Luego de 45 días de haber recibido el doble trasplante, de corazón y pulmones, Roberto Sánchez «Sandro de América», falleció en el Hospital Italiano de Mendoza por un «shock séptico», según informó su médico personal Claudio Burgos.
El cantante de 64 años dejó de existir luego de varias semanas de lucha. Los médicos dijeron que «cada vez quedaba menos por hacer». Su estado se agravó en las últimas 24 horas, lo que obligó a que sea intervenido dos veces de urgencia.
Nació como Roberto Sánchez, el 19 de agosto de 1945, en Parque Patricios, pero fue criado en Valentín Alsina. La música y la actuación fueron para el una pasión temprana. Mucho antes de que se hiciera famoso con «Rosa, Rosa» o «Quiero llenarme de ti», ya en un acto escolar se animó a imitar a Elvis Presley haciendo playback sobre un disco.
Durante la década del 60 tuvo algunos grupos musicales hasta que se hizo conocido con Los de Fuego. Sin embargo, no tuvo éxito de un día para el otro. Como Sandro y Los de Fuego intentó firmar un contrato discográfico pero no lo consiguió. Recién en 1963 grabó para la CBS un simple con dos temas, y sin sus compañeros de ruta. Fueron «¿A esto le llamas amor?» y «Eres el demonio disfrazado».
Los de Fuego tuvieron su revancha al año siguiente, cuando grabaron con Sandro «Hay mucha agitación», un tema de Jerry Lee Lewis. Con esos covers en castellano se le abrieron las puertas de programas televisivos del estilo de Sábados circulares, conducido por el popular Pipo Mancera.
Tres años después el cantante ganó el Festival Buenos Aires de la Canción con el tema «Quiero llenarme de tí». Y más adelante comenzó a frecuentar otros lugares. Los más variados. Desde La Cueva (donde se gestó el rock nacional) hasta los sets de filmación. En 1968 comenzó su carrera cinematográfica con Quiero llenarme de ti, aquel éxito que le había dado un premio y al que seguiría una decena de films donde surgieron éxitos como Tú me enloqueces junto a Susana Giménez, y Subí que te llevo, con María del Carmen Valenzuela, como parejas centrales.
A pesar de todos esos buenos momentos, la década del ochenta no terminó bien y la siguiente no empezó mejor: fallecieron su madre y su amigo y manager Oscar Anderle, con quien escribió la mayoría de sus éxitos. Dos duros golpes para el cantante. Además, en los noventa sufrió un infarto, la primera señal de una serie de enfermedades desencadenadas por el tabaquismo, que lo obligarían, una década después, a anotarse en lista de espera del Incucai para un doble trasplante de órganos.
Sin embargo, no bajó los brazos. En esa década presentó un recordado ciclo televisivo en Telefé llamado Querido Sandro (producido por Héctor García) y un nuevo espectáculo, 30 años de magia, en el Teatro Gran Rex. En esa sala sus conciertos se transformaron en rituales irrepetibles: ofreció 18 funciones y comenzó a batir récords. A principios de 1999, con Gracias… 35 años de amores y pasiones llegó a los 40 recitales; y otros públicos empezaron a descubrir en el Gitano un nuevo ícono popular, en este caso a uno ya maduro, que peinaba canas.
La confirmación de esa llegada a públicos de otras generaciones fueron, por ejemplo, el tema que grabó para un disco de Charly García y Pedro Aznar, a mediados de los noventa, y muchos años después, el lanzamiento del álbum Tributo a Sandro. Un disco de rock, donde participaron grupos como Divididos, Los Fabulosos Cadillacs, Bersuit Vergarabat y Ataque 77, con sus versiones de temas como «Tengo», «Dame el fuego de tu amor» o «Una muchacha y una guitarra».
En este período, a pesar de que las complicaciones de salud se hacían más evidentes, no quería dejar de hacer al menos una temporada de recitales al año. En 2004, con su gira de shows La profecía, su micrófono iba acompañado por un tubo de oxígeno que lo asistía mientras cantaba.
Durante el último lustro estuvo recluido en su casa de Banfield, excepto cuando lo trasladaban al Instituto Argentino del Diagnóstico, donde era internado para controles de rutina o para estabilizar su organismo, afectado por un enfisema pulmonar crónico. Su esposa Olga siempre lo acompañaba. El sólo se encontraba con su público el día de su cumpleaños, cuando salía a la puerta de su casa para saludar a sus fans incondicionales. A «sus» chicas, que lo idolatraron hasta el final. Y lo seguirán haciendo.