Por considerarlo de interés reproducimos a continuación la columna del ex Presidente Julio María Sanguinetti publicada el pasado domingo 19 de diciembre en el matutino El País de Montevideo.
“Los militares han vuelto a levantar la basura, como en los años `60. También como entonces han cosechado aplausos. Hoy es la primera y modesta gratificación popular que reciben en medio de una campaña de rencores y descalificaciones. Ella deja en claro, también, que cuando se da la catástrofe a la sociedad sólo le queda la fuerza armada. A nadie le extrañe entonces que, si las cosas siguen como están, el próximo reclamo sea para la seguridad ciudadana.
Tampoco nos engañemos. Los militares van porque es su deber, pero no se precisa hablar con ninguno para adivinar que en su fuero íntimo anida el sentimiento de que un sistema institucional insuficiente les reclama ir a sustituir, en una tarea desagradable, a quienes están ganando cuatro veces más que ellos. Todo porque los comunistas no quieren perder pie frente al reclamo (explicable aunque no justificable) de quienes se sienten defraudados porque les prometieron «más izquierda» y ahora ya no sólo es bueno pagar la deuda externa, reformar el Estado, equilibrar las cuentas y privatizar servicios sino que hasta las viejas «medidas represivas» han pasado a ser «progresistas»…
A los comunistas les ocurre lo mismo que ya les pasó en aquellos lejanos años `60. En aquella época, su dirigencia no quería la violencia política. Pero los tupamaros de entonces los jaqueaban y con su aureola de revolucionarios «cheguevaristas» les arrastraban a la juventud. Y no dieron tregua en el medio sindical, lanzaron a la calle a los jóvenes estudiantes y problematizaron la vida cotidiana de los uruguayos mucho más que los guerrilleros.
Ahora estamos en algo parecido: la dirigencia comunista no oculta su preocupación y se abraza al programa frentista porque no puede explicarle a las bases gremiales lo que está ocurriendo, en el momento de mayor bonanza económica internacional de los últimos cien años, cuando fluyen dólares y llueven pesos en la Impositiva.
Si miramos hacia la Justicia, nos encontramos con una situación también problemática. Es evidente que se trata de un Poder al cual le cuesta entender que su rol no es sólo administrar la justicia caso a caso sino constituir un gran factor de equilibrio constitucional. Nadie entiende que el criterio sea «garantista» para el rapiñero y no lo sea para el policía que lo prendió, la misma víctima o el testigo inocente, que terminan en una sala de espera, amontonados, bajo la mirada escrutadora de los «amigos» del delincuente…
En este Uruguay de hoy, en crecimiento igual que toda la región, se ocupó la Suprema Corte de Justicia y parlamentarios oficialistas fueron a la puerta a prometerle arreglo a los gremialistas que increíblemente asaltaban un poder del Estado. ¿Qué se haría mañana si se ocupara el Palacio Legislativo o la Casa de Gobierno?
Un piquete trancó el acceso a una zona franca, cuya extraterritorialidad económica es su garantía, y no fue sencillo que se amparara el derecho al trabajo de miles de empleados.
Nada de esto opera a corto plazo. Son procesos que van degradando el Estado de Derecho, como lo ha señalado hace poco Ernesto Talvi: el desconocimiento de los pronunciamientos populares sobre la Ley de Caducidad, los excesos del poder sindical, la nueva agencia de control solamente para las universidades privadas, la «desmilitarización» de las Fuerzas Armadas, la anunciada ley de medios, las presiones y amenazas al Poder Judicial, las facultades de la administración sobre cuentas bancarias y de la DGI sobre los ciudadanos, etcétera, etcétera.
A todo esto sumémosle el tema educativo, que ya no acepta disimulos. Es una tragedia nacional. Las evaluaciones nos dicen que estamos en el fondo y —lo que es peor— estancados. Otros latinoamericanos no alcanzaron aún nuestro nivel, pero por lo menos están subiendo. La situación de Argentina y la nuestra son las imperdonables, porque fuimos los países pioneros, desde Sarmiento y José Pedro Varela. Un tercio de los muchachos entre 15 y 24 años no trabaja. La mitad de los de Secundaria, desertan de los estudios.
No dudamos de las buenas intenciones de nuestro Presidente, expresadas enfáticamente el día de su asunción. Pero ante la evidencia del desastre, las autoridades miran para otro lado, jaqueadas por gremiales que hoy tienen el poder administrativo y a las que no les viene bien ni el Plan Ceibal. Nada que sea modernizador les es aceptable. Como no lo fue cuando con el Prof. Rama llevamos a cabo una reforma del sistema, que combatieron con saña, hasta usando la violencia para impedir la alimentación de los niños en condiciones adecuadas.
No es un milagro que los países que hoy cambian el equilibrio del mundo, los asiáticos, estén la cabeza en el rendimiento escolar de sus adolescentes. Sólo Finlandia se les entrevera en los primeros puestos. Nosotros reptamos en el fondo del ranking. ¿Qué le espera entonces a la generación que hoy presuntamente se prepara? Sin capacidad para enfrentar un mundo exigente en conocimiento, ¿que será de ella?
Mientras dure la bonanza, todo se disimulará. Hasta que un día el viento cambie y nos ahogue esta realidad que lentamente se va construyendo y que va desde el decaimiento de las instituciones públicas hasta el rezago de nuestros estudiantes. Como alguna vez se ha dicho: estamos bien, pero vamos mal…
Fuente/Enlace: http://www.forobatllista.com/insumos/correoviernes.pdf
Últimos Comentarios