En este caso compartimos la columna del diputado colorado Alberto Scavarelli bajo el título “Delito, droga y enfermedad mental”.
”Desde hace mucho tiempo, hemos planteado nuestra preocupación respecto a las consecuencias del consumo de drogas, en especial el sulfato de cocaína o pasta base, y sus efectos en la seguridad publica en nuestra sociedad, estimamos ese tiempo en tres años de acuerdo a los parámetros internacionales en nuestra propia América Latina, un plazo que se esta cumpliendo en este tiempo.
Lamentablemente los hechos se nos vinieron encima como una pesada realidad. Hoy comenzamos a tener un número muy importante de personas jóvenes que están severamente afectadas en su salud mental por los efectos del consumo sostenido de drogas, que se torna dramático cuando bajo esta compleja circunstancia, actúan en el delito, tornando la situación en prácticamente inmanejable.
Pensar que el delito se puede manejar hoy desde parámetros criminalísticos de hace unos pocos años atrás, implica partir de un error de apreciación que afectará el resultado de la estrategia final. El tratamiento para las adicciones aun con determinación y cooperación absoluta del consumidor, es largo, difícil, siempre provisorio y no tiene nunca garantías de eficacia ni permanencia, mucho menos cuando el paciente es un delincuente que carece de la convicción de someterse a el para recuperarse.
Esta preocupación la planteamos bajo versión taquigráfica en comisiones parlamentarias a las autoridades ministeriales del actual gobierno al comienzo de la legislatura, y la semana pasada la reiteramos a los viceministros de salud, de desarrollo social, y al presidente del INAU como entidad estatal a cargo de los menores y adolescentes en Uruguay.
Desde nuestra pasada experiencia presidiendo las áreas de drogas de Uruguay, la OEA y las Naciones Unidas, pudimos comprobar la relación que en otras partes del mundo, se daba entre el consumo de drogas, las secuelas en la salud mental y la forma de ejecución de los delitos violentos en lo que llamamos la ecuación de la dosis de violencia esperable al ser victima de un delito. En definitiva el temor en toda convivencia es la perdida de la razonabilidad en la conducta del otro, incluso para lo irracional o delictivo.
Cualquier conducta ilícita y violenta admite grados y si se quiere una cuota racional de violencia esperable. Un delito violento no debiera tener además de la terrible violencia básica, la acumulación del ensañamiento porque si, aun en casos de falta de resistencia de la victima. Queremos decir con esto que no es posible convivir cuando la propia inseguridad ha roto los tristes parámetros mínimos desde los cuales se es victima del delito.
Por eso al redactar hace diez años, la actual legislación vigente sobre drogas en Uruguay, incluimos en la ley en forma especial, el agravante de los delitos cometidos bajo el efecto del consumo de drogas ilícitas, por cuanto veíamos en muchas sociedades el desborde de los delitos cometidos sin parámetros ni referencias por su violentísima forma de ejecución.
Delincuentes que asaltaban un banco por ejemplo, y en pleno asalto al ser sorprendido consumían drogas para aumentar su capacidad de resistencia y acción, o simplemente consumían para lo que sentían era una mayor capacidad para cometer el delito, todo con dramáticas consecuencias.
Hoy es moneda tristemente corriente que en los juzgados donde se juzgan a mayores o a menores que han cometido delitos, se produzcan severísimos incidentes con personas detenidas que están desequilibradas por el consumo de drogas, o bajo sus efectos, a quienes los servicios médicos de emergencia no pueden calmar siquiera con las dosis habituales de benzodiazepinicos con los que se sosiega habitualmente a personas que no
están bajo esos efectos.
Funcionarios policiales o judiciales lesionados por agresión, operaciones rutinarias de detenciones de alto riesgo para la policía, delitos peligrosísimos para la población, son la resultante cotidiana de un nuevo código de violencia en cuanto a su intensidad y facilitación social, que lamentablemente se ha instalado entre nosotros. Una situación a la que solo su consideración sin auto-engaños podrá hacerle frente con eficacia.
Mientras tanto hay que enseñarle especialmente a nuestros jóvenes a manejarse con esta violencia, que ya no se rige por los códigos con que la generación precedente se regia promedialmente incluso cuando se era agredido por el delito.
El cóctel drogas delito y trastornos mentales de los delincuentes es un tema que esta en el cimiento mismo del drama del delito y su violenta barbarie que nos agobia y acongoja desde la información policial de cada día.
Representante Nacional – Partido Colorado- Uruguay.
http://www.scavarelli.com – albertoscavarelli@yahoo.com
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