En el Laboratorio de Palinología, Facultad de Ciencias, UDELAR, se estudian granos de polen, esporas y microorganismos de pared orgánica que miden decenas de micras. Investigar este insospechado mundo de lo pequeño permite inferir el tipo de clima que existía hace 300 millones de años. La disciplina tiene aplicaciones en Medicina (polinosis), tipificación de mieles, prospección petrolera e incluso en criminalística
En el Pérmico, hace aproximadamente 300 millones de años, la zona noroeste de lo que hoy conocemos como Uruguay estaba cubierta por los hielos de una glaciación y el departamento de Cerro Largo tenía un aspecto más similar a Noruega o los fiordos chilenos. La configuración de los continentes y su vegetación era muy diferente a la actual. Los cinco continentes estaban unidos y formaban un supercontinente conocido como Pangea. De este contexto surgen los contenidos de la conferencia «Cuando en Melo había Glaciares», de la paleontóloga Ángeles Beri.
Pero, ¿cómo es posible saber cómo eran esos ambientes en un tiempo que ni siquiera imaginamos? La científica responde que «una de las cosas interesantes es que la vegetación refleja bastante bien el ambiente en que viven las plantas. A partir del estudio de los granos de polen es posible saber qué tipo de plantas existían. En conjunto con otros datos, se puede reconstruir un paleoambiente y saber lo que pasó hace 300 millones de años», apuntó.
No sólo han existido animales gigantes en el pasado, sino que, muy por el contrario, la diversidad biológica comprende y ha comprendido numerosas formas de los más variados tamaños y cuyo estudio nos brinda datos cruciales a la hora de entender cómo ha funcionado la vida antes de la aparición del ser humano en el planeta, hace unos 200 mil años, explicó Beri en un artículo publicado en la última edición del Almanaque del Banco de Seguros del Estado.
Los granos de polen y esporas que producen las plantas miden en promedio unas decenas de micras (una micra es una milésima parte de un milímetro) y son producidas en gran cantidad, lo que aumenta su probabilidad de fosilización. Los granos de polen tienen una pared muy resistente que permite que se conserven en las rocas sedimentarias, durante millones de años. Beri sostiene que funcionan como las huellas digitales de las plantas, por lo que a cada tipo de planta le corresponde un tipo de polen, de forma que si encontramos el polen fósil podemos saber qué tipo de planta lo produjo.
A través del estudio de los granos de polen se puede tener idea de cómo era la vegetación que existía en el pasado lo que, a su vez, permite inferir el tipo de clima. Cuando se habla del cambio climático es importante entender cómo ha funcionado el planeta sin los humanos para evaluar el impacto de la actividad antrópica en el presente, afirma la experta.
La rama de la Ciencia que estudia los granos de polen, las esporas y otros microorganismos de pared orgánica recibe el nombre de Palinología. En nuestro país, desde 1988 se realizan estudios palinológicos en el Laboratorio de Palinología de la Facultad de Ciencias de la UDELAR.