turquía soñaba con un estado turco más allá del Cáucaso, incluyendo poblaciones musulmanas y turcófonas como testimonio de la superioridad racial. Fue fácil el entendimiento a partir de ésta filosofía compartida. Los alemanes tenían objetivos claros de dominación y prioridades para el tendido del ferrocarril que, atravesando el territorio turco llegara hasta el mar Rojo. El petróleo, ya desde aquel entonces, jugaba un rol geopolítico preponderante.
Con la pérdida de sus posesiones el imperio otomano estaba en las últimas instancias de su proceso de desarticulación lo que provocó en su seno, y particularmente entre la casta militar, una fuerte reacción nacionalista y xenófoba.
Si los territorios lejanos se iban perdiendo, ya sin esperanza de recuperación, el bastión que se debía defender era el de la Anatolia y en ese territorio eran los armenios el escollo principal para que el poder del Sultán se consolidara. También los generales alemanes coincidían en que iba a ser complicado tratar además con los armenios si estos lograban obtener alguna forma de organización estatal. Con los turcos se entendían bien. De modo que pronto pasaron a comandar ellos mismos al ejército, a adoctrinarlo y trasmitirle sus experiencias de organización de masacres y genocidios en perjuicio de poblaciones cautivas como lo hacían en sus dominios del continente africano.
Turquía se alistó en la Primera Guerra Mundial, como aliada de Alemania y al amparo de la conflagración iniciada en 1914, comenzó a desarrollar con tranquilidad su plan de “liquidar a los armenios para liquidar la Cuestión Armenia” en un largo período que se desarrolló hasta entrada la década de los 20. En ese período de transición el Imperio dejó su lugar a la República y Turquía@*pais derrotado junto con Alemania- logró, pese a ello, tener la protección cómplice, esta vez de Inglaterra y Francia, para seguir con su plan de exterminio de los armenios.
Un millón y medio de seres perdieron la vida en condiciones tan atroces e inhumanas que marcaron una referencia ineludible para hechos futuros de semejante índole. Dicen que cuando Churchill refiriéndose al holocausto cometido por los nazis expresó que no encontraba palabras para calificarlo, un joven abogado polaco de origen judío, Rafael Lemkin, se propuso encontrar esa expresión. Para ello estudió el crimen cometido contra los armenios y de allí se creó la palabra genocidio y se fundamentó la definición del vocablo que cobró vigencia a partir de la resolución de la ONU del 19 de diciembre de 1948 en el marco de la Convención para la prevención y Sanción del delito de Genocidio que lo considera como crimen de lesa humanidad.
De modo que la existencia y la verdad de genocidio cometido en contra de los armenios cuenta con el testimonio de las cancillerías de las potencias de aquel entonces, más las fotos, noticias y artículos de opinión de los más importantes órganos de prensa del mundo entero, las intervenciones de jefes de Estado y de dirigentes de talla internacionaldenunciando la barbarie que se estaba cometiendo, todos ellos constituyen un secreto a voces. Pese a ello, hay muchísimos sordos. Son países, Estados, gobiernos que no solo optan por hacerse los distraídos, sino que militan activamente en el campo del negacionismo. Como se sabe, son otros los intereses en juego y no forman parte de ellos ni la verdad, ni la justicia, ni los derechos humanos. Sin olvidar que un genocidio no reconocido es un crimen que se continúa cometiendo.
El negacionismo particularmente en Turquía se ha convertido en algo corriente. La supresión de la verdad histórica y su sustitución por versiones fraudulentas, así como la prohibición de hacer referencia al tema es práctica común y muchas veces está sostenida por normativas legales de distinta jerarquía. El artículo 301 de su constitución prohibe, bajo pena de cárcel severa, mencionar el genocidio cometido contra los armenios, así como toda expresión que posibilite inferir acerca del hecho, bajo acusación de traición a la patria o de atentar contra la identidad turca. Las asociaciones de periodistas del mundo entero saben de las decenas y decenas de colegas turcos que han conocido y conocen la cárcel por expresar sus ideas. Una larga serie de escritores, intelectuales, dirigentes sindicales y de organizaciones sociales con signo progresista han sido y son víctimas de acoso y de cárcel. Orhan Pamuk, premio Nobel de literatura, recién ahora puede volver a su país luego de haberse visto forzado al alejamiento durante años por afirmar la existencia del genocidio perpetrado contra armenios y kurdos. Taner Akçam, un destacado historiador turco, vive su exilio en Estados Unidos. Hrant Dink, periodista, ciudadano natural turco de origen armenio, fue asesinado en la vía pública por manos xenófobas que no admitían sus mensajes de entendimiento entre turcos y armenios.
En realidad el genocidio continúa pues Turquía continúa asediando e intentando acorralar a los armenios. Inmediatamente después del desplome soviético, apenas Armenia declaró su independencia y se proclamó República -hace ya veinte años- estableció un cierre de fronteras de manera unilateral y a eso se agrega el trabajo de pinza que realiza sobre ella en acuerdo con Azerbaydján para sitiarla e impedir su desarrollo.
Turquía no está sola en esta tarea, cuenta además de la asociación mencionada con Azerbaydján, con al apoyo activo de Estados Unidos, que las promesas vanas de Barack Obama acerca del reconocimiento del genocidio confirman. No es ajeno a ese apoyo la mascarada que montó en su momento el ex presidente Nicolás Sarkozy intentando captar el voto de los armenios en Francia, como tampoco lo es la indiferencia, no neutral, de Alemania, que alberga a mas de tres millones de turcos y la gestión agresiva respecto a Armenia por parte de Israel, que es uno de los países que no ha reconocido la existencia del genocidio armenio.
Israel Charney, de origen judío, autor de la Enciclopedia del Genocidio, un trabajo de referencia para los analistas del tema, llevó a cabo una decidida campaña dentro de Israel contra aquellos que niegan y mienten sobre el genocidio armenio, pero no concitó muchas adhesiones. Es que la alianza de Turquía con Israel, que abarca varias áreas de suma importancia estratégica y la actitud de la Casa Blanca, liquidaron el emprendimiento. Ni siquiera el grave incidente de la flotilla de apoyo a Gaza incidió para quebrar esta alianza.
Pese a todo esto Turquía no está tranquila ni confiada: es que le falta la verdad. Se sabe que por iniciativa combinada de varios de sus ministerios se ha lanzado a reclutar intelectuales y políticos, a personas influyentes en aquellos países en los cuales la diáspora armenia es fuerte y organizada para anteponerse a sus planteos. Además de importantísimas cifras destinadas a comprar conciencias, Turquía está destinando otro tanto a editar material “histórico” con argumentos opuestos a las denuncias que realiza la diáspora Armenia. Se trata de “datos y pruebas” merced a las cuales, de victimario pasa a ser víctima.
Así, la versión oficial turca sustituye el millón y medio de víctimas armenias por unos pocos miles y las contrapone con una cifra superior de vidas perdidas por los turcos como resultado de los enfrentamientos mantenidos con fuerzas secesionistas y “traidoras” armenias en enfrentamientos militares mediante los cuales Turquía defendió su integridad territorial y su soberanía. Según esas versiones periodistas y académicos de USA y de Israel saldrían a la palestra pública, a nivel internacional, para negar la existencia del Genocidio cometido contra el pueblo armenio. Ese plan incluye también a la diplomacia de Azerbaidjan que está recorriendo particularmente América del Sur y ha llegado hasta el Uruguay.
Todo indica que estos largos años de negacionismo se intentarán prolongar por parte de Turquía y sus aliados, esperando el olvido de las victimas y mejores condiciones en la política internacional. Entre tanto, el propósito inicial de liquidar la Causa Armenia terminando con los armenios no se ha logrado aunque se insista».
Fuente: Prensa 90 y El Socialismo es Posible (ESEP).
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