Hay un estrecho sendero en el camino hacia la gloria que está cercado por agua y fuego. Caes a un lado y te ahogas, caes al otro y te quemas. A uno y a otro costado caen los temblorosos, los que dejan el fútbol de un lado y se pertrechan, temerosos, en la miseria de la retaguardia. Así comienza la crónica de José Manuel Cuéllar para el diario ABC de España en donde se destaca el triunfo del Atlético de Madrid para quedarse como dueño de Europa al vencer al Fulham inglés el miércoles 12 de mayo.
El Atlético no es de esos. Fiel a su historia, fue a la final con el pecho descubierto, novio de la muerte, amparado en la fe que le da el talento de sus hombres ofensivos, fiel a sí mismo ante un rival ordenado, muy trabajado y enormemente disciplinado.
En ese contrapunto de estilos se jugó la final y en ese mismo contrapunto el Atlético fue casi siempre mejor, argumentando su mayor pegada que acabó con el gol de Forlán en el enésimo enlace con Agüero, que fue una víbora lleno de veneno atizando en el tobillo (que es dónde le llegaba) del gigante Hangeland (1,95). Y también fiel a su estilo hasta el final, el Atlético cometió su pifia habitual que le costó el gol de Davies para alcanzar un equilibrio que no se veía en el choque.
En el contexto general del primer tramo, el Atlético fue más en casi todo: entró por los costados con habilidad, se desdobló en diagonales con derroche físico y siempre amenazó arriba con sus agudos estiletes. El Fulham también confió en su estilo: contundencia, líneas juntas, equipo compacto y simpleza que delimitaba con la sosería en casi todo lo que hizo.
Refugiados en De Gea
Aun así, la segunda parte fue un calvario porque el Atlético se descosió. Desfondados los rojiblancos, se creó un desierto entre Forlán y Agüero y el resto. En ese descontrol, el orden inglés se impuso, se presentó ante la portería atlética y ahí se quedó: frenado por el grandísimo De Gea, que realizó paradas de todo tipo, manteniendo a flote a su equipo, que hacía aguas en puntos vitales de la embarcación.
Fue hasta que también se acabó el fuelle inglés, que no duró mucho más. El último tren lo cogió el Atlético con más fe que el Fulham, que se refugió en su coraza de tortuga, asediado por todos lados en los minutos finales. La prórroga, con el Fulham sin aire, fue del Atlético, que llegó con todo y con más armas. Hasta que apareció la dupla, el Kun por un lado y «el U-ru-gua-yo» por el otro para dar la gloria al Atlético.
Fuente: Diario ABC. www.abc.es
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