Los habitantes de Rocha conviven por estos días de marzo con millones de insectos cascarudos que producen destrozos y dejan un olor nauseabundo al morir. El año pasado los combatieron encendiendo las luces del estadio, para concentrarlos a todos en esa zona.
Los Euetheola Humilis sin insectos nativos que habitan al sur de Brasil y en la frontera uruguaya.
En el vecino país son plagas esporádicas, y son una de las tres mayores plagas de los cultivos de boniatos en Louisiana, Estados Unidos.
Para la agrónoma y entomóloga Rosario Alzugaray, investigadora del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria, hay varios motivos que explican la invasión.
El uso masivo de agrotóxicos, el clima seco y algunas prácticas agrícolas, podrían estar influyendo en que sus «controladores naturales» (otros insectos y pájaros) no controlan la población.
La luz eléctrica es un imán para estos cascarudos. «Son atraídos sin querer y una vez allí buscan escapar. Como tienen patas excavadoras muy fuertes, en este empeño pueden hacer destrozos», explicó.
Estos destrozos incluyen la rotura de espuma plast, madera y otros materiales de construcción, afirman los rochenses. Además de esta molestia, por la mañana aparecen millones de cascarudos muertos en calles, jardines y portales, que dejan un olor nauseabundo.
En cuanto a las técnicas de combate, Alzugaray no se atreve a dar una solución definitiva. «Estas cosas no suceden porque sí. Tenemos que estudiar las causas antes de preguntarnos cómo matarlos. El uso indiscriminado de insecticidas me da pavor, hay que manejarlo con cuidado. Además, es muy difícil matarlos con insecticida porque son animales duros».
Se recomendó el cambio de las luces blancas por luces amarillas, porque los cascarudos no se ven atraídos por las luces de ese color.
El año pasado, se combatió a estos insectos con una «trampa de luz». Se apagaron las luces de las calles y encendieron las del estadio Antonio Pereira, para que se concentraran ahí y allí liquidarlos.