El país de la falsificación, de los impostores del nuevo tiempo. Uruguay
ostenta el 65% de software ilegal en computadoras personales, y en copias de
CD de música en el orden del 60%.
Pero también lo somos en el orden de los “simple mortales”.
Semanas atrás la opinión pública nacional se vio sorprendida por un joven de
20 años que se hacía pasar por integrante de “Médicos Sin Fronteras”, y
engañó a las autoridades de Salud Pública al punto tal de hacer trasladar un
paciente en avión desde Artigas.
Pero la crónica policial menciona otros casos. Paradójicamente, el de una
joven mujer que quería ingresar al Instituto Policial y no se le ocurrió
mejor idea que falsificar sus certificados de estudio pero fue descubierta.
Cuando los ecos de estos casos no se habían acallado, el Parlamento, el
lugar por excelencia como caja de resonancia popular procesaba el periplo de
su propio impostor, en este caso, un “corresponsal extranjero”.
Se presentó como Nippur Gómez Castro, encargado de cumplir funciones para
los medios basileños Fohla de Sao Paulo y de la agencia Estadao, y con un
llamativo pim de adhesión de la Masonería, y dijo haber realizado esa
función en países tales como Argentina, Italia, o Estados Unidos, entre
otros.
Conversador, por momentos en demasía, ágil en el uso de las computadoras,
obtuvo rápidos respaldos en áreas de la administración del Poder
Legislativo, e innumerables dudas de parte de los periodistas acreditados en
el Parlamento.
¿Un periodista de Folha de San Pablo, de Brasil, todos los días en el
Palacio?, era la principal consulta que se realizaban los colegas
parlamentarios y que le transmitían al propio “periodista brasileño”.
“Sí”, contestaba él, “por la información referente al Mercosur”.
No obstante, en el evento político más importante entre Uruguay y Brasil, en
nuestro país, y particularmente en el Parlamento, cuando asistió el
canciller norteño Celso Amorím, no se le vio ni un pelo.
La edad, una incógnita. De aspecto de unos 23 años nunca quiso decir su edad
y ponía constantes evasivas al asunto.
En poco tiempo, logró proveerse de una llave de la sala de periodistas de Diputados, cambio de
teléfonos, agregar programas especiales en la computadora que utilizaba,
papel de faz, entre otros.
El alerta
La voz de alerta la hicieron conocer los cronistas nucleados en la
Asociación de
Periodistas Parlamentarios del Uruguay (APPU) en una carta dirigida al
Presidente de la Cámara de Representantes, Julio Cardozo quien instruyó una
investigación administrativa en donde, durante semanas, desfilaron los
periodistas firmantes, varios funcionarios, y el propio involucrado.
“Quienes suscribimos la presente, integrantes todos de la Asociación de
Periodistas Parlamentarios del Uruguay, se dirigen a Ud. a efectos de
imponerlo de una situación que nos preocupa y que podría generar a la
institución Parlamento, algún perjuicio, si no se adoptan a tiempos medidas
precautorias”, comenzaba la nota de los cronistas, profetizando lo que meses
después ocurriría.
Buscando tono
Quizás uno de los elementos más graves de las andanzas del “corresponsal”
fue el acontecido en una noche de viernes en donde se le encontró dentro del
despacho de la Lista 15 en el ambulatorio parlamentario, con la luz apagada,
y al preguntársele qué estaba haciendo se limitó a prender su moderno
celular, hablar por el mismo, y finalmente expresarle al funcionario
actuante: “estaba buscando tono”.
Sólo por este hecho debía haber sido suspendido en sus funciones.
Y si bien estaba acreditado por medios brasileños, en la ocasión del II Foro
Parlamentario Iberoamericano de Migraciones, lucía una acreditación de
Uruguay.
En otro orden, en un supuesto informe a una radio de la zona de Río Branco
en Cerro Largo, pidió luego de haber sido grabada, que cuando fuera editada
se le pusiera más tono grave.
Visitante
Luego de las diferentes investigaciones, con fecha 27 de octubre, la
Comisión Administrativa del Poder Legislativo tomó una resolución que da
cuenta que si esta persona ingresa al recinto de la Casa de las Leyes se le
deberá entregar la acreditación de “Visitante”.
¿La máxima?
Aunque ya el Parlamento lo había “junado” como falso periodista y emitido
una resolución con fecha 27 de octubre, Gómez Castro logró burlar hasta la
propia seguridad de la Cumbre Iberoamericana y se le vio en el Centro de
Prensa montado para la ocasión, confiaron dos fuentes consultadas por este medio.
Por dos veces, la seguridad, llamadas telefónicas por medio de agentes
especiales de Uruguay al periódico Folha Sao Paulo, determinaron que se le
invitara a retirarse del recinto luego de estar presente varios minutos en
dicha sala. En esa ocasión se hizo pasar por fotógrafo del influyente medio
norteño.
¿Empresario?
Además de comentarles a los colegas que a pocos días de estar en Montevideo
le fue robado el auto y también más de U$S 1000, dijo desempeñarse como
empresario. En ese sentido, dijo ser uno de los dueños de empresa J.Marcante
(www.jmarcante.com) de Equipamientos de Seguridad, con cuatro sedes en San
Pablo, Porto Alegre, Caxias do Sul, y Bento Gonçalves.
También intentó sin éxito efectuar su propio negocio en el Parlamento:
adquirir una notebook de última generación de casi U$S 3000 a cambio de
canje de publicidad en emisoras de Brasil, y de opiniones de coyuntura bajo
su firma.
La única nota…
Con fecha 24 de mayo 2004 este “corresponsal”, logró burlar a LA REPÚBLICA,
y una nota suya daba cuenta que fue enviado por el Grupo Folha a investigar
el caso Borgogno Arce, y había señalado que no lo han querido recibir a los
efectos de poder desentrañar este caso que desde hace diez años se encuentra
instalado en la sociedad.
¿Masón o en contra de ellos?
De aspecto jovial y sumamente educado en el primer trato, no sólo se
expresaba con el saludo de los masones, de apretar con el pulgar de su mano
el primer nudillo de la otra persona a quien se saluda, sino que, el primer
día, y en otras ocasiones lucía un pim de adhesión a la masonería.
Sin embargo, en otra ocasión, un colega que maneja fluidamente tanto el
español como el portugués escuchó que telefónicamente manifestaba su rechazo
a la masonería, aludía a que muchos legisladores uruguayos integraban dicha
colectividad, y consideraba que era necesario “destaparlos” ante la opinión
pública.
Gómez Castro también se creía superior en su accionar periodístico, y así lo
hizo conocer a funcionarios del Parlamento al reivindicar el uso de ciertos
aparatos telefónicos, y decir muy suelto de cuerpo que “hay que ser más
profesional al menos una vez en la vida”…
Por Marcelo Márquez.