El consumo de la pasta base en la sociedad uruguaya ha calado tan hondo que ya no es extraño escuchar que los candidatos a presidente incluyan en sus discursos y plataformas electorales medidas que tiendan a erradicar su comercialización y consumo en el país, algo impensable que se mencionara en actos partidarios apenas algunos años atrás cuando también existía el consumo pero de otros estupefacientes como la marihuana o la cocaína (por nombrar a los más populares). Es que, quizá drogarse en aquellos años era visto como una rebeldía, de alguien que se manifestaba a través del consumo en rechazo a los dictámenes que establecía la sociedad de entonces.
La revista “noticias” de la Argentina publica en su último número un análisis por parte del siquiatra Eduardo Kalina, especialista en adicciones.
Como el devastador efecto que causa entre los consumidores argentinos y uruguayos es idéntico y la única diferencia entre allá y acá en cuanto a esa droga es que ellos la denominan “paco” y aquí “pasta base”, y como ilustra las consecuencias que su consumo provoca en el cerebro como pocas veces se ha leído (“lesiona el lóbulo frontal, donde se ubican los 18 milímetros de células cerebrales que nos separan de nuestro pariente más cercano, el chimpancé”, dice el especialista), extraemos parte del artículo sobre la también llamada “droga de los pobres”.
“Hoy la Pasta Base de Cocaína (PBC) se instaló cómodamente entre los más marginales de los marginales. Tanto, que se la conoce como “la droga de los pobres”. El genocida más grande de la historia actual, la describen los especialistas. Y es que el paco directamente lima, y no metafóricamente hablando, el cerebro de quienes lo consumen. Hasta el punto de que lesiona el lóbulo frontal, donde se ubican los 18 milímetros de células cerebrales que nos separan de nuestro pariente más cercano, el chimpancé. La región que el psicólogo soviético Alexander Luria bautizó como “el lóbulo de la civilización”.
“Ahí es donde se aloja la capacidad de frenar los impulsos, de controlar la motricidad y la agresión, de pensar en las consecuencias de los actos, de tener moral, creencias espirituales. Como cualquier tipo de cocaína, el paco tiene una acción muy fuerte a nivel vasoconstrictor, y una de las zonas en las que actúa selectivamente es esa”, explica el psiquiatra argentino Eduardo Kalina, especialista en adicciones.
Es entonces cuando se libera a Mr. Hyde (en inglés; escondido, en español), el monstruo que todos llevamos dentro. Es entonces cuando las personas pueden convertirse en seres capaces de crueldades espantosas. De hecho, Robert Stevenson, el autor de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, fue cocainómano y su novela, el vehículo que le permitió describir lo que él mismo sentía en sus momentos de mayor dependencia.
Algo fundamental a la hora de entender la gravedad de lo que implica el paco es que, aún cuando sus efectos son siempre devastadores, pueden serlo casi completamente según el tipo de persona que lo consuma. Algo que casi nadie dice públicamente. No es lo mismo que lo fume una persona adulta, de clase media a alta, escolarizada, a que lo haga un chico de menos de 20 años (en realidad, los casos que se conocen suelen comenzar entre los 8 y los 15) que no va a la escuela y que vive en una villa miseria. Porque la acción que ejerce la droga es diferente según la nutrición, la educación y la formación cerebral de quienes la consumen.
“Hasta los 25 años, el cerebro no está estructurado –describe Kalina–. Si un chico de 15 años fuma un simple cigarrillo de tabaco, ya está marcando al 89% de sus receptores cerebrales y no tiene la madurez cerebral para discernir. El hábito y la sensación se les fija, vuelven a fumar y ahí es donde llega el anhelo de más tabaco.”
Lo que la droga hace (y la nicotina está considerada científicamente como una droga) es modificar las neuronas, y la persona pierde su autonomía más interna. Aún en el caso de las sustancias consideradas “livianas”, como la marihuana, se agregan más efectos: de acuerdo con Joseph di Franza, de la Universidad de Massachusetts (Estados Unidos), “el 12,2% o más de quienes usan drogas ilícitas están consumiendo además radiaciones, fertilizantes cancerígenos, y la combustión constante a que se somete la zona de la boca y garganta da como resultado cambios en el ADN de la boca, del cuello y del cerebro. Es decir, cáncer”.
Según Kalina, “el problema del paco es que lo consume gente muy joven y con cerebros inmaduros. Un cerebro que ha sido cultivado resiste mucho más, porque el cerebro es como un músculo al que hay que ejercitar para que no entre en decadencia. Estos chicos que consumen paco minuto a minuto, en general, nunca han hecho nada con los suyos”.
(Publicación extraída de la revista Noticias)
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