El diputado colorado Alberto Scavarelli aborda en este caso lo referente a la “Crisis en Estados Unidos y Silencios”.
”La actual crisis financiera en los Estados Unidos, es un fenómeno que deja al descubierto que tener el liderazgo y estar listo a ayudar cuando las crisis son de otros gigantes del sistema financiero internacional, no necesariamente significa contar con ellos cuando la situación es crítica.
Estados unidos es sin duda el motor de la economía y la tecnología del mundo. Hay otros muy importantes en maduración, pero ninguna de la permanencia y desarrollo constante exhibido y probado desde hace muchos años por los Estados Unidos.
Alimenta una turbina de consumo, desarrollo económico, tecnología y seguridad militar, el mayor mercado del mundo que esta hoy allí, con sus entrañas al descubierto en medio del desgarro al que la especulación y las comisiones siderales de los que cobran en función de volumen de negocios, le han causado. El sistema implotó desde las inversiones hipotecarias. Si hay una inversión segura, en teoría, es la hipoteca. Alguien presta dinero y cuenta con la garantía de un inmueble de valor superior a la suma prestada.
Hasta allí es sencillo. Si no paga, el deudor verá como quien le prestó el dinero con hipoteca en garantía, saca a remate a su propiedad y la vende al mejor postor, para cobrarse con lo que obtiene del remate.
Ante esa situación las garantías de este proceso se basan en algunos pilares jurídicos, económicos y financieros casi elementales. El que presta debe examinar muy bien la capacidad de pago del deudor y estimar su futuro económico en los años por venir. Por otra parte debe valuar correctamente la propiedad dada en garantía, de modo tal que el valor de la misma promedialmente se sostenga en el tiempo para ser una garantía eficiente y sobre todo suficiente. Si cesan los pagos y las ejecuciones se multiplican, los precios caen y las garantías devienen ilusorias.
En ese esquema opera el corredor hipotecario, quien percibe comisiones suculentas por cada negocio concretado, y junto a ellos los que califican riesgos y marcan el camino. Ese doble esquema de pinzas deja entre paréntesis la seguridad operativa, desde el momento en que la intermediación hipotecaria y la intermediación de colocación de capitales en fondos hipotecarios de alto rendimiento, comienzan a ser atacados especulativamente y algunos de los calificadores de riesgo se hacen trampas al solitario, para no decir cosas peores. El factor seguridad de los préstamos hipotecarios, notoriamente cedió a la tentación del volumen de las comisiones por los negocios concretados, como forma de mantener en movimiento, una máquina de ganancias por sumas increíbles.
Cientos de millones de dólares en comisiones y salarios bonificados pagados a quienes manejaban esta rueda gigante disimulando la caída en picada del sistema, por incapacidad o por dolosa ambición.
El resultado fue terrible en términos financieros.
Saltaron los incumplimientos de quienes recibieron préstamos sin tener real capacidad de pago y en estas situaciones donde la desconfianza corre más veloz que la razón, llegó primero el criterio golondrina que abandona el lugar cuando el clima comienza a ser inhóspito. Uruguay conoció algo parecido con su Banco Hipotecario, cuando la gente falseaba sus ingresos familiares, para poder acceder a una vivienda mejor de la que podía pagar, para después quedar por el camino, ellos y el propio Banco.
Hoy como en un dominó de fichas alineadas, cayeron las primeras y arrastraron al resto pero en varias drecciones. Aun en medio de una economía americana muy sólida, que produce y exporta a ritmo febril al amparo de un dólar de bajo valor que le hace muy competitivo frente al revaluado euro, tiene sin embargo que resolver medidas urgentes. Debe asignar sumas inimaginables para paliar la situación, con por lo menos setecientos mil paquetes de un millón de dólares cada uno y dárselos al órgano regulador para que opere de salvavidas y bombero al mismo tiempo. El incendio se extiende por la pradera financiera, pero el mundo observa jugando al distraído.
En estos días se ha dicho que extraña el silencio de los grandes operadores del mercado mundial, como los chinos, los rusos, los europeos y hasta los mismos brasileños. No se trata de que pongan dinero, sino para que pongan públicamente su cuota parte de medidas y declaraciones de confianza en el sistema del que se han notoriamente beneficiado, hasta llegar al punto de bonanza en que hoy están.
Fue la Asamblea de la ONU. Había allí una oportunidad excelente para emitir los juicios que se quisiera, pero al mismo tiempo la obligación ética de dar un mensaje de apoyo en pos de una solución que le de tranquilidad al mundo. Prefirieron sembrar intranquilidad desde la inacción y la omisión, puesta de manifiesto desde el podio. Ilusamente creen que están a salvo porque sus reservas lucen atractivas. Algunos presidentes al ser consultados por la crisis feroz en curso, se dieron el lujo de preguntar al periodista de que crisis hablaban, porque sus números parroquiales les resultan favorables. Por lo menos una falta de respeto. Si no se es parte de la solución, la obligación será siempre evitar ser parte consciente del agravamiento del problema.
El mundo sabe que le va mucho si Estados Unidos no supera rápidamente la situación en que se encuentra. Pero todos debiéramos saber que habrá de salir de un modo u otro, porque además su gente -que procede de todos los rincones del mundo- tiene una enorme capacidad de trabajo y mucha más disciplina productiva de la que muchos creen. Nadie en su sano juicio creerá que los Estados Unidos caerán en una cesación de pagos, como en la que cayó Argentina o como nos propusieran decretar en el 2002 quienes hoy gobiernan Uruguay y eran cómoda oposición.
Cuando se recupere, le bastará seleccionar los titulares de los diarios, para poder ver la vergonzosa prescindencia de los tantos que se dicen amigos y hacen fila para ser recibidos y fotografiarse aunque más no sea desde la reja exterior de la Casa Blanca. No les creo a quienes desde posiciones de poder tienen un discurso crítico de entre casa y una desesperada adulación cuando visitan Washington. No está en juego la potencia, ni el poder del país más poderoso de la tierra, está en juego la credibilidad temporal de su sistema financiero y esta claro que más allá del espantoso tiempo que le tocó para aflorar a pocos días de una reñida elección presidencial, la situación será superada. El problema no es la capacidad de superación, sino el costo y sus efectos para todos. Allí nuestra preocupación ante tanta ineficacia y prescindencia.
El mundo de hoy no puede vivir seguro sin confiar en algunos principios básicos. El índice del riesgo país de nuestras naciones se mide en comparación del riesgo país que se le atribuye a USA, porque siempre es el mejor pagador del mundo de su deuda pública.
Sin embargo a estas instituciones que hoy se deslizan al abismo, manoteando desesperadamente la ayuda estatal que les salve del desastre, han sido ayer nomás excelentemente calificadas por las mismas empresas calificadoras de riesgo, que con aire de superioridad con casi adolescentes alojados en hoteles cinco estrellas, se pasean por el mundo midiéndonos en categorías de confiabilidad y de riesgo país, diciéndonos que hacer desde visiones neoliberales de escritorio. Expertos carísimos en dar consejos, han sido distraídamente generosos para evaluar internamente en los Estados Unidos inversiones que estaban cimentadas en papel y no advirtieron por incapacidad o no dijeron por intereses inconfesables, la insolvencia y fragilidad de un sistema que nos arrastró a todos inadvertidamente a la peligrosa crisis en que estamos.
Representante Nacional – Partido Colorado- Uruguay
www.scavarelli.com – albertoscavarelli@yahoo.com