A partir de hoy con esta primer entrega le damos la bienvenida a Luis Alzamendi, quien nos acompañará con Relatos reflexivos sobre diferentes circunstancias de la vida, aportando también su arista cristiana.
“Corría por la rambla como lo hacía todas las mañanas. Firme en su andar, no permitiendo que el cansancio pudiera dominar su ejercicio diario, trataba a un ritmo constante, exigiéndose a cada paso, buscando que éste, cada vez surtiera mejor efecto y quemara las calorías que según ella, estaban de más. Iba con decisión firme a completar la distancia ya marcada.
Hacía unos años se había disgustado por no haberse podido controlar en las comidas y a raíz de eso, su peso se había excedido de lo normal. Pero se había propuesto que esto no volvería a suceder, sino que con estos ejercicios y algún que otro cuidado en las comidas, podría mantener su físico en buen estado. Mantendría su silueta bien cuidada y se sentiría bien anímicamente.
Su obsesión era tal que dejaría de lado cualquier cosa, le restaría importancia a las demás cosas, con tal de atender a lo que para ella tenía más prioridad, su buena figura, su físico.
Pero esa mañana iba a suceder algo que repercutiría en su vida. Dirigiendo su mirada hacía el mar, vio algo en la orilla, pero no llegaba a distinguir que era. A medida que se iba acercando e invadida por la curiosidad, trataba de ver si podía visualizar aquello que estaba allí, pero no podía. Ya intrigada resolvió dirigirse hacia ese lugar, y a medida que se iba acercando se le aclaraba la imagen.¡¡No puede ser!! exclamó ella. Sí, era el cuerpo de una persona, que sin vida y quizás arrastrada por el mar, había quedado en la orilla.
En ese momento le sobrevino temor por la muerte, al ver ese cuerpo en estado de descomposición. Ella no estaba preparada para cuando tuviera que abandonar ese cuerpo que tanto cuidada”.
«El ejercicio físico para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha».
Examina tus prioridades, y así no te llevarás una sorpresa.
Luis Alzamendi.
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