El exilio es una experiencia desgarradora. Los que tomaron la decisión de dejar su tierra recuerdan cada tanto su pasado y hasta a veces, una vez pasado el tiempo de haber dejado su país, se olvidan los motivos por los cuales decidieron exiliarse. Cada caso es uno solo y difícil se parezcan entre sí. La página web de la BBC destacó recientemente un artículo en el que relatan los casos de los 100 latinoamericanos más famosos. Entre ellos sobresale el de la uruguaya Silvia Arroyo, cantante lírica, soprano, de profesión, Arroyo, diez años después de entonar óperas y musicales todavía se estremece con las conversaciones en los autobuses en su nueva ciudad adoptiva: Madrid.
«A veces me parece que gritan y eso que yo soy la soprano», sonríe. Su historia, como la de los cien latinos de Madrid, ahora se cuentan en voz alta.
La revista Fusión Latina a través de embajadas, asociaciones, ONG y la Casa de América, ha seleccionado por segundo año los 100 Latinos de Madrid entre el más de medio millón de latinoamericanos que vive en la ciudad.
Entre ellos hay empresarios, artistas, científicos, escritores, profesores, trabajadores sociales o periodistas que han ganado nuevos espacios y que se destacan por su labor.
Según el Centro de Investigaciones Científicas (CSIC), tres de cada diez inmigrantes tiene empleos cualificados.
«La lista demuestra que los inmigrantes no sólo trabajan en el sector de servicios, lavando baños o cuidando ancianos. Hay personas que están estudiando, que son científicos o profesores universitarios, personas que cubren sectores importantes de la sociedad», señala la colombiana Verónica Durán Castello, directora de la revista.
Para la soprano uruguaya, como para tantos miles de compatriotas que siguen fuera de las fronteras nacionales, no le ha sido fácil. Recorrió un camino arduo y espinoso, hasta que se abrió camino y conquistó un lugar en la sociedad española, relata el informe que recoge la BBC. Después de pasearse por los teatros de Montevideo y Buenos Aires, de trabajar como profesora de literatura y como directiva de ONG, compró un boleto de avión a España.
«Un billete sin regreso. Al final hacía de todo en mi país, toqué techo. Siempre he vivido al lado del mar y pensaba que nunca me iba a adaptar a Madrid. Sin embargo, ésta es una ciudad abierta y siempre hay posibilidades de hacer algo», señala.
También repartió currículos, cantó en coros y finalmente la ficharon cuando se dieron cuenta que su voz delicada en realidad escondía los decibelios de una soprano. Luego participó en el musical más taquillero de España, El Hombre de la Mancha , con Paloma San Basilio.
«Me faltan las zarzuelas. Aún les parece extraño que una soprano uruguaya cante algo tan típicamente español como una zarzuela», admite.
Sus compañeros de trabajo le han puesto una denominación de origen, «uruguaya de La Mancha».
«Los uruguayos somos como los osos panda, escasos. Nos tienen que cuidar», agrega sonriente Arroyo.