Durante los cinco primeros meses de 2009 los agentes de las Fuerzas de Seguridad del Estado adscriptos al Servicio de Control de Entrada de Extranjeros tramitaron 4.064 expedientes de rechazo de extranjeros arribados al aeropuerto de Barajas (Madrid).
La cantidad de expedientes de rechazo tramitados es equivalente al número de pasajeros transportados en diez aviones Boeing 747 repletos.
Si bien se ha reducido el número de viajeros debido a la crisis económica mundial, que afecta en forma especial a España, la persistencia en las políticas de expulsión dirigida en forma especial contra los viajeros procedentes de Iberoamérica, ha hecho que se impidiera el ingreso a España de 873 brasileños, 529 paraguayos, 497 argentinos, 432 venezolanos y 185 hondureños, entre otros.
El promedio de expedientes tramitados en Barajas ha sido 25 por día entre enero y mayo de 2009.
Los “rechazados en frontera”, en el aeropuerto internacional de Barajas, son trasladados a las denominadas salas 3 y 4, propiedad de AENA (Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea) y custodiados por agentes del Cuerpo Nacional de Policía y vigilantes de seguridad, ubicadas en las terminales 1 y 4.
Aparentando el cumplimiento de formas legales, aplicando la figura del rechazo en frontera en el marco de lo preceptuado en el artículo 5.1 c) del Acuerdo de Schengen y los artículos 23 y 24 de la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social, agentes de las Fuerzas de Seguridad del Estado adscriptos al Servicio de Control de Entrada de Extranjeros en los aeropuertos internacionales españoles, deniegan por resolución administrativa la entrada en territorio español a ciudadanos argentinos en particular. Haciéndolo mediante un procedimiento que no contempla la posibilidad de descargo ni el ejercicio del derecho de defensa, ya que la formal actuación de la asistencia técnico-jurídica es un formalismo, una parodia, una falsedad más del procedimiento que en los hechos se limita a hacer firmar un formulario al presunto asistido al que ni siquiera se le informa el nombre de su supuesto “defensor”, haciendo tabla rasa con el derecho para cubrir con un manto de legalidad el trato inhumano y degradante que, generalmente, ni siquiera hace posible la asistencia consular de las víctimas, ya que la comunicación al Consulado respectivo suele realizarse tras el embarque del rechazado en el vuelo de regreso, al solo efecto de cubrir las formas.
La lista de exigencias para ingresar a España como turista contradice la histórica relación filial entre el Reino y Argentina. Incluye engorrosos requisitos, hasta no hace mucho impensados que no concuerda con la histórica política argentina de puertas abiertas, en especial con los españoles.
Brasil ha tomado algunas medidas correctivas en el marco de la reciprocidad, extremando los controles en sus aeropuertos, rechazando a ciudadanos españoles que pretendían entrar al vecino país.
Inexplicablemente, Argentina no ha adoptado medidas similares y los españoles continúan ingresando sin limitación alguna, e incluso burlando la normativa migratoria local permanecen por largos períodos de tiempo, en algunos casos trabajando por cuenta propia o para terceros. A veces –para cubrir las formas- cruzan el Río de la Plata para reingresar desde el Uruguay, abriendo un nuevo período de permanencia en el territorio argentino.
Por lo demás, ni siquiera puede afirmarse que la mayoría de los iberoamericanos “rechazados” intentaran permanecer ilegalmente en España. Las razones de los viajes son, en general, otras. España ya no puede ofrecer posibilidades laborales aceptables ni siquiera a quienes allí residen.
Entre muchos otros, el periodista Guillermo Adolfo Weigel y su mujer Valeria Kleywegt fueron rechazados en Barcelona cuando intentaban pasar un par de días en la Ciudad Condal y asistir a una muestra gastronómica en Palencia, a la que habían sido invitados.
Walter Ricardo Vergara, miembro del elenco estable del ballet del Teatro San Martín de Córdoba (Argentina) y la bailarina María Silvia Álvarez, privados de la libertad y enviados a la República Argentina cuando intentaban llegar a Barcelona para asistir a la fiesta de casamiento de un familiar.
Darío Casasa, en viaje a Bélgica vía Madrid, fue privado de su libertad durante tres días, impidiéndosele continuar el viaje hacia Bruselas, siendo reembarcado hacia Buenos Aires.
A Gabriela Calvin, de Rosario (Santa Fe), le fue impedido el ingreso a España, adonde viajara con el fin de visitar a su hermana.
Otra víctima de los “funcionarios” fue una abuela uruguaya -Mirta Giménez- de 72 años que, acompañando a sus nietos Nicole y Bruno, de 9 y 12 años, llegara en un vuelo procedente de Sudamérica al aeropuerto de Barajas (Madrid), con el objeto de visitar a su hijo (padre de los niños), ex campeón uruguayo de padel, legalmente establecido en España desde cinco años antes.
Leandro Javier Pazos, músico argentino, egresado y profesor de la Escuela de Música de Buenos Aires viajó a España para recorrer algunos lugares y tomar conocimiento directo de las novedades musicales. Lo detuvieron, lo desnudaron, lo despojaron de sus pertenencias y lo mantuvieron privado de la libertad durante una semana, cumpliendo régimen carcelario en un «Centro de Internación», hasta que al cabo de la semana, esposado, se le hizo abordar un avión con destino a Buenos Aires.
Aunque en España se suele relacionar la propia emigración con la Guerra Civil, cientos de miles de españoles salieron de su tierra desde el último tercio del siglo XIX con destino a la República Argentina por otras razones. Aunque sea menos elegante, gran parte de los españoles emigrados lo hicieron, sobre todo, por hambre. Fue ese el motivo que llevó a muchos a la Argentina.
La Administración española y parte de la sociedad parece propensa a olvidarlo, prefiriendo no recordar aquellos años en los que fueron pobres, obligados a emigrar; en muchos casos clandestinos, ilegales, como polizones en alguna nave o teniendo sus propias “pateras”, como las destartaladas naves en las que muchos, desde las Islas Canarias, pudieron alcanzar tierras americanas, en el Caribe o el norte de Sudamérica, para empezar una nueva vida, sin que los echaran al llegar.
Gran parte de la sociedad española actual –gracias a Dios, no es toda-, inmersa en el consumismo, padece un acentuado temor a la pobreza, como si fuera contagiosa y muchos ven en el inmigrante un peligro potencial, un posible sujeto transmisor.
Fuente: IberInfo (Buenos Aires) y Agencia Hispanoamérica.
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