El 64.7% de los jóvenes y adolescentes montevideanos de hasta 29 años vive en hogares conformados por sus padres, sea con la presencia de ambos, de uno solo o de uno de ellos con su pareja.
De acuerdo a la Encuesta Nacional de Adolescencia y Juventud 2008, realizada por el Ministerio de Desarrollo Social, dos de cada tres individuos de ese tramo etáreo ocupan el rol de «hijos» en la familia.
Uno de cada cuatro adolescentes y jóvenes ha conformado su propio hogar (24.4%), la mayoría (20) de tipo de tipo nuclear (20%). Este estado ni implica que hayan dejado de vivir con su padres, sino que han constituido su propia familia (una pareja con o sin hijos). El 20.6% vive en un hogar monoparental -constituido solo por uno de sus padres.
La encuesta muestra que el 29% es autónomo. Dos de cada tres adolescentes y jóvenes no han formado núcleo familiar propio, no son autónomos ni independientes.
Uno de cada cuatro adolescentes pertenece a hogares monoparentales, en su mayoría liderados por su madre. Por tramos de edades, esta situación se da en el 28.2% de loa adolescentes de entre 12 y 14 años de edad y en el 24.4% de los que tienen entre 15 y 19 años.
A mayor nivel de ingreso es más probable que los adolescentes vivan en hogares con ambos progenitores. En el tramo de 12 a 14 años, el 65.4% de los de nivel socio alto vive con sus padres, mientras que en el nivel bajo el porcentaje es de 53%. Para los de 15 a 19 años, los porcentajes son de 53.6 y 51.4%, respectivamente, una distancia significativamente menor.
Por el contrario, la pertenencia a hogares monoparentales es más alta en el tercil más bajo (28.5% para el grupo de 12 a 14 años) y decrece a medida que suben los terciles hasta alcanzar el 23.6% en el alto.
Entre los 12 y 14 años, la pertenencia a hogares monoparentales llega al 28.5% en el nivel socioeconómico bajo y del 23.6% en el alto. La tendencia se invierte en el grupo de 15 a 19 años, donde el 26.2% de los de nivel económico alto y y 21.6% de los de nivel bajo vive en hogares monoparentales. Esta diferencia puede explicarse porque entre los 15 y 19 años los adolescentes del tercil más bajo de ingresos abandonan promedialmente más el rol de «hijos» que en el resto de los terciles.
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