Actualmente las mujeres rurales representan sólo el 3% de la
población del país, pero realizan tareas de singular importancia para el
desarrollo económico de sus familias y, por tanto, para el desarrollo del país
entero, teniendo en cuenta que la actividad agropecuaria es el principal
sustento del Uruguay. Sin embargo, ellas insisten en que su relevancia ha sido
sistemáticamente ignorada. Desde la creación de
Rurales, no obstante, muchas de ellas han encontrado un camino de desarrollo.
Nota de MAYDA BURJEL en el diario
Asociación
nuclea 2.000 integrantes. Su brazo comercial es la destacada Delicias Criollas.
A pesar de que cualquier uruguayo reconoce que somos un país
agropecuario, que vive de los alimentos que genera el campo para el consumo
interno y para la exportación, sólo 210.000 de los 3 millones 300.000
habitantes del Uruguay viven en el medio rural. De esos 210.000, 124.537 son
hombres y sólo 94.099 son mujeres. Esto significa que al contrario de lo que
sucede en la ciudad, donde predominan las mujeres, en el medio rural gran parte
de la población es de sexo masculino. Pero no es sólo por eso que las mujeres
del campo son una población olvidada; también se las discrimina en varios
sentidos.
Generalmente, asociamos el trabajo rural con tareas duras y
por lo tanto masculinas, pero lo cierto es que la mujer desempeña diversos trabajos,
incluso pesados, que no son reconocidos. Al encuentro de mujeres rurales
organizado por AMRU (Asociación de Mujeres Rurales del Uruguay) y efectuado la
semana pasada en ALUR (Alcoholes de Uruguay), en la localidad de Bella Unión,
asistieron mujeres que cultivaban caña de azúcar y otros productos.
Por otro lado, las mujeres tienen un rol central en las
familas rurales, cuando desempeñan el clásico rol de amas de casa, lo que
implica el cuidado de los niños, tareas de cocina y demás. En algunos casos,
incluso son jefas de hogar. Esto no es menor: una importante parte de la
producción agropecuaria está en manos de las explotaciones de 40.000 familias
distribuidas en todo el territorio nacional, que producen el equivalente al 26%
del valor bruto de la producción agropecuaria total.
El rol de sostén familar que cumplen muchas mujeres ha
quedado en evidencia en las importantes crisis económicas por las que tuvo que
atravesar nuestro país. En esas ocasiones, ellas han sido las que salieron a
buscar alternativas. De hecho, AMRU surgió de una de esas crisis, ante la
necesidad de las mujeres de agruparse para salir adelante.
Aguparse para subsistir
Según contó Teresita Buzzarino, una de las fundadoras de la
asociación, los cimientos de AMRU surgieron en Canelones, en la zona de Migues,
«cuando hubo una depresión muy grande y se dejó de plantar remolacha
azucarera. Entonces Rosario García y Santos, quien era veterinaria en la zona,
empezó a agrupar a las mujeres. De ahí surgió la posibilidad de hacer proyectos
juntas. Luego, en 1994, se hizo la primera asamblea de mujeres rurales de la
que participaron 180 personas, y allí se formó la asociación», dijo
Teresita, quien explicó que AMRU trabaja con grupos de mujeres que se
desempeñan en distintas actividades.
«Hay una diversidad de trabajo. Depende de las zonas
del país lo que los grupos hacen. Algunas trabajan en cardo, en cuero y en
lana. Las del sur trabajamos mucho en la elaboración de alimentos»,
señaló.
Un punto importante para
las apoyan capacitándolas en las distintas tareas y ayudándolas con las
distribución, que según Teresita, es «la parte más difícil».
«Las mujeres producimos, pero comercializar nuestros
productos es lo más complicado», afirmó.
AMRU es una organización sin fines de lucro, que subsiste
gracias a la ayuda de la organización holandesa Agliterra y está en vías de
hacerse autosustentable, su principal meta en la actualidad. Como no puede
comercializar sus productos, la asociación decidió crear «su brazo
comercial, que es la cooperativa Delicias Criollas», una marca registrada
a través de la cual elabora y comercializa productos alimenticios. Teresita
dijo que llegar a Delicias no fue tarea fácil, y que les ha llevado «todo
un proceso lograr elaborar con las mismas receteas y de la misma forma los
distintos productos» .
La fundadora señaló que
llegando a nuclear a 2.000 mujeres, y añadió que el objetivo de la organización
es «defender la familia rural».
«No somos mujeres feministas, sino que luchamos por la
familia rural, para que pueda seguir arraigada al campo», aseveró. Además,
Teresita destacó: «Antes decíamos que éramos mujeres rurales con timidez;
hoy lo decimos con voz fuerte, porque estamos orgullosas de ser mujeres
rurales. Sabemos que nuestro trabajo es muy importante, a pesar de lo pocas que
somos».
Paradójicamente, la sede de
capital del país. Teresita señaló que esto es así porque «no hay más
remedio, ya que todo está ahí: los permisos, las habilitaciones y los
contactos». De todas formas, destacó que realizan permanentemente
«giras para mantener el contacto con todos los grupos del interior».
Algunas historias de campo
Del encuentro celebrado la semana pasada en Bella Unión
participaron más de 300 mujeres de todas partes del país, quienes compartieron
sus historias y proyectos. Algunas de ellas aún no integraban AMRU, pero se
acercaron para conocer cómo podían asociarse y formar uno de los grupos de
trabajo.
Este fue el caso de María del Carmen, Nora y Mauren,
originarias de la localidad de San Javier, departamento de Rio Negro. Mauren
dijo que fueron para informarse qué podían lograr para para «un pueblo de
descendienes rusos bastante olvidado».
«Tenemos riqueza histórica pero fuentes de trabajo y
eso no hay», dijo Mauren. Señaló que están llevando a cabo cursos de
capacitación para ver «qué sale».
«Creemos que podemos entrar en AMRU con la gastronomía
y también con algunas artesanías», dijo la mujer, que tiene cuatro hijos y
vive con su esposo, un empleado forestal.
«Las mujeres no tienen fuentes de trabajo, por eso
estamos buscando algo. Después los hijos se van y te quedás sola ahí, en un
lugar olvidado», manifestó.
Por su parte, María Carmen dijo ser viuda y vivir en la zona
rural junto a dos de sus cuatro hijos. Allí tiene «unas hectáreas
sembradas con sorgo». También teje e hizo cursos de envasado y pintura en
tela, que considera conocimientos útiles en el grupo que va a formar.
Por su parte, Nora viene de una pequeña localidad del
depatamento de Tacuarembó, y a diferencia de las representantes de San Javier,
sí es parte de AMRU, y dice que su vida tiene un antes y un después desde el
día que comezó a integrar Delicias Criollas.
«Yo comencé como feriante en una localidad de 3.000
habitantes. Me instalaba en un puestito y vendía tartas y postres, hasta que
surgió la posibilidad de agruparnos y de participar en la primera Mesa Criolla.
Nos visitó la directiva de AMRU y nos invitó a que lleváramos productos a
analizar para que fueran certificados por el LATU. Para mí hubo un antes y un
después de eso. Mandé alfajores, que era lo que se podía aprobar, y fueron un
éxito. Ahí empezó el después», relató Nora. La tacuaremboense aseguró que
desde el punto de vista económico esta posibilidad fue muy importante para su
familia.
Teresita, la fundadora de AMRU, también contó su historia.
Ella es de Las Brujas, departamento de Canelones, y allí vive en el campo,
sola, ya que es viuda y sus dos hijas ya no están con ella. Dijo que en su
predio tiene una pequeña quinta frutal y que trabaja en un grupo junto a otras
tres mujeres, que producen bombones y mermelada. Al comienzo, su grupo estaba
conformado por dos personas, que empezaron a trabajar con 1.000 pesos que
habían pedido prestados a sus maridos para comprar los frascos. «Ahora
somos un grupo autosustentable que trabaja todos los días», concluyó.
República.
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