Ante la renuncia del Directorio del Banco Hipotecario del Uruguay, Covipro-Ch considera que se trata de una crónica de una muerte anunciada.
Así lo expresaron a través de un comunicado de prensa:
«Y sucedió, quizás hasta un poco tardíamente. A algo más de dos años y medio de asumir, el Directorio del Banco Hipotecario del Uruguay renuncia, dejando atrás más errores que aciertos. Muchos más, diríamos, si pretendemos ser honestos.
En efecto, los tres jerarcas renunciantes no serán recordados precisamente por su vocación dialoguista o por ser expertos negociadores; tampoco por la capacidad de propuestas ni por la facultad de encontrar puntos de encuentro entre las necesidades financieras inmediatas de la Institución y la ingente problemática de sus clientes, dificultades no sólo económicas sino, también, socio culturales. Por el contrario, si un mérito se llevan estos tres profesionales es el de ser el primer Directorio, en pleno, al que el gobierno progresista le pide la renuncia. Menuda referencia política a futuro.
Nuestra organización tuvo a lo largo de este tiempo una relación por demás compleja, conflictiva con el organismo. La primera reunión la mantuvimos en julio de 2005 y de allí en adelante no hubo más intercambios de opiniones ni negociaciones: solo la imposición arrogante de quienes creían ser los «representantes» inapelables del programa de gobierno y uno de sus brazos ejecutores. Jamás pensaron que ese mismo programa tenía que nutrirse con el aporte de las organizaciones sociales; que el buen vínculo con ellas contribuiría a una mejor gestión. Nada de eso. Ahora, se era gobierno y había que gobernar; traducido, debíamos acatar calladitos sus mandatos porque estábamos ante individuos que tenían una misión y la iban a cumplir. Y uno supone que hasta lo creían seriamente, como alguien puede creer en la revolución cuando lee el Manifiesto Comunista.
Recuerdo que algunos compañeros, en la primera reunión de Dirección luego de esa entrevista, aventuramos una vida breve para el organismo. Quizás no fue más que una intuición pragmática o el desparpajo insolente de quienes no tenemos que rendir cuentas a ningún sector político de la fuerza de gobierno. Pero resultaba claro que había una seria contradicción entre el planteo de algunos jerarcas y la práctica específica que dejaba entrever este Directorio. Una colisión que no podría sostenerse una vez que el tiempo avanzara y las consecuencias de políticas irresponsables se hicieran sentir. Era como leer ese libro memorable de García Márquez, Crónica de una muerte anunciada: Santiago Nasar moriría y sólo leemos el libro para saber el por qué, el cuándo, el cómo; pero desde la primera página conocemos su destino. Algo parecido sucedía con aquellos Directores que cordialmente nos despacharon sin ahondar en nada, convencidos que torcerían el rumbo de la historia, con la presunción que tienen los instruidos y el dejo de desprecio que sienten por quienes consideran que están debajo de sus coeficientes intelectuales. Más temprano que tarde darían un paso al costado; quedaba por saberse en qué circunstancias, si ese paso sería voluntario o provocado.
Hay un síntoma que pocas veces falla. Cuando alguien forma comisiones o «comités», los deja actuar por tres meses y luego, ante el primer conflicto importante o la impotencia que produce no encontrar la vuelta de tuerca a ciertas situaciones, los disuelve, muestra en sí la escasa jerarquía que tiene para aplicar políticas concretas. Un ejemplo de ello fue la tristemente recordada Comisión de Lanzamientos. En ella la voz de «peso» era la secretaria de uno de los Directores, mujer que en su currículum contaba con el mérito excluyente de ser encargada de Propaganda de un Comité de Base. Pues bien, a su antojo esa señora determinaba, como diosa vengativa y arrogante, lanzamientos sin tener el mínimo conocimiento del lugar donde debían efectuarse: composición social, historia cultural, etc. Sólo importaban las señales, el mensaje de tales actitudes: ahora se era gobierno y la joda de otrora se había terminado. Mientras tanto, en Punta Carretas se suspendía la ejecución de un penthouse; en la contracara de esa realidad, no se brindaba solución de ningún tipo para mujeres solas, con hijos, anotadas en el Plan de Emergencia en el barrio de La Teja. El mensaje empezaba mal, demasiado mal.
Sin embargo los mismos siguieron, incluso empeorando y perfeccionándose. El más inmediato, atacando a COVIPRO-CH, por ser la única organización que confrontaba con estas políticas. El punto de paranoia absoluta llegó a fines de diciembre de 2005 cuando en una movilización a la cual convocamos, un grupo de manifestantes volanteó los papeles de remate que estaban en las góndolas de entrada. Como respuesta, el Directorio del BHU envío una carta a cada asociado a nuestra agremiación, cuyo texto podría haber estado firmado por García Pintos sin que a nadie le resultara extraño. Habíamos cometido una «asonada» (sic).
No obstante, también existieron otros mensajes poco felices por llamarlos delicadamente. El jactarse de los más de ciento cincuenta remates mensuales, el querer cobrar -empecinados- mayores montos de cuotas a familias de escasos recursos, el apriete para que la gente no se organizara como pasó en Río Negro, el desmantelamiento sistemático del Área Social, la incapacidad absoluta de enfrentar una problemática tan compleja como es la propia cartera del BHU, las idas y vueltas en torno a una reestructura que el mismo gobierno había determinado prioritaria, los cambios -en horas simplemente- de órdenes de servicios que borraban lo escrito poco antes. La lista podría extenderse varios párrafos más.
Más de una vez asistimos a expresiones de integrantes del propio Ministerio de Vivienda o del Parlamento que marcaban una distancia fría con las políticas del BHU. Incluso existieron, claramente, tirones de orejas disfrazados de sugerencias o preocupaciones conceptuales. Lo cierto, y ahora puede que quede más claro, es que este ex Directorio hace tiempo que había quedado sin apoyo político. No se podía defender lo que carece de sentido, de planificación, de aplicabilidad. El sentido común lo rechaza.
El 2007 fue un año clave para el Directorio saliente. La reestructura que debía implementarse se ha demorado en exceso; las presiones de los organismos internacionales no son pocas y el gobierno veía consumirse el años sin avances trascendentes. El conflicto con AEBU ha sido solo una excusa para ocultar la ineficiencia política del cuerpo directriz del organismo en implementar esa reestructura. Por otra parte, se conformó la Agencia Nacional de la Vivienda y sus Directores habrán sospechado que algunos disparates del último medio año eran un regalito que no tenían ganas de aceptar. Por ende comenzaron a opinar, seguramente, como lo hizo el mismo Arq. Arana en situaciones que tensaban las relaciones con los actores sociales y que salpicaban a la tríada en cuestión.
Existieron, por lo menos, dos errores gravísimos. El que mencionamos con anterioridad, acerca de los remates de viviendas. El tener como estandarte y modelo de recuperación de créditos la ejecución de dos mil o más familias al año. Nadie pudo enterarse hasta hoy las gestiones negociadas que llevaron adelante con los involucrados para evitar semejante disparate. De desconfiado nomás, cualquiera puede pensar que ninguna, al menos seria y consistente. El otro dislate fue la política de envíos al Clearing de Informes de miles de familias. No lo decimos ahora: lo dijimos inmediatamente que se implementó como señalamos también, en el 2005 -adelantándonos a lo que hoy muchos jerarcas del gobierno opinan- que los remates masivos empeoraban las cosas y no aseguraba un recupero de carteras sostenido. Y mal negocio hizo el ex Directorio al confrontar con COVIPRO-CH en el tema, cuando había sido advertido por distintos Gerentes que la medida nos incluía y que con probabilidad traería consigo un nuevo conflicto, agravado aún. Sin embargo, una vez más, lo soberbia autocomplaciente pudo más. Ciegos, exhalando un tufillo a viejo rencor por el anterior conflicto, no dudaron en tener «una sola política» e incluirnos en la medida con la esperanza de fracturarnos, o al menos de debilitarnos.
Después sucedió lo que todos conocemos. Movilizaciones una tras otra que obligaron, primero, a conceder una audiencia contra sus voluntades iniciales, y luego a dar marcha atrás en cada uno de los puntos de la «única política». Hubo un antes y un después del día que nos recibió el Arq. Arana e intercambiamos opiniones durante más de una hora. No sabemos qué se hizo y, menos aún, cuál fue el o los lineamientos impartidos. Pero lo cierto es que, desde ese momento, intuimos que algo había cambiado irreversiblemente.
El pasado 24 de octubre, COVIPRO-CH exigía, en un acto público, la renuncia del Directorio. No lo hicimos en secreto ni lo sugerimos en privado a distintos funcionarios. Fue un acto que contó con varios cientos de personas. Considerábamos que ya no existía ninguna posibilidad de diálogo ni de acercamiento. A pesar de ello, días después, llegábamos a un acuerdo con la Institución sin la participación directa de los Directores, en un cambió de actitud verdaderamente sorprendente. Todo lo que se había sostenido hasta entonces se retiró de la mesa sin demasiadas explicaciones y se cedió a nuestro reclamo. Ese paso atrás contribuyó para que el tema del Clearing de Informes fuera solucionado aunque no, hasta hoy, el conflicto.
No somos -ni pretendemos serlo- inocentes con respecto a lo que sucedió ayer. Nuestra organización fue la única (por ser, además, lo único organizado en el universo de deudores individuales dispersos) que confrontó con esas políticas que considerábamos inadecuadas, erróneas e improcedentes. No escatimamos esfuerzos para intentar revertirlas. También somos concientes que, a consecuencia de actitudes inconsultas y arbitrarias que se tomaron contra COVIPRO-CH, pusimos al BHU en la encrucijada, haciéndole ocupar un primer plano en los medios de comunicación por sus errores y no por los exiguos o nulos aciertos. En los peores momentos tal vez, cuando no había intensión alguna de que el BHU ocupara un titular destacado, a raíz de lo expuesto con anterioridad.
No fuimos nosotros ni nuestra incidencia o poderío los que provocaron la renuncia. Pero aún así es casi imposible dejar afuera a COVIPRO-CH, en especial, por lo sucedido en el último medio año. La misma imagen que generó el Directorio de nosotros, fue a la vez, el talón de Aquiles de sus desaciertos. Inventó un enemigo equivocado, se obstinó en destruirnos (incluso utilizando prácticas antisindicales y amarillistas) y buscó por todos los caminos ningunearnos. Inocencia política o incompetencia elemental. Lo cierto es que fueron los principales promotores de nuestros reclamos y la caja de resonancia misma de ellos. Gracias a esas actitudes hoy muchos jerarcas que desconocían nuestras posturas comparten buena parte de las reivindicaciones o abren, inteligentemente, las puertas para debatirlas.
No somos ni seremos una organización que celebre las caídas de nadie. Pero no podemos ocultar que compartimos la salida de los tres ex directores, postura que reclamábamos a las autoridades. Nada podemos decir de sus capacidades técnicas; tampoco de la honorabilidad personal. Simplemente sus posturas y las políticas aplicadas poco tienen que ver con las preocupaciones que debería tener un gobierno de cambio.
Ya llegará la hora de los balances con mayor profundidad. En principio cabría preguntarse cuál ha sido la diferencia sustancial que tuvo la actual (ex) administración con las anteriores. O cuáles fueron las propuestas concretas que se diferenciaron de las gestiones precedentes. Lamentablemente, al menos en lo que tiene que ver con sus clientes -los que han sostenido a la Institución mientras se timbeaban la plata los antiguos directores blancos y colorados, con operaciones y «ofrendas» electorales- debemos decir que ninguna. Por el contrario, los escasos cambios fueron mal orientados, erróneos, y el sector «social» de la Institución sufrió consecuencias nefastas.
Alcanza, por ahora, con recordar cuáles eran los objetivos que tenían estos ex Directores cuando tomaron el organismo: reestructurar el BHU, sanearlo financieramente y otorgar nuevos préstamos para hacerlo «viable». Así lo expresaron el día que asumieron.
La reestructura, en principio, su no implementación a tiempo, ha sido el motivo de los Ministros de Vivienda y Economía para pedirles la renuncia. El saneamiento financiero nunca se concretó, y los volúmenes de dineros mayores de la recaudación, si es que existen, quizás puedan explicarse por cierta evolución de la economía más que por el acierto en el manejo de las carteras. Los préstamos, aún, siguen esperando, y por lo visto, deberán esperar un tiempo más.
Poquito. Demasiado poco para las expectativas que despertó el cambio de administración. Muy a sus pesares y a los discursos grandilocuentes, la salida se produjo por la puerta chica. Como era de esperar.
COVIPRO-CH.
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