“Una vida restaurada” es el título del relato que nos comparte Luis Alzamendi en esta entrega para Sociedad Uruguaya.
Llevaba ya muchos años en la policía y se encontraba en el escalafón de los suboficiales, pero como todas las cosas, había tenido un comienzo y ése fue en la escuela de policía. Conviviendo con un nuevo grupo de personas, comenzó a hacer nuevas amistades con las que después de cada clase, se dirigían a algún bar para charlar y tomar algunas copitas. Al principio quizás esto no pasaba de un momento de compañerismo, de expansión o de diversión, pero a medida que pasaba el tiempo, el alcohol comenzó a adquirir otro valor en su cuerpo, y pasó de un gusto, a ser una necesidad.
Su vida fue adquiriendo nuevas responsabilidades a medida que su grado policial iba cambiando; pero lo que no cambiaba era el hábito que lo llevó al alcoholismo. Quizás su relación con sus compañeros de juerga no había cambiado, porque todos andaban en la misma, pero su aspecto personal era deplorable, se había vuelto desalineado, desprolijo, falto de la responsabilidad que requería su labor, había un deterioro exterior y también interior. No le avergonzaba que lo vieran ebrio su familia, los vecinos, la gente en si que tendrían que ver en él, un símbolo de autoridad, por el uniforme que vestía.
El ser casado, el tener una familia bajo su responsabilidad, para él, no eran impedimentos suficientes que pudieran inducirlo a dejar de beber hasta perder la noción. Llegaba a su casa en un estado desagradable, con exigencias, con imposiciones que creaban una situación intensa en esa familia a pesar que la esposa con mucha paciencia trataba de aplacarla, estaba siempre dispuesta para atenderlo con mucho amor.
Un día de esos tantos, entró a la casa no siendo notada su llegada, cuando de pronto sintió la voz de su hijita diciéndole a su mamá; -si papá muriera hoy ¿iría al cielo?- esas palabras llegaron muy hondo en su vida comenzando una transformación que sería para siempre.
“Cuando la sabiduría entrare en tu corazón…te preservará la inteligencia, para librarte del mal camino”.
Luis Alzamendi.
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