El gobierno uruguayo deberá expedirse sobre las intenciones de los Estados Unidos de colocar nuevas bases militares en territorio colombiano. Esta decisión sobreviene tras el pedido del presidente de Brasil, Luis Inacio Lula Da Silva de instruir a su embajador en Washington para que averigüe en qué consistirá la presencia militar estadounidense en tierras cafeteras de Colombia. El canciller español habló de evitar el «militarismo en la región». El colombiano Uribe no irá a la cita de UNASUR, en Quito.
«No me causa ninguna gracia una nueva base militar (de EE.UU.) en Colombia», declaró el jueves el presidente Lula da Silva. Tenía a su lado a la presidenta chilena Michelle Bachelet, quien asintió y aceptó inmediatamente el pedido del brasileño: convocar al Consejo de Defensa de UNASUR, para discutir el asunto. A la iniciativa sudamericana se sumó ayer otro componente: el europeo. El canciller español Miguel Angel Moratinos se encontró con su par Celso Amorim. Poco después declaró: «Hay que evitar el militarismo en América Latina. Esa no es la mejor respuesta a los problemas regionales».
Con todo, Lula fue delicado. «No me gusta pero tampoco quiero dar opiniones sobre lo que hace Alvaro Uribe». Y arriesgó: «Prefiero conversar personalmente con él en Quito». Se refería a la cumbre que UNASUR tendrá ese día en la capital ecuatoriana. Pero las intenciones dialoguistas del presidente brasileño ayer parecían naufragar. En Bogotá informaron que Uribe no irá a la cita en Ecuador.
Bachelet admitió el jueves en San Pablo que «hay países que no están tranquilos» con las negociaciones entre colombianos y estadounidenses. Lula, más incisivo, recordó la iniciativa lanzada el año pasado por el ex presidente George W. Bush poco antes de dejar el poder, cuando decidió reactivar la IV Flota Naval estadounidense, cuya misión es «vigilar» el Atlántico Sur. En aquel momento, el jefe de Estado brasileño envió una nota a su ex colega para señalar que su gobierno no veía con buenos ojos la revitalización de esa escuadra.
Muy preocupante la instalación de bases militares en Sudamérica, sumado a un golpe de Estado en Honduras, cuyos culpables habría que buscarlos en los sectores más conservadores de Estados Unidos, y su Escuela de las Américas (SOA, por sus siglas en inglés), la misma que entrenó a quienes violaron los Derechos Humanos en nuestro país y en otros de la región durante los años oscuros.