Compartimos la columna del diputado nacionalista Jaime Trobo luego de su visita a Paraguay.
“En una reciente visita al Paraguay, invitado especialmente por la Unión de Partidos Latinoamericanos para integrar una delegación Parlamentaria de la que formamos parte junto al Senador Jovino Novoa de Chile y el ex Alcalde de Río de Janeiro Cesar Maia, pudimos apreciar la calma social, política e institucional, con la cual el Paraguay ha transitado episodios institucionales trascendentes para su peripecia. Y hemos podido confirmar el desmentido a un discurso falaz, operado desde cenáculos ideológicos montados por una izquierda tendenciosa, cuyos principales operadores esconden un propósito imperialista y autoritario, y lo disfrazan de solidaridad democrática.
La crisis política e institucional en Paraguay, no derivó en un «golpe de estado» como se ha pretendido extender, y a saber por la forma en la que han reaccionado algunos actores de la comunidad regional e internacional, se han tomado a partir de esta situación, decisiones apresuradas, conforme a versiones desinformadas y seguramente intencionadas.
No afirmo en estos conceptos que todos los paraguayos estén plenamente de acuerdo con la resolución de la crisis política, que determino la sustitución del Presidente de la República. Las encuestas de opinión pública, que constatan altísimos porcentajes de aprobación a la forma en la que se solucionó la crisis, también ofrecen los porcentajes aunque muy menores, de quienes señalan su discrepancia. También a través de la TV Pública, que el nuevo gobierno ha mantenido, como corresponde a una administración madura y respetuosa de la libertad de información, abierta a la pluralidad de opiniones, se escuchan voces en los dos sentidos. Pero lo que no ofrece duda al observador independiente, es que esa amplia mayoría que aprueba la solución de la crisis es representativa de los diversos sectores sociales, económicos, culturales, políticos, en fin de la amplia representación de la población paraguaya.
Esta constatación, sin perjuicio de la confirmación de los fundamentos jurídicos y constitucionales de la solución institucional, que ofrecen especialistas y magistrados, tanto en el Paraguay como en el exterior, se escucha en el análisis de periodistas de variados orígenes y medios que recogen desde los distintos ámbitos de la ciudadanía una fuerte adhesión a la resolución de la crisis.
En la calle se respira tranquilidad, también un espíritu de orgullo en las capacidades y virtudes del Paraguay, quizás más explícito como reacción al injusto tratamiento que ha recibido su país por los vecinos de la región, y la incomprensión y desinterés o desinformación de otros gobiernos en el exterior. Lo que no cabe duda es que en una sociedad plural, que recorre el camino del respeto a las garantías constitucionales, que ofrece sus mayores esfuerzos para el pleno goce de libertades y derechos, una decisión crítica y trascendente en su historia tiene una adhesión manifiesta. No solo la medida de sustitución del Presidente, también la forma en la que esta se procesó, en el Paraguay se entiende que el proceso ofreció las garantías necesarias a la estabilidad democrática. Y como toda medida dramática debió ser resuelta sin pausa.
El Paraguay está tranquilo, dedicado a sus cosas, a las que solo puede resolver su propio pueblo, al que la historia le enseñó que como decía José Artigas que gozó de su hospitalidad en el exilio, «nada podemos esperar sino de nosotros mismos».
Mientras la tranquilidad institucional, política y social se perciben en las calles de sus ciudades y sus pueblos, los Paraguayos se preparan para un proceso electoral que comprometen cumplir, no porque algún vecino o algún organismo internacional se lo recomiende o reclame, sino porque lo establece su Constitución, nada más que por ello, como corresponde una patria republicana, democrática y soberana. Tiene que quedar claro, para quienes solo han escuchado la vocinglería de intereses ideológicos o geopolíticos ajenos al Paraguay, que ese país tendrá elecciones porque lo indican sus leyes y no porque se lo exija o condicione nadie desde afuera. Que se pretenda disfrazar el inevitable viraje en la actitud de quienes lo agredieron y desarrollaron una feroz campaña, luego de justificar sanciones ilegitimas, proclamando que cuando Paraguay tenga elecciones estará cumpliendo una advertencia y se le «perdonará», es una falacia que forma parte de una estrategia deplorable.
Esta visita nos ha permitido escuchar y conocer muchas impresiones sobre los groseros comportamientos de agentes extranjeros en el tránsito de la crisis, como las desprejuiciadas acciones del canciller de Venezuela y el séquito de Ministros de RREE que lo secundó en el que lamentablemente estaba el nuestro Almagro. Las presiones a los Parlamentarios de todos los Partidos, inclusive el ofrecimiento de dinero para que no votaran el «impeachment», lo que se ha revelado en estas horas. También la flagrante intervención en relación a las FFAA a quienes a través de sus mandos se pretendió intimar a intervenir en la crisis violando su estatuto y la Constitución.
Esta visita nos ha permitido constatar que a lo largo del período que ha corrido de la legislatura, el mando presidencial se fue deslegitimando progresivamente, con una conducción delicuescente, desinteresada de los asuntos importantes, priorizando una serie de prácticas lúdicas y prestándole poca atención a la necesidad de cualquier gobierno de construir consensos nacionales, mucho más necesaria, quizás imprescindible para un gobierno que no cuenta con mayorías parlamentarias. Y nos ha permitido constatar que si el desprestigio y la desatención presidencial no generaron una crisis anterior, fue por la madurez del liderazgo del Partido que lo apoyó para llegar a la magistratura y los demás partidos que integran la vida política del Paraguay.
Intereses ajenos a los del Paraguay se han conjurado y operan para justificar su torpe e ilegitima actitud. Pueden aún capitar algún cauto, como parece ocurrir con el gobierno de España sugiriéndole que no invite a Paraguay a la Cumbre Iberoamericana, porque en el ámbito de la OEA no se consiguen los votos para establecer sanciones, como ocurrió en Mercosur o Unasur. Pero una gran corriente de opinión pública y política en nuestros países ha descubierto la sórdida trama del Brasil de Dilma, la Argentina de Cristina, el Uruguay de Mujica y la Venezuela de Chávez y ha evolucionado de la indiferencia a la simpatía por la situación paraguaya.
El Paraguay está en calma, y su gobierno y sus parlamentarios y partidos políticos, así como sus empresarios, organizaciones sociales y comunicadores, tienen a su cargo la hercúlea tarea de hacerlo saber a los cuatro vientos. Una gran tarea para el David que es el Paraguay, que permita en breve plazo, el respeto ajeno a su soberanía. Lo que no hagan los Paraguayos, nadie lo logrará por ellos. Para colaborar en esta empresa los paraguayos cuentan con nuestra tarea, que cumpliremos con la responsabilidad que merece tan noble propósito.
Jaime Mario Trobo.
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