Damos a conocer el punto de vista de Jorge Zabalza a través de su blog y con el título “Catarsis de un gil”, aludiendo a los polémicos dichos del ministro de Defensa Nacional, Eleuterio Fernández Huidobro.
La traición de Judas Iscariote «AL ACTO DE LA TRAICIÓN ES UNO DE LOS MAS SANCIONABLES DEL SER HUMANO. LA TRAICIÓN HIERE DE MUERTE A TODOS LOS VALORES, PRINCIPIOS Y CONVICCIONES, EN LA QUE SE FUNDA LA EXISTENCIA DEL HOMBRE»
En el suculento y bien regado almuerzo de ADM, el ministro de defensa Fernández opinó que la doctrina del perdón “está basada, entre otras cosas, en lo que decía ese flaco que lo crucificaron por gil, creo yo que por gil, en el Gólgota, que lo que se pasó predicando fue perdonar”.
Creo que Jesús corrió el riesgo de que lo bauticen “gil”, como hizo Fernández, por su actitud de afrontar mil sacrificios por la causa que creía justa, de sufrir la tortura en silencio, sin negociar con los mercaderes y los romanos, sin desdecirse de sus creencias y porque, finalmente, se hizo crucificar por sus ideas. Como todavía no han creado la academia “oficial” del lunfardo, me permito esa libre interpretación del calificativo “gil”, lo percibo en oposición al término “vivo”, individuo sin escrúpulos, que no se aferra a los principios ni a su causa con tal de escalar la pirámide, competencia en la cual es capaz de negociar con el diablo y de vender a sus hermanos.
El 14 de abril de 1972, poco después de las 14 horas, la casa de Amazonas 1440 fue allanada por el “Departamento 5” al mando de Campos Hermida y el Batallón de Infantería No 1 al mando del Capitán Calcagno, policías y soldados coordinados por Víctor Castiglioni. Para aterrorizar a los que estaban adentro, las tropas hicieron fuego sin decir agua va con una ametralladora punto 30. En la casa no había armas,pues estaba preparada para pasar un allanamiento. Campos Hermida barrió de una ráfaga a Luis Martirena en la puerta y, momentos después, Castiglioni asesinó de un tiro en la cara a Ivette Martirena. En el altillo cuya entrada estaba oculta en el techo de un placard, estaban David Cámpora y Eleuterio Fernández; éste último recibió tres tiros de una ráfaga disparada al azar, contra techo y paredes, por la horda descontrolada. Cámpora relató la historia al periodista González Bemejo en 1983 y veinte años más tarde amplió su testimonio ante la justicia penal. Ello me exime de abundar sobre hechos que son harto conocidos, apenas tengo la intención de sacar alguna conclusión relativa al término “gil” con que Fernández bautizó al flaco Jesús.
Fernández podía haber gritado “soy el Ñato y no me entrego”, como lo hicieron Ernesto Guevara, Camilo Torres, Mario Santucho, Miguel Enríquez y Raúl Sendic. Como lo hicieron cientos de mujeres y hombres en este continente azotado en los ‘70 por el terrorismo de Estado. En cambio eligió salvar el pellejo, pedir por el juez Echeverría y por “Campitos”, aunque no podía saber a ciencia cierta si se lo iban a respetar. Desde Barcelona, Perico me dice que a nadie se le puede exigir que sea un héroe, pero también es cierto que hoy recordaríamos a Fernández con la reverencia que recordamos a aquellos y aquellas que supieron enfrentar la muerte sin pedir perdón. Lástima que no lo hizo. No se ve a sí mismo en la cruz. Nadie puede exigir a nadie que sea un héroe, pero si alguien asume el papel de dirigente de una revolución armada, puede esperarse que escupa en la cara de quienes le proponen “rendición incondicional o muerte”. Ese 14 de abril fue el cruce caminos que definió a Fernández, ese día hizo la opción que determinó el resto de su vida. La continuó desarrollando poco más tarde, al proponer la rendición incondicional del MLN(T) en el Batallón Florida. Cada vez que se mira al espejo o cada noche que lo desvelan los gritos de Ivette y Luis, se vé a sí mismo negando tres veces a Jesús de Nazareth, Espartaco, Tupac Amarú y Ernesto Guevara.
Aunque muchos Espartaco se alzaron contra los amos la esclavitud no desapareció; aunque muchos Jesús se hicieron crucificar los mercaderes siguen dueños del templo, aunque muchos Ché Guevara se hicieron matar en sus Ñancahuazú el capitalismo prosigue su historia de violencia, desanima al más pintado… si es tan difícil cambiar las cosas, ¿para qué hacerse torturar entonces?. Nada “gil”, con proverbial “viveza criolla” Fernández aconsejaba “no te hagas matar” al oído de los compañeros que trasladaban de Punta Rieles a los cuarteles para una sesión de torturas. El 14 de abril de 1972 del “no te hagas matar por la revolución” es clave para decodificar la actuación política pública del Fernández que salió de la cárcel en 1985.
Por otra parte, ha perdonado a sus enemigos, cae en lo mismo que le critica a Jesucristo. Ha incurrido en el delito de olvidar, un delito permanente que continúa cometiendo día a día con los caídos en Pando y con el resto de los asesinados y desaparecidos. Eliminarlos de su discurso es la forma de hacerlos desaparecer de su memoria, nunca más reclamar por justicia para Ivette y Luis, nunca más exigir juicio y castigo para Calcagno, es el único medio de perdonar su propia inconsecuencia. También olvida a los compañeros asesinados en esta democracia recortada: a Ronald Scarzella, de cuya fraternidad y hospitalidad tantas veces disfrutó; a Fernando Morroni y Rocerto Facal, asesinados por la policía en Jacinto Vera, cuando concurrieron a una manifestación convocada desde los micrófonos de CX 44 por el propio Fernández. ¿Porqué no ordenan investigar a fondo esos asesinatos? ¿Cómo hace para sobrevivir con semejante cargo de conciencia? ¿Cómo no se le ocurre investigar en los archivos de la tortura? ¿En aras de que estrategia política perdona y olvida?
Ustedes perdonen esta reacción políticamente tan poco correcta, pero este 14 de abril de 2012, al releer los testimonios de David sobre como asesinaron a Ivette y Luis no pude evitar la bronca. No perdonen, por el contrario, a los salvajes criminales que aterrorizaron a un pueblo, torturaron a miles y asesinaron y desaparecieron a cientos”.
Abrazos
Tambero.
Fuente Contenido e Imagen: http://zurdatupa.blogspot.com